Opinión

Adriana como síntoma

Nada funciona en Moncloa ni en Ferraz. El descenso en las encuestas se hace acompañar de batacazos en las urnas, y el índice de popularidad de Sánchez es más bajo que nunca

  • Adriana Lastra durante un acto del PSOE.

En la biografía de todo líder político hay un momento en que todo es mohíno y nada sale bien. Haga lo que haga, fracasa. Cada acción cuenta como un estropicio, y cada palabra como una metedura de pata. Es cuando sus comparecencias públicas son pasto de memes, y sus posados avergüenzan incluso al fotógrafo. Es esa circunstancia en la que el nivel de halagos de la prensa amiga es tan nauseabundo que provoca la risa. Así está Sánchez.

Han echado a Adriana Lastra y la excusa para ocultarlo provoca sonrojo y luego una profunda tristeza. Sánchez la ha despedido con un tuit, como esas malas parejas que te dejan por whatsapp. Qué poco estilo e inteligencia. Qué oportunidad perdida para salir con ella del brazo, contar que tiene un embarazo de riesgo, y que la deja marchar. A no ser que sea mentira, que la echa porque ha perdido su batalla con Santos Cerdán y que no quiere cadáveres en Ferraz.

Nadie cree que el embarazo sea el motivo de la marcha de Lastra. El Pisuerga pasa por Valladolid, y punto. Ha sido una cosa de las luchas internas y de la ristra de bajas que dejan los fracasos electorales. De hecho, Lastra no va a dejar el acta de diputada, que sería la consecuencia lógica de una baja. No. Subirá al gallinero del Congreso a seguir cobrando.

Las crisis no se gestionan así. La troupe sanchista va de cagada en cagada. No parece que haya nadie que organice la política de comunicación de Sánchez. Esta descoordinación entre la propaganda y el propagandista es un síntoma de enfermedad grave en el sanchismo. Nada funciona en Moncloa ni en Ferraz. El descenso en las encuestas se hace acompañar de batacazos en las urnas, y el índice de popularidad de Sánchez es más bajo que nunca. No puede ni salir a la calle.

Nadie cree que el trabajo de Sánchez en la reunión de la OTAN fuera para el bien de España. La mayoría piensa que fue en beneficio propio

La cumbre de la OTAN no le ha reportado simpatías ni ha aumentado el número de posibles votantes. El motivo es que nadie cree que el trabajo de Sánchez en dicha reunión fuera para el bien de España. La mayoría piensa que fue en beneficio propio, lo que se confirmó con la conclusión que dio Moncloa a la cumbre: “Sánchez ya es un actor global”.

Tampoco ha servido el debate sobre el estado de la nación. La adopción del programa de Podemos ha sido para ganar por la izquierda lo que pierde por la derecha. Ya sucedió en Andalucía, que sobrevivió gracias a que el votante de Podemos vio en el PSOE un partido refugio. Esta podemización no es para mejorar nuestras condiciones de vida, sino para tener una oportunidad en las urnas y sumar luego con Bildu, ERC, Más País y lo que quede de Podemos.

La esencia del sanchismo es vender gamusinos y ya no tiene manera de que la mayoría los compre. Nadie cree que haya algo “gratis”, y menos el transporte en Renfe. Todos sabemos que cualquier servicio público se paga con dinero de nuestros bolsillos; es decir, subiendo los impuestos. Además, el discurso contra los ricos y las empresas no funciona cuando quienes lo dicen, Sánchez y los podemitas, viven como millonarios.

Menos aún han servido los abrazos con Bildu y ERC. La ley de Memoria Democrática que convierte a los etarras en héroes de la libertad, y el asalto descarado al CGPJ y al Tribunal Constitucional para contentar a los separatistas catalanes, empujan a los votantes socialistas moderados hacia el PP.

Un simple recordatorio de una víctima de la banda terrorista, del número de asesinatos sin resolver, o las imágenes de los homenajes a los etarras es suficiente para deshacer ese relato repugnante

Ni siquiera ha servido el trabajo de la prensa amiga para decir que esta política es “progresista”, que “ETA ya no mata” y que Otegi es mejor que Feijóo. Un simple recordatorio de una víctima de la banda terrorista, del número de asesinatos sin resolver, o las imágenes de los homenajes a los etarras es suficiente para deshacer ese relato repugnante.

El esperpento ha tenido su culminación en Extremadura. Han intentado vender como de “alta velocidad” un tren que va a 89 kilómetros por hora. Es un chiste tan de meme como la foto posando en el incendio de Monfragüe, con una manguera en el bolsillo del pantalón. A estas alturas no se sabe si el detalle picarón fue a propósito, o si tiene un entorno tan malo que nadie advirtió una cosa tan obvia y frívola.

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