Al parecer, el Gobierno de Aragón, presidido por el socialista Javier Lambán, está decidido a que el aragonés (fabla aragonesa) se convierta en lengua vehicular para la Educación Primaria e Infantil. A tal suerte, la Dirección General de Política Lingüística del Gobierno regional ha encargado a la Universidad de Zaragoza que desarrolle el programa piloto, para “sensibilizar a la comunidad docente” y comenzar este mismo curso con lo que han dado en llamar “fase de contextualización”. La intención, dicen, sería la recuperación de una lengua que está en serio peligro de desaparecer.
Habida cuenta de los muchos problemas que preocupan a los aragoneses, podríamos caer en el error de pensar que Javier Lambán y sus socios de gobierno sencillamente han perdido la cabeza. Al fin y al cabo, pretender convertir en idioma propio el aragonés, cuando sólo lo habla el 4% de la población, es un disparate. Lo cual podría llevarnos a la equivocada conclusión de que, en efecto, en el PSOE han perdido definitivamente la cabeza. Sin embargo, en política las cosas casi nunca son lo que parecen.
Lenguas, naturaleza, universo... Y política
Ya en febrero de 2009, Koichiro Matsuura, Director General de la UNESCO, utilizando ese lenguaje que le es tan caro a los burócratas sin fronteras, afirmaba que “la pérdida de los idiomas indígenas va en detrimento de la biodiversidad, porque las lenguas vehiculan numerosos conocimientos tradicionales sobre la naturaleza y el universo”. Y tan pancho se quedó. Es evidente que el señor Matsuura no tenía entonces, ni tiene ahora, la menor idea de qué conocimientos sobre el universo se han perdido quienes no hablan la fabla aragonesa. Sin embargo, lo que sí sabemos en España es que, a pesar de que el 97% de los aragoneses desconocen ese idioma, Aragón sigue estando en pie. Y su cultura, también.
Como ha quedado demostrado en Cataluña y el País Vasco, la barrera más eficaz para limitar el acceso a las instituciones es la obligatoriedad de hablar un idioma que fuera de la región nadie conozca
El problema no es que los Matsuura de este mundo justifiquen sus cargos y la utilidad de organizaciones como la UNESCO, con sus vacuos discursos, trasladándonos la sensación de que realmente trabajan muy duro por un mundo mejor. No, el problema es las oligarquías políticas locales españolas elevan estas delirantes directivas a mandamientos legales a la velocidad de la luz. Y no lo hacen, desde luego, para salvar los conocimientos tradicionales sobre la naturaleza, el universo, la cuarta dimensión y los mundos paralelos. La fabla aragonesa les trae sin cuidado. Hay un propósito oculto: crear nuevas barreras con las que mantener su feudo administrativo a buen recaudo; es decir, al margen de los forasteros. ¿Y qué mejor para tal fin que oficializar un idioma que no hable ni dios?
En efecto, tal y como ha quedado demostrado en Cataluña y el País Vasco, la barrera más eficaz para limitar el acceso a las instituciones y, claro está, a los puestos administrativos, bien sea como funcionario, bien como empleado público, es la obligatoriedad de hablar un idioma que fuera de la región nadie conozca. De esta forma, la administración regional se convierte en el coto privado de los políticos locales. Y lo administrarán a conveniencia. No se trata, por tanto, de un delirio ni de una chaladura, sino de un premeditado blindaje. En el mismo momento en que prospere la susodicha Ley de Lenguas, empezará la cuenta atrás para que quien no hable aragonés sea, a todos los efectos, un forastero. Y el delirio de los idiomas regionales continuará, a mayor gloria del nepotismo local, por supuesto.