Mensajeros de Génova y Moncloa le insistían, desde hace ya meses, en que debería reflexionar sobre su futuro. Una forma amable de transmitirle que "el jefe no te quiere de candidata". Hay mucho en juego en las futuras elecciones y la plaza de Madrid corre serio peligro. Y ha renunciado.
Ana Botella heredó una alcaldía endiablada, erizada de deudas, de trampas y de un caso dramático y terrible, el Madrid Arena, que no supo gestionar. Se equivocó mucho pero trabajó aún mas. Y cometió el mayor de los errores: no ha sabido granjearse el afecto de los madrileños. Quizás sea injusto, pero la política es así.
Ya había decidido, después del verano, tomar esta decisión. Su esposo le animó a salirse del camino y a orillarse en el arcén. No se sentía querida por el partido. En el PP no tenía muchos valedores, como por ejemplo sí los tiene Ignacio González, presidente de la Comunidad con estrechos vínculos en Génova. Y tenía demasiados espíritus críticos. Botella logró ajustar el déficit, con una gestión que economica que todo el mundo alaba, pero que nadie, en su momento reconocía. Más bien, ignoraba. La tragedia del Madrid Arena resultó un mazazo demasiado contundentente como parara seguir políticamente viva. No se gestionó bien. Ni tampoco la huelga de basuras que irritó a miles de madrileños. Los errores han pesado más que los aciertos.
Rajoy se quita un obstáculo en la carrera por Madrid. Esperanza Aguirre es el perfecto perfil para el puesto, aunque su reciente revés judicial puede alterar algunos planes. Luego está Cristina Cifuentes, la delegada del Gobierno. Y el chascarrillo imposible de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Y puede que alguien más. Quizás un nombre fuera de las previsiones. Todo dependerá de lo que vayan marcando las encuestas de Pedro Arriola, la única brújula a la que entiende Rajoy. Será una decisión pragmática. Quizás previsible, quizás una sorpresa.