La crisis económica que han atravesado varios países europeos en los últimos años dejó, pese a su dureza, un aprendizaje positivo en materia comercial: necesitamos ampliar los mercados exteriores y diversificar los productos que exportamos. El fomento de un comercio más libre y el crecimiento económico están estrechamente ligados. Por ello, el mercado latinoamericano representa ahora una oportunidad de oro para la UE. Ya lo recogía acertadamente Carlos Malamud en su informe del Real Instituto Elcano: Europa y América Latina son dos regiones que hoy se necesitan mucho más que antes.
Un Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Mercosur supondría enormes ventajas para ambas regiones, primero económicas, aunque no debemos olvidarnos del importante beneficio político, social y medioambiental que podría obtenerse también de este pacto.
Para aproximarnos a la envergadura comercial de la que estamos hablando, Mercosur representa la sexta economía mundial, con un PIB de dos billones de dólares. La alianza con esta región brindaría a los países miembros de la UE el acceso a un mercado de 293 millones de habitantes. Además, se reforzaría la presencia europea en una región que cuenta con importantes reservas de energía, alimentos y agua.
El Comité Económico y Social Europeo (CESE) aprueba un dictamen en el que pide voluntad política para firmar un pacto que se traduciría en un gran beneficio político, económico y social para ambas regiones
Sería un error de elevado coste postergar durante más tiempo la firma del acuerdo. En el caso de España, las empresas pertenecientes al sector agroalimentario tienen una gran capacidad exportadora, y la mejora de las relaciones ya existentes con América Latina podría representar una oportunidad de expansión irrechazable: el gran número de nuevos consumidores potenciales podría tener, si se procuran las condiciones necesarias, una traducción en la creación de empleo y, a fin de cuentas, en la prosperidad de uno de los sectores más importantes de la economía española.
Al bloque del Mercosur, por su parte, el pacto le ofrecería la posibilidad de diversificar sus economías y añadir valor a sus exportaciones, además de acceder a un mercado de 500 millones de personas.
El comercio internacional y los acuerdos multilaterales como éste son, en el panorama actual, necesarios para dinamizar no sólo el crecimiento económico, sino también la consolidación democrática. Y precisamente ahora, cuando contamos con una coyuntura mundial a la que debe hacerse frente, agilizar las negociaciones para consumar el tratado con Mercosur se vuelve más urgente. La deriva proteccionista ha llegado a un nivel global y tendrá un fuerte impacto internacional: las nuevas barreras arancelarias, los amagos de guerras comerciales y la preferencia por las negociaciones bilaterales hacen que éste sea el momento idóneo para que la UE se alíe con Mercosur y se forme un bloque birregional potente.
El Comité Económico y Social Europeo (CESE) ha aprobado el Dictamen “Hacia un Acuerdo de Asociación UE-Mercosur”, del que he sido ponente. En él, se pide a las partes negociadoras, y en particular a la UE, que sopesen el coste político, económico y de oportunidad que supondría no llegar a firmar el pacto.
Debemos considerar también que el acuerdo tiene que ser equilibrado y fruto de un diálogo transparente entre las partes. Las dificultades que hasta ahora han frenado la firma pueden ser solventadas si hay voluntad política, y lo positivo que puede extraerse de unas negociaciones tan prolongadas es que, al menos, estas trabas están identificadas.
A la UE le preocupa especialmente el sector agroalimentario del Mercosur, porque mantener los estándares de producción conseguidos en beneficio de los consumidores y de la producción es esencial. La solución pasa por negociar el cumplimiento recíproco, y que no penalice a ningún sector, de los mismos estándares de seguridad alimentaria, de protección medioambiental y de bienestar animal tanto de la producción europea como de la importada. Deben ponerse en marcha medidas de acompañamiento y compensación, establecimiento de excepciones, planes de desarrollo para apoyar a los sectores más afectados y promoción de inversiones y políticas de innovación.
Debe garantizarse asimismo que todos los actores económicos podamos beneficiarnos del acuerdo: empresarios, trabajadores y el conjunto de la sociedad de ambas regiones.
Los temores y asimetrías de una y otra parte deben ser considerados, no cabe duda, pero sin caer en el error de seguir retrasando el acuerdo. La Unión Europea y el Mercosur se necesitan mutuamente y el Acuerdo de Asociación entre ambos tiene que ser posible: un pacto equilibrado, transparente y que no sacrifique a ningún sector, región o país en particular. Si se consigue, todos podremos beneficiarnos.