"El límite es el cielo". Los constantes rumores sobre su sucesión parecían despreciar aquella frase que pronunció el propio Emilio Botín durante la presentación de resultados de 2005. El ejercicio en el que los beneficios del banco superaron los 6.000 millones. La cercanía de su cumpleaños, hubiese cumplido los 80 años el próximo 1 de octubre, alentaba en los mentideros financieros su posible salida de la presidencia del Santander. De hecho, en las últimas semanas, la rumorología había puesto incluso fecha: el próximo lunes 20 de septiembre, durante la junta extraordinaria de la entidad que estaba prevista celebrarse en la capital cántabra.
Sin embargo, la agenda del presidente del Santander estaba repleta para los próximos meses. En la entidad niegan que este próximo lunes fuera a producirse ningún tipo de anuncio sobre la sucesión de Botín. Una cuestión con la que ha tenido que convivir el fallecido banquero en los últimos años. De hecho, ante la pregunta recurrente en los encuentros con los periodistas, Botín tiraba en más de una ocasión de ironía. "¿Acaso usted me ve mayor?", replicó en enero de 2013. Hace apenas nueve meses, en la presentación de los resultados anuales, fue incluso más rotundo ante la misma cuestión. "Estoy fenomenal. Seguiré hasta que haga falta".
Sin embargo, el engranaje de su sucesión llevaba tiempo perfilado. No por motivos de salud, sino de continuidad de negocio. El Santander, como todas las grandes multinacionales, cuenta con un plan de contingencia para este tipo de sucesos. Y al final de ese plan aparece el nombre de Ana Patricia. La hija que recogerá una entidad que su padre Emilio transformó e internacionalizó hasta los niveles que ninguno de los otros Emilios banqueros de la saga hubieran podido imaginar.
En su adn estaba escrito que su futuro estaría siempre vinculado a las finanzas, actividad a la se ha dedicado en cuerpo y alma y que llegó a convertirse en su pasión y su obsesión. Era bisnieto, nieto, sobrino, hijo, hermano y padre de banqueros. De hecho, en Boadilla recuerdan sus maratonianas jornadas de más de doce horas, las reuniones los domingos por la tarde con sus más estrechos colaboradores para preparar el plan semanal o las semanas en las que daba varias vueltas al mundo para mantener encuentros en Brasil, China, Londres o Boadilla. "El banco era su vida", sostienen varias fuentes del Santander.
Para el sector, la figura de Emilio Botín era la de un financiero ambicioso, arriesgado, pero muy seguro de sí mismo y, sobre todo, con amplitud de miras. Sus opiniones marcaban tendencia económica, pese a algunos gazapos en sus diagnósticos macro, cuando llegó a decir que la actual crisis económica en España se trataba de un "simple constipado".
Siempre fue un banquero cercano al poder político. Con independencia de su color. En las elecciones de 1996, apoyó el programa económico del PP. 'Me suena bien', dijo en una rueda de prensa Botín, quien además llevó a Aznar a Londres para presentar su proyecto ante los inversores en una reunión organizada por el Banco Santander de Negocios (BSN). Aquella actuación fue aprovechada por Felipe González para criticarle. Pero es cierto que Botín también apoyó a su gobierno socialista, además del de Zapatero en el pasado más reciente. A los políticos también les gustaba fotografiarse junto a él. De hecho, desde siempre en Moncloa se reconoce que no era casual que se situase a Botín cerca del presidente de turno en los encuentros con los grandes empresarios del país.
"Era una persona muy espontánea", recuerda alguno los empresarios con los que ha compartido alguna que otra visita a Moncloa. En 2012, apenas 24 horas después de que se conociese su regularización ante la Agencia Tributaria, Botín llegó a bromear explicando que "incluso me van a tener que devolver, creo que he pagado de más", en relación a los 200 millones que él y varios familiares ingresaron en Hacienda por un presunto fraude fiscal.
Múltiples causas judiciales
Esta fue una de las causas judiciales a las que tuvo que enfrentarse a lo largo de su vida. Fue procesado por delito fiscal por el asunto de las cesiones de crédito del Santander, productos financieros que evitaban el pago de las retenciones a Hacienda. La Audiencia Nacional archivó el caso el 20 de diciembre de 2006.
También fue investigado judicialmente por apropiación indebida y administración desleal en el caso de las jubilaciones que el Santander pagó a sus ejecutivos, el ex copresidente José María Amusátegui y el ex consejero delegado Ángel Corcóstegui, tras su salida de la entidad. Fue absuelto por la Audiencia Nacional en 2005 y por el Tribunal Supremo en 2006.
En febrero de 2007 la Audiencia Provincial de Cantabria archivó el procedimiento abierto contra él por la presunta comisión de varios delitos derivados de la entrega del 1% de las acciones de Banesto a 13 directivos en 1994. Todas estas causas fueron archivadas.
La revista estadounidense Forbes considera que su fortuna alcanzaba los 1.100 millones de dólares (846 millones de euros) en 2011. En Santander, su ciudad natal, aseguran que es dueño de media ciudad. Lo que sí es cierto es que era su lugar favorito. Después, Nueva York. Al fallecido presidente le encantaba pasear por la Gran Manzana.
Emilio Botín era un gran administrador: de palabras, de energías y, mucho, de tiempo. Por eso iba deprisa a todas partes, salvo cuando practicaba su deporte favorito, el golf. Los caddies sufrían para mantener su ritmo de marcha entre hoyo y hoyo. Los sábados que pasaba en Santander solía completar los 18 del recorrido del campo de Pedreña. Allí donde muchas veces jugó con Severiano Ballesteros, al que consideró como un hijo, más que como un yerno. Por el golfista siempre sintió un cariño especial. Más de un aficionado al golf recuerda a Botín sentando en una silla de tijera, en algún hoyo 9 de un campo inglés, tomando un bocadillo de sardinas esperando la llegada de Seve. "Siempre decía que era uno de sus mejores momentos", reconocen desde el mundo del golf. Su muerte fue un duro golpe para el fallecido banquero.
Su padre había cumplido los 83 cuando dejó la presidencia del banco. A Emilio hijo la sucesión le sorprendió, de madrugada, por un severo ataque al corazón, a los 79. Siempre temió sufrir algún tipo de arritmia. Por eso, viajaba siempre con un desfibrilador.