Tiempos pasados fueron más felices. Al menos, nos dejaban más tranquilos. A Manuel, español medio, le preocupaba en el año 2000 su empleo, las maniobras subrepticias de su suegra; la conversión de las pesetas en euros y el Real Madrid. Llegaba Nochevieja y observaba a Ramón García y a Ana Obregón en La 1. La una bromeaba con la capa, y el otro, con el escote; y nadie se ofendía. Se deseaba feliz año nuevo a todo el mundo y chimpún. La gala que seguía a las campanadas la comenzaba el artista de moda y la terminaba Juan Pardo, impertérrito, elegante, cantando la del sorbito de champán. Año a año, a la misma hora, con esa voz que en los agudos angustiaba. Era un fenómeno previsible. Y esperado.
El mundo ha cambiado desde entonces. Es cierto que ni Nochebuena ni Nochevieja son las mejores del año. La primera está dedicada a los ausentes y la segunda, al podrá ser. Pero hasta hace unos años existía la posibilidad de divertirse sin recibir un sermón, como el que soltó Anne Igartiburu en los últimos minutos de 2021 en La 1.
Mientras los ciudadanos intentan celebrar algo y despreocuparse tras un año desfavorable, una cara conocida les suelta un sermón desde un púlpito, con tono aleccionador
Fue una perfecta definición de la España contemporánea: mientras los ciudadanos intentan celebrar algo y despreocuparse tras un año desfavorable, una cara conocida les suelta un sermón desde un púlpito, con tono aleccionador. Manuel, el fenómeno previsible ya no es Juan Pardo, sino el salmo ecosostenible o igualitario de turno. Infumable.
Afirmó la presentadora de La 1 que debemos llevarnos mejor y ser más tolerantes. También aclaró que su vestido de fiesta lo había diseñado Lorenzo Caprile a partir de un material respetuoso con el planeta. Su compañero de campanadas, Jacob Petrus, aprovechó para lanzar un alegato en favor de la Tierra y animó a los espectadores a que dieran un paseo por el campo para valorar de una mayor forma el patrimonio natural. Que se puede perder si el cambio climático continúa.
Por tu culpa, Manuel. Por tu culpa, que reciclas poco, prefieres el coche a la bicicleta para cruzar Madrid cada día y compras los pantalones vaqueros en Primark, en lugar de encargarle a Lorenzo Caprile un atuendo respetuoso con el medio ambiente, cuya fabricación no equivalga a lanzar un escupitajo de dióxido de carbono a la Pachamama. Parecía que desde el Concilio Vaticano II se había reducido esa costumbre de recordarnos a cada momento nuestros pecados y que debemos ser temerosos de Dios, pero la tropa de la Agenda 2030 ha ocupado ese lugar. Con fuerza. Con mucha fuerza. Hasta Felipe VI advirtió del riesgo climático el día 24.
Al poco de que terminaran las Campanadas, el doctor César Carballo -alertólogo de cabecera en los medios- publicó un mensaje en sus redes sociales en el que expresó su deseo de que, en 2022, se logre “un tratamiento antiviral nacional” y “una vacuna esterilizante nacional”. Acompañó el texto de una fotografía en la que aparecía junto a un vaso en cuya parte superior se hallaba un artilugio de plástico que sirve para evitar contagiarse de covid-19 al beber. Lo vende su propia empresa.
Era tradición en quien firma este artículo dedicar la sobremesa del día de Año Nuevo a ver ‘El Apartamento’, de Billy Wilder, pues es agria y dulce, lo que siempre anticipa lo que sucederá a todos los niveles en los próximos meses. Logró el Oscar a la mejor película en 1960. Dudo mucho que pudiera optar a ese premio a partir de 2024, pues no cumple las normas de diversidad que exigirá la Academia de Hollywood a partir de esa fecha.
Así que quizás sea mejor, Manuel, buscar información sobre la ropa ecosostenible o sobre las recetas más amigables con los seres vivos, elaboradas por el Ministerio de Consumo. O quizás sea más satisfactorio el recibir una ración extraordinaria de culpabilidad con un documental sobre el daño que generamos en el planeta. O con la última e infumable película de Netflix de Leonardo di Caprio y el meteorito, que viene a decir que somos negligentes ante la crisis climática. Manuel, no nos dejan en paz ni por las noches.