Por David Barrado.
El telescopio espacial James Webb es el nuevo telescopio espacial, resultado de la colaboración entre las agencias espaciales de EE. UU., Europa y Canadá (NASA, ESA y CSA, respectivamente). Ahora mismo se encuentra camino de su destino, un punto denominado Lagrange L2, a un millón y medio de kilómetros en la dirección opuesta a la solar. Allí tiene previsto operar por un mínimo de diez años, tras ser lanzado desde el espaciopuerto europeo de Kourou, en la Guayana francesa, por un cohete Ariane 5 en el día de Navidad.
Hace casi 3 000 años el mítico Ulises navegó por las desconocidas aguas del Mediterráneo, explorando tierras incógnitas en un largo viaje de 10 años. El día 25 de diciembre zarpó el telescopio espacial James Webb y durante al menos una década hará lo mismo en los mares siderales, al igual que ocurrió en la Odisea. Su desarrollo y construcción han requerido también una largo recorrido no exento de peligros.
Un telescopio con tecnología española
España se involucró en su desarrollo hace dos décadas, con la participación de Santiago Arribas y Luis Colinas, investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en los equipos científicos de dos de los cuatro instrumentos. NIRSPEC, desarrollado por la ESA, y MIRI, producto de una colaboración europea. En el último caso, también como coinvestigador principal del instrumento.
A finales de 2002 me sumé al equipo de MIRI como responsable del equipo técnico, junto a Eva Díaz, y de los fondos aportados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología en el Instituto Nacional de Investigación Aeroespacial. Así, dos grandes Organismos Públicos de Investigación, INTA y CSIC, aunaron sus capacidades científicas y tecnológicas para participar en una gran misión espacial a un nivel de gran relevancia.
En INTA se desarrolló el MIRI Telescope Simulator (MTS), un banco óptico destinado a la realización de las pruebas de verificación de MIRI en el laboratorio Rutherford Appleton (Reino Unido), antes de su envío a EE. UU para su integración en el telescopio.
EL MTS fue construido y probado por un equipo de más de una decena de tecnólogos en las instalaciones de INTA en Torrejón de Ardoz, cerca de Madrid, con la colaboración de varias empresas entre las que destacó la española LIDAX, y entregado de manera definitiva al consorcio en 2011.
Tras meses de intensas labores de calibración, MIRI fue empaquetado y enviado a finales de 2013 al Goddard Space Flight Center, en EE. UU.
Tras la entrega de los diferentes instrumentos, su integración en el observatorio y las respectivas labores de verificación, los diferentes equipos científicos han mantenido una intensa labor de preparación de la ciencia.
Se trata de optimizar el tiempo de observación garantizado a los distintos equipos como pago en especie por el desarrollo de los instrumentos. Son cuatro las líneas principales de investigación: las propiedades del universo cuando se encontraba en sus primeras etapas, las galaxias que lo componen, el ciclo vital de las estrellas, y el estudio de los planetas.
El equipo de científicos del Centro de Astrobiología, centro mixto de INTA y el CSIC, entre los que se encuentran los investigadores Almudena Alonso Herrero y Pablo Pérez González, entre otros, ha jugado un papel muy activo en la definición de varios programas y de hecho ha coordinado o impulsado varios de ellos, e incluso ha liderado propuestas competitivas del denominado tiempo abierto, como es el caso de la dirigida por Javier Álvarez Márquez.
España necesita una agencia espacial
Estos extraordinarios hitos tecnológicos y científicos se han logrado a pesar de una financiación reducida y de unos sistemas de gestión que no favorecen este tipo de actividades a medio y largo plazo. Así, una vez más, queda patente la necesidad de la existencia una verdadera Agencia Espacial Española, un organismo autónomo que planifique y que canalice los recursos invertidos en este tipo de actividades.
El telescopio espacial James Webb es posiblemente la máquina más compleja construida jamás, teniendo en cuenta su escaso peso (la cuarta parte que un autobús), la importancia de su misión y la complejidad de su operación.
Dentro de seis meses, tras llegar al punto L2 y realizar sus actividades de comisionado de los instrumentos, empezará a adquirir datos científicos.
Esta información ampliará sin ninguna duda nuestros horizontes: físicos, viendo la formación de las primeras galaxias al borde del universo accesible; temporales, llegando más atrás en el tiempo al observar más lejos; y del conocimiento, al permitirnos analizar una gran cantidad de fenómenos astrofísicos.
Los datos estarán disponibles para todo el mundo. Se trata, por tanto, de una gran aventura de la humanidad, de una singladura que, como en el lema del movimiento olímpico citius, altius, fortius (“más rápido, más alto, más fuerte”), nos llevará mucho más lejos de lo que nuestra imaginación puede soñar.
David Barrado Navascués, Profesor de Investigación Astrofísica, Centro de Astrobiología (INTA-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.