En estos días corre mucha tinta y abundan las declaraciones y contradeclaraciones del Gobierno y de los partidos de la oposición sobre la mesa de diálogo entre el Ejecutivo central y el de la Generalitat controlada por los separatistas. Si se analiza en términos estrictamente lógicos cuál puede ser el resultado de estas negociaciones bilaterales extraparlamentarias, la conclusión es que no existe margen para el acuerdo. Si la parte secesionista, presidida por un inhabilitado y compuesta por independentistas beligerantes, se empecina, como reiteradamente nos recuerda, en sus exigencias de autodeterminación y amnistía para todos los condenados por sedición, Pedro Sánchez, incluso si estuviera dispuesto a ceder, no podría hacerlo porque ni siquiera a una mentira bípeda como el actual inquilino de La Moncloa le está permitido saltarse la Constitución de manera pública y notoria.
Cabría la posibilidad de que los nacionalistas aceptasen una nueva reforma estatutaria que incrementase el autogobierno y la autonomía fiscal de Cataluña hasta un nivel similar al conseguido por el PNV para el País Vasco tras el último paquete de transferencias y que ello pacificase sus ardores golpistas. Sin embargo, habida cuenta del radicalismo de JuntsxCat y del temor de ERC a verse sobrepasada por Puigdemont en las próximas elecciones autonómicas catalanas, semejante opción no parece probable.
En estas circunstancias, ¿qué objeto tiene la famosa mesa calificada románticamente por el PSOE como “del reencuentro”? Pues quizá su verdadero y soterrado fin no sea el conseguir un pacto imposible, sino ser la tapadera de otro pacto, por supuesto secreto, entre Sánchez y Junqueras con Miguel Iceta actuando de bailonga celestina. El líder republicano encarcelado tiene como meta inmediata el que su partido ostente la Presidencia de la Generalitat y para ello ha de ganar los comicios catalanes por encima del candidato del fugado de Waterloo, que no será Torra porque ha quedado totalmente incinerado.
Un Consejo Ejecutivo tripartito ERC-PSC-Comunes adoptaría una vía posibilista sin renunciar al sueño de disfrutar de un Estado propio desgajado de España, pero mediante un procedimiento más lento
En cuanto a Pedro Sánchez es notorio que su única ambición en esta vida es prolongar su mandato al frente del Consejo de Ministros tanto como sea posible. Estas dos pretensiones transforman al saltimbanqui secretario general del PSOE y al abacial jefe de ERC en aliados potenciales frente a los extremistas impacientes de JuntsxCat. La componenda funcionaría de la forma siguiente: la mesa de diálogo se reuniría mensualmente alternando sus sesiones entre Madrid y Barcelona y consistiría en un pausado y pormenorizado diálogo que se prolongaría en el tiempo hasta que las urnas determinasen un cambio de mayorías en el seno del separatismo, con ERC a la cabeza y por tanto en posesión de la titularidad de la Generalitat.
Una vez constituido el Parlament surgido de las urnas y desplazada la facción radical del poder, un Consejo Ejecutivo tripartito ERC-PSC-Comunes adoptaría una vía posibilista sin renunciar al sueño de disfrutar de un Estado propio desgajado de España, pero mediante un procedimiento más lento y más eficaz que el puro y duro golpe. En los años que duraría el arreglo con Sánchez -tú en La Moncloa y yo en la Plaza de San Jaime- el independentismo seguiría, con la pasividad del Gobierno central, su implacable labor de ingeniería social hasta llegar a ese 65% de soberanistas en la población del Principado que Miguel Iceta ya ha fijado como el umbral para que se conceda el derecho a la autodeterminación. Sánchez, satisfecho su ego y calmada su obsesión por figurar después de un largo período vistiendo la púrpura, le dejaría el embolado a su sucesor, fuera éste socialista o liberal-conservador. Après moi, le déluge.
Una vil traición
Si este complot cristaliza y tira adelante pronto lo sabremos porque la actitud de ERC en la mesa de diálogo lo pondrá en evidencia. Si se deja arrastrar por la furia intransigente de Puigdemont, la confabulación fracasará. Si maniobra hábilmente para que las conversaciones duren hasta las elecciones catalanas, estará en disposición de realizar su astuto plan. En cualquier caso, el desenlace a largo plazo de esta trama será la separación de Cataluña de España, salvo que las fuerzas constitucionalistas y sus bases sociales en todo el territorio nacional reaccionen con la suficiente contundencia y antelación para impedirlo.
Pase lo que pase, Pedro Sánchez habrá desplazado a Fernando VII de su hornacina como el personaje más repulsivo de nuestra Historia porque una cosa es que Paris bien valga una Misa y otra muy diferente que cuatro años en Falcon y en helicóptero justifiquen una traición tan vil a la Nación que te has comprometido a preservar.