No hace muchos días, el responsable de Análisis Macroeconómico del BBVA Research y Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Valencia, Rafael Domenech, vino a Sevilla a hablarnos del futuro del empleo. Entre las innumerables cuestiones que comentó, una de ellas me resultó tremendamente relevante. Domenech estaba hablando de las consecuencias de la automatización, cuando explicó que no era razonable pensar en términos pesimistas de su efecto sobre el empleo, siempre y cuando los países, las instituciones, adoptaran las políticas adecuadas. Ponía como ejemplos a países muy robotizados que, sin embargo, disfrutaban de elevadas tasas de empleo y de buenos ingresos laborales. La cuestión, dijo, es que nos preparemos.
Aunque parezca paradójico, esta reflexión hizo que el pesimismo me dominara. Y no solo por la automatización. Soy de la misma opinión que Domenech. No creo en el “robotcalipsis”. Sin embargo, sí creo, como supongo que también cree el propio Domenech, que esta va a cambiar profundamente las reglas del juego y que quien no esté preparado, lleva todas las de perder. Aquí es donde entra la necesidad de prepararse que comentó en la conferencia. Rediseñar la educación del futuro es una tarea que no debemos dilatar por más tiempo. Como ya hice en su día, y de nuevo hago, recomiendo leer este informe del Fondo Monetario Internacional donde se debate cuál debe ser la educación del futuro. Y es que la segunda ola de automatización está cambiando la demanda de habilidades de los trabajadores. Por ejemplo, David J. Deming nos cuenta que, aunque aún se valoran (y mucho) habilidades relacionadas con el conocimiento obtenido durante los años de estudios, en particular los llamados STEM (science, technology, engineering y mathematics), el peso en la demanda de empleo de las habilidades socioemocionales es cada vez mayor, así como mejor remuneradas. Aquí el estado tiene un papel primordial para “prepararnos”. Pero también todos y cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de saber que, en el futuro, lo que se espere de nuestros hijos quizás, solo quizás, no será lo mismo que nos pidieron nosotros.
Rediseñar la educación del futuro es una tarea que no debemos dilatar por más tiempo; la segunda ola de automatización está cambiando la demanda de habilidades de los trabajadores"
Mi pesimismo se fundamenta en que no veo compromiso político a este respecto. Hoy por hoy, sigue siendo más importante debatir sobre si la religión debe estar en las aulas que considerar qué rutas deben marcarse para un futuro que ya está aquí. Pero no solo soy pesimista por esta cuestión. Los cambios que acontecen en estos últimos tiempos, ya sea por efecto del propio cambio tecnológico, o por la globalización, o por cualesquiera otras razones que sean, van a afectar a la organización de las relaciones laborales. No solo los nuevos robots o la aparición de la inteligencia artificial y otros avances tecnológicos remodelarán los trabajos y a los trabajadores. No debemos dejar que los árboles nos impidan ver qué hay detrás de ellos. El bosque es frondoso y con innumerables tonalidades. Otros cambios que afectarán al empleo del futuro están cuajando en las economías occidentales, provocando nuevas tendencias en el mercado de trabajo y que, sin lugar a duda, podrían llegar a ser incluso más relevantes que la propia automatización de las tareas. Los “nuevos modos de contratación”, un eufemismo que en inglés podemos encontrarlo como “alternative work arrangements”, pueden llegar a ser más disruptivos que la propia intensificación de la robotización o la aparición de nuevas tecnologías.
Por ejemplo, en un trabajo para los Estados Unidos de los economistas Lawrence F. Katz y Alan B. Krueger, se estima que el número de los trabajadores con contratos diferentes a los “regulares” por cuenta ajena ha aumentado exponencialmente en la última década. Entre las nuevas formas de contratación, Katz y Krueger diferencian entre cuatro posibles. En primer lugar, los “autónomos", es decir, personas que trabajan con clientes por su cuenta y riesgo para proporcionar un producto o servicio como un empresario independiente. En segundo lugar, los “trabajadores de guardia" o llamados también “On-call Demand”, trabajadores que están disponibles en cualquier momento. Estos trabajadores suelen tener ciertos días u horas en las que, a pesar de no estar trabajando, sí están en espera hasta que se les llame a trabajar. En tercer lugar, los “trabajadores de empresas de empleo temporal" y que son cedidos temporalmente a otras empresas para el desarrollo de tareas o actividades muy concretas y específicas. Y, por último, los “trabajadores provistos por empresas contratadas" y que podríamos asociar a las llamadas empresas multiservicios.
Además de un pacto de Estado sobre educación, y ante un futuro cada vez más disruptivo, es imprescindible un gran acuerdo sobre el marco de relaciones laborales que queremos tener"
Según este trabajo, en los Estados Unidos el número de trabajadores pertenecientes a alguna de estas cuatro modalidades de contratación ha crecido en no menos de 9 millones entre 2005 y 2015. Mientras que en el primero de los años de ese período el porcentaje de trabajadores en alguna de estas cuatro categorías era el 10,1% del total, en 2015 este porcentaje superaba el 15%: más de nueve millones de empleos. Para hacernos una idea de la magnitud de la cifra, los autores explican que este aumento coincidió exactamente con el incremento absoluto de la ocupación en los Estados Unidos en esos diez años: nueve millones.
En España, se observa una tendencia similar, aunque las fuentes que aporten cifras exactas aún escasean. Mientras las contrataciones vía Empresas de Trabajo Temporal parecen que se estancan, según información obtenida a partir de los módulos anuales de la Encuesta de Población Activa, las contrataciones de empresas multiservicios para la realización de servicios externalizados aumenta. Por ejemplo, en un informe para 2017 de DBK Informa, se estima que en 2017 la facturación de estas empresas ascendió a más de 30.000 millones, con crecimientos superiores a la media de la economía. Por otro lado, el aumento de los autónomos sin empleados y de trabajadores del hogar supone, desde 2011, el 30% del aumento del empleo total en España. Asimismo, el Directorio Central de Empresas muestra que, mientras en 2008 el 50% de estas eran unipersonales (sin trabajadores a cargo), en 2017 estas ascendían a casi el 56%. Y en ese mismo período de tiempo el número de empresas descendía en unas 140.000, las unipersonales crecían en casi 70.000.
Así las cosas, se antojan imprescindibles dos grandes pactos de estado, no solo uno sobre educación que nos prepare en la medida de lo posible para un futuro cada vez más disruptivo, sino, además, sobre qué relaciones laborales queremos tener. Mucho me temo que, si algún día finalmente acordamos algo conjuntamente, las reformas que acordemos ya hayan devenido caducas.