En tiempos de crisis siempre hay quiénes se apuntan a la equidistancia, ya sea esto por interés, por desconocimiento o por miopía ideológica. En este caso, cuando Cataluña y especialmente Barcelona arden, la alcaldesa de Barcelona sigue jugando a ese perverso juego de quedarse en medio para eludir su responsabilidad como principal representante de los barceloneses.
Ada Colau, en rueda de prensa ha declarado cosas como “Los jóvenes son nuestro futuro y los tenemos que escuchar” o “Pido a Sánchez y Torra que se sienten y dialoguen, con responsabilidad”, estas “propuestas” que podrían ser tachadas de buenista, pueriles e irresponsables, no hacen más que divertir del verdadero foco sobre el que tendrían que centrarse las instituciones: estamos ante un plan premeditado con el que crear una situación de anomia en Cataluña con intentos de expandir la anarquía por el conjunto del país para forzar un cambio de forma de Estado.
Mucho me temo que España se está convirtiendo en el territorio donde experimentar nuevas formas revolucionarias/populistas con las que hacer claudicar a las instituciones democráticas utilizando todas la nuevas herramientas tecnológicas a su alcance y buscando atacar los eslabones más débiles de nuestras instituciones, en verdad estamos asistiendo a movimientos revolucionarios con métodos posmodernos y sin un sólido corpus ideológico como los que veíamos en el periodo de entreguerras, una unión de diversos movimientos (nacionalismos, populismos, tiranías de izquierdas) con un solo denominador común: la caída del Estado y el régimen democrático del 78.
Pero volvamos a nuestra alcaldesa, empecemos con lo de “Los jóvenes son nuestro futuro y los tenemos que escuchar”, que alguien que alcanza un cargo de tanta relevancia e importancia como Ada Colau resuma lo que ocurre en Barcelona con eslóganes y dichos como ese nos dice mucho de cuánto se han degradado nuestros sistemas de elección de líderes políticos, estamos ante la antítesis de la meritocracia, estamos ante el paradigma del populismo más básico.
¿A quién se refiere la alcaldesa cuando dice que hemos de escuchar a los jóvenes? ¿a qué jóvenes se refiere? ¿a los que están incendiando la ciudad, cortan carreteras, agreden a policías y a todo aquél que se les interponga en sus desmanes? ¿En serio cree Colau que hay algo que se llama “jóvenes” a los que hay que escuchar o solo cree que hay que dar protagonismo político a los jóvenes revolucionarios que usan tácticas de terrorismo de baja intensidad para imponer su criterio, “jóvenes” que son precisamente muy cercanos a los postulados políticos de esa ultraizquierda que busca un cambio de régimen sea por el método que sea? Pues no,
Esa juventud que trata de imponer su ley amedrentando a la sociedad solo tienen una respuesta: las leyes de la democracia, porque del que incendia, amenaza y agrede no hay nada que escuchar
Sigamos con la segunda propuesta “Pido a Sánchez y Torra que se sienten y dialoguen, con responsabilidad”, empecemos por el final, por la responsabilidad, porque esto es la clave y nos da la pista de la grave irresponsabilidad de los siempre dispuestos a la equidistancia, porque ¿cómo es posible que Colau exija responsabilidad como si hubiere dos partes con las mismas responsabilidades ante lo que está ocurriendo? ¿acaso no sabe o no ve cómo se está utilizando la violencia como herramienta política o, algo peor, acaso se siente cómoda con estos escenarios de imposición ideológica por medio de la coacción? Y aquí viene la pregunta clave ¿cuáles son los límites del diálogo en democracia? Pues la respuesta es clara: con todo aquel agente que respete y acate las normas democráticas graduando su relevancia en función de su respaldo social, la primera parte es lógicamente necesaria.
Entonces, en la actual situación ¿es posible y deseable un diálogo responsable entre Sánchez y Torra? La respuesta nos la da el contexto, tenemos a un president de la Generalitat que ha alentado a los CDR para que “apretasen”, los jalea y hay informaciones en las que presuntamente se dedica a coordinar con ellos acciones ilegales y antidemocráticas, vemos cómo no condena tajantemente la violencia, se queja básicamente de la actuación policial, se refugia tras movilizaciones independentistas sin reconocer al resto de la sociedad catalana (la mayoría), amenaza en sede parlamentaria con volver a delinquir repitiendo los hecho de octubre del 2017…vemos a Quim Torra pidiendo diálogo político parapetado tras las barricadas de los cachorros, los subproductos irracionales del Programa 2000 de Jordi Pujol…¿en serio el Presidente del Gobierno debe dialogar políticamente con alguien tan irresponsable como Torra que desde el inicio de su presidencia ha decidido convertirse en un activista y dejar de representar a todos los catalanes? A Torra solo se le debería exigir la dimisión inmediata.
La enloquecida estructura narrativa que subyace al escenario es claro y se resumen: Torra pide diálogo político mientras alienta a unas huestes violentas para forzar a dialogar al Estado cuestiones claramente ilegales, innecesarias y antidemocráticas, eso sí, quedando aparentemente incólume de cualquier responsabilidad legal. Como decía al principio, parece que Cataluña y en puntos del resto de España se está experimentando con formas posmodernas de imponer cambios políticos por la fuerza, ante esto solo cabe firmeza y responsabilidad, son momentos convulsos que a su vez abren ventanas de oportunidad para reforzar y racionalizar nuestras instituciones y a nuestra democracia.