Jean Luc Godard fue un cineasta francés que, en la segunda mitad del siglo XX, especialmente tras Mayo del 68, puso su ingenio al servicio de un discurso de izquierda radical que desembocó en su incorporación al movimiento maoísta. Trabajó en más de una ocasión con François Truffaut y Claude Chabrol, y esa colaboración dio como resultado algunas películas notables, como “À bout de souffle”, traducida aquí como “Al final de la escapada”. Protagonizada por Jean-Paul Belmondo -uno de los feos más atractivos de la gran pantalla- y Jean Seberg, cuenta el viaje de Marsella a París, en un coche robado, de un delincuente al que persigue la policía y, al poco de llegar a la capital francesa, su amiga estadounidense, Patricia, a quien pide ayuda, lo acaba denunciando a las autoridades. “Cansado y enamorado”, Michel, el personaje interpretado por Belmondo, se niega a huir y es arrestado. Fin de la historia.
Si aún viviera, quizá a Godard le tentara rodar una versión española, pero en clave política, de “Al final de la escapada”. Le sobrarían personajes y desde luego trama. Porque la política en España es hoy lo más parecido a una nave en medio de un ciclón y al mando de un desertor de la racionalidad en plena huida hacia adelante. Begoña Gómez, Koldo García, Víctor de Aldama, Carlos Barrabés, David Sánchez-Pérez Castejón; el pacto con Bildu para la excarcelación precipitada de más de 40 etarras sanguinarios; el acuerdo oficioso con el independentismo para, entre otras concesiones, desconectar tributariamente a Cataluña del resto de España. Suma y sigue…
La sistemática ocupación partidista de las instituciones, la normalización de la mentira como mecanismo de destrucción de la Oposición y de atrincheramiento en el poder; el cesarismo rampante con el que ha ido desmontando los pocos contrapesos democráticos que quedaban activados en el PSOE; una errática y dañina para el país política internacional, comprensiva con los gobiernos autocráticos, como Venezuela y Marruecos, e insolidaria con los que defienden la democracia frente al radicalismo islamista y antioccidental.
Pedro Sánchez es hoy un escapista al que cada vez le quedan menos trucos, un muñeco roto al que sostienen los más acérrimos enemigos del Estado, una obscena red de poder nutrida de estómagos agradecidos, la pasividad de las élites y de la sociedad civil (si es que eso existe) y una indudable capacidad para distorsionar la verdad y manipular a la opinión pública, tarea esta a la que destina una gran cantidad de recursos públicos.
Pedro Sánchez es hoy un escapista al que cada vez le quedan menos trucos, un muñeco roto al que sostienen los más acérrimos enemigos del Estado, una obscena red de poder nutrida de estómagos agradecidos
Este es el retrato, incompleto, de un político que prometió regeneración y lo que ha sembrado es crispación social, desprestigio institucional y miseria moral.
Lo que hoy desvelan Gema Huesca y Cristina García en nuestro periódico, es mucho más que un nuevo agujero negro en la interminable serie de asuntos turbios protagonizados por el entorno personal de Sánchez o por sujetos con hasta no hace mucho sólidos anclajes en el Ejecutivo. En primer lugar, porque se pone definitivamente al descubierto la colaboración, cien veces negada, de la que hoy es la tercera autoridad del Estado y ex presidenta de Baleares, Francina Armengol, y del anterior presidente de Canarias y hoy ministro, Ángel Víctor Torres, con la presunta trama de corrupción Koldo-Aldama. Pero sobre todo porque demuestra que el presidente del Gobierno, desde el primer momento, estaba al corriente de la conexión del que parece el principal actor de esta película de miedo, Víctor de Aldama, con el todavía no aclarado y furtivo viaje de la vicepresidenta venezolana a España en enero de 2020, asunto que desveló Vozpópuli y que se conoce como el Delcygate. Conclusión: Pedro Sánchez no cesó a José Luis Ábalos animado por un incontenible afán de regeneración, sino por mero instinto de autoprotección.
Lo que hoy devela nuestro periódico apunta a que Sánchez no cesó a José Luis Ábalos animado por un incontenible afán de regeneración, sino por mero instinto de autoprotección
En estos últimos días, distintos portavoces socialistas han transmitido su convicción de que Sánchez conseguirá sacar adelante los Presupuestos, lo que, según ellos, llevaría la legislatura, al menos, hasta 2026. No lo descartemos, por descomunal que sea el precio a pagar. En concepto de nuevas cesiones a los independentistas y de salud democrática. No lo descartemos, salvo que, cuando llegue el final de la escapada, y la Justicia termine de cerrar el cerco, nuestra particular Patricia (no Jean Seberg, sino Ábalos, Koldo o Aldama) acabe tirando de la manta.