Benzema tuvo siempre algo sospechoso. La grada del Bernabéu le recibía, hace tiempo ya, con hostilidad. Le atribuían el peor pecado, la pereza. Tenía, sigue teniendo, un aire de despistado, como si el mundo girase en dirección contraria. La implicación del delantero, como tantas otras cosas en él, es un enigma.
Es difícil negarle la calidad, aunque en acaloradas discusiones de madridistas uno ha escuchado de todo. Es cierto, también verificable por los números y la experiencia, que no es un gran goleador. Decía Mourinho, en uno de sus múltiples ingenios, que era un gato en un mundo de depredadores. Como todas las aserciones rotundas, tiene fallas. Benzema marca todos los años un buen número de goles y suele aparecer cuando las tardes son importantes, como lo hizo en el Bernabéu contra el Bayern en el camino hacia la décima.
Uno de los grandes conflictos del francés es una simple cuestión de nomenclatura. Lleva el nueve y es delantero centro, motivo suficiente para que el mundo piense que debe ser un rematador, un saltador, un atleta con el gol entre ceja y ceja. La descripción le hiere, él no es nada de eso. Es un esteta, un jugador generoso, con magnífica disposición para el pase y la pared. No tiene el egoísmo que se espera en la posición y eso, que debería valer para apreciarle más, en ocasiones se le vuelve en contra.
Se le reclaman más goles, pero si funciona bien la delantera del Madrid es en parte porque hay un jugador de talento máximo que sabe orquestar a sus acompañantes, Bale y Cristiano. Al Madrid no le falta gente que marque goles, pero quizá sí hombres que sepan crear ocasiones y, para eso, está Benzema. Ya marcarán los de las bandas.
Esta temporada el Barcelona partirá con una delantera impresionante, tres jugadores, tres, de la primera fila mundial. Messi, Suárez y Neymar. Tres superclases con mucho gol. Queda ver como se conjugan, que no siempre es fácil. En el Madrid, con dos depredadores y un bohemio, ya se han hecho la composición de lugar. Luis Enrique necesitará sacar entre sus puntas, aunque sea sumando partes de cada uno, algo parecido a un Benzema para que de verdad todo cuadre.
Tiene el francés un problema añadido. Desde hace años se le señala como el preferido del presidente y se le juzga tras ese cristal. Y si es cierto, que no hay motivos para negarlo, pudo ser importante en el pasado, cuando la abulia no dejaba ver lo que hay en el delantero, pero hoy, asentado en la titularidad, indiscutiblemente importante, es un recurso para odiadores más que un beneficio para el atacante.
Benzema, recién renovado, no perderá sus andares atolondrados, seguirá desesperando a esa parte de la platea que cree que no hay nada más apreciable que una carrera, aunque esta sea un sinsentido. Admitiendo que nunca será Juanito habría que mirar un poco más allá y distinguir esas vetas de talento que no son tan visibles en un mundo que cada día le da más hueco a los atletas por encima de los prestidigitadores.