La borrasca Filomena ha dejado la península sepultada en nieve por una concatenación de circunstancias atmosféricas que se producen muy pocas veces. Todas ellas las previeron los meteorólogos con una exactitud asombrosa, aunque algunos hagan ahora como que no existieron tales previsiones. Como casi todos los eventos meteorológicos adversos, la llamada “nevada del siglo” es el fruto de una ‘batalla’ entre masas de aire, el aire húmedo de una potente borrasca atlántica y el aire helado procedente de las regiones polares, pero esta vez se juntaron circunstancias que muy pocas veces coinciden.
La historia de este evento comienza a principios de año. Hasta la península ibérica desciende una lengua de aire frío polar, como sucede durante todos los inviernos, que mantiene los termómetros muy bajos durante los primeros días del año. El día 5 de enero la AEMET lanza un aviso especial: una borrasca sobre el Atlántico, a la que han bautizado como Filomena, golpea ya las islas Canarias con fuerte lluvia y viento. Los modelos dicen que se dirige hacia el norte y si la borrasca se cruza con el aire frío al llegar a la península, advierten los meteorólogos, las nevadas pueden ser históricas. Al día siguiente, el día de Reyes, hace un sol espléndido y el cielo está azul. El meteorólogo José Miguel Viñas, de Meteored, destaca la aparente contradicción y cómo en otros tiempos habría sido casi imposible predecir la que se avecina. “"Estoy mirando por la ventana. Soleado con cielo azul”, escribe. “Pensad que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, nadie podía anticipar las nevadas que llevan días anunciándose”.
Estoy mirando por la ventana. Soleado con cielo azul. Calma. Hace frío afuera (4 ºC) y, de momento, sin nubes que arrojen pistas del cambio de tiempo. Pensad que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, nadie podía anticipar las nevadas que llevan días anunciándose.
— José Miguel Viñas (@Divulgameteo) January 6, 2021
Unos minutos después yo mismo salgo al exterior y me hago un selfie con el cielo azul de fondo. Estoy en mangas de camisa y al sol la temperatura es bastante agradable. Me hace gracia pensar en el contraste de esta situación con la que se avecina. Si se cumple la predicción, en pocas horas me haré otra foto en el mismo lugar con un paisaje muy distinto. Hay algo de incertidumbre aún en los modelos porque otras veces la borrasca que llega del Atlántico desplaza al aire frío y al final caen solo unos cuantos copos de nieve. Pero esta vez los meteorólogos tienen bastante seguro que viene algo gordo y lanzan los avisos pertinentes.
La corriente de chorro subtropical se desvió muy hacia el sur, contribuyendo a la situación infrecuente
Uno de los motivos de preocupación es un cambio que se ha producido en la zona del norte del Atlántico: allí, la corriente de chorro subtropical se ha desviado muy hacia el sur, alimentando aún más a Filomena. Esta corriente, que circula en el límite entre el aire caliente y húmedo tropical y el aire frío polar, ‘lanza’ habitualmente las borrascas hacia Islandia, pero esta vez ha empezado a cimbrearse, me explica el investigador Juan Jesús González Alemán, experto en dinámica atmosférica. Este cambio está directamente relacionado con la lengua de frío que ha azotado a la península a principios de año: en los últimos inviernos estas oscilaciones en la circulación atmosférica son cada vez más frecuentes. Es lo que en los medios se etiqueta como el “chorro polar”. Aún no se conoce bien el motivo, pero muchos científicos sospechan que el aumento de la temperatura sobre el Ártico puede estar enviando más lenguas de aire helado hacia el sur, con olas de frío cada vez más violentas en el norte de Estados Unidos, por ejemplo. Pero esta vez las cartas se están alineando para que nos toque a nosotros.
Los meteorólogos avisan de que se acerca la borrasca “perfecta” para generar nevadas históricas por la "interacción de chorros en niveles altos” que la van alimentar aún más. La suerte está echada: la borrasca cargada de aire más caliente y húmedo penetra el jueves 7 sobre territorio peninsular e interacciona con el aire frío, pero no lo desplaza. Como es aire menos denso, la borrasca remonta por encima del aire frío y las precipitaciones, que normalmente serían de lluvia, se convierten en copos de nieve. Muchos copos de nieve. El jueves por la tarde, mientras muchos conductores van y vienen ajenos a los avisos, el “cóctel perfecto” ya está formado. Una nevada de 40-50 centímetros sobre el centro de la península que en las siguientes horas causará el caos y será seguido de una ola de frío que lo empeorará aun más.
El cielo sobre la tierra
Cuando cae una nevada de este tipo da la impresión de que el cielo se ha derramado sobre la Tierra. Desde el satélite, las imágenes posteriores de las zonas nevadas coinciden casi al milímetro con las que predecían los modelos. “En realidad han caído unos 50 litros por metro cuadrado en 30 horas”, me explica Viñas, “que si lo pasas a un episodio de lluvia son los típicos dos días lloviendo finito, con algún rato que llueve más y lo encharcan todo”. Pero la nieve es esa misma agua expandida en volumen y extendida en el tiempo. Se queda ahí como un recuerdo de todo lo que puede caer del cielo. Para el ciudadano medio esta nevada histórica resulta además paradójica: ¿no decían que había un calentamiento global? Desde luego que lo hay, y lo que ven los especialistas es precisamente que este tipo de eventos extremos serán cada vez más frecuentes, lo cual no es incompatible con el aumento global de temperaturas.
“Estas interacciones polares-tropicales pueden aumentar en número y ser más explosivas”
Aunque no se puede relacionar directamente con el cambio climático, explica Viñas, está claro que “este tipo de episodios tenderán a ser cada vez más frecuentes en un planeta donde que la temperatura sigue subiendo”. “Estas interacciones polares-tropicales pueden aumentar en número y ser más explosivas”, añade González Alemán. “Cuando nieve lo hará con más intensidad porque es una atmósfera mas cálida tiene más vapor de agua”. Esto es lo mismo que está haciendo que los huracanes sean más duraderos y provoquen más daños. Y es el secreto de lo que pasó con Filomena: una borrasca especialmente cargada de agua en el sitio justo y en el momento oportuno. Otras veces estas lenguas de frío y las borrascas coinciden en el tiempo en una horquilla de días y se esquivan mutuamente. Pero esta vez tocó la “lotería” atmosférica. Y los meteorólogos lo vieron venir de lejos, en los días en que el cielo era azul y todos estábamos pensando en nuestras cosas.