Frenazo y sorpresa en la cúpula del Partido Popular. El Comité Ejecutivo convocado para el próximo día 9 de febrero se aplaza hasta el día 16. Sin mayores explicaciones. Sin ningún tipo de justificación. Al más puro estilo Mariano. La noticia circuló como la pólvora por las arterias del partido. Algo ha pasado. Se alteran los tiempos, se dilatan los plazos. Nada de candidatos el día 10, como se apuntaba, como deslizó Pablo Casado, el joven y hábil portavoz de la campaña. Habrá que esperar una semana.
¿La culpa es de Madrid? ¿Se ha atascado la candidatura de Esperanza Aguirre? Porque parece que Ignacio González, después de su papel estelar en el cónclave del partido, tiene el puesto asegurado. O eso dicen. Esta semana circulaban curiosas versiones desde altos despachos de Génova. Aguirre moviliza a los suyos, decían estas fuentes, pero también a los ajenos, es decir, a la izquierda y, sobre todo, espanta al voto más centrista. Este es el argumento que se ha instalado en los cenáculos del PP. ‘Arriolismo’ en estado puro. En las últimas horas crecía la versión de que las encuestas que maneja el gurú demoscópico del partido habían orientado el pulgar hacia abajo. Que Aguirre no era la elegida. Que había que buscar otro nombre. Pura especulación. Los tiempos parsimoniosos de Rajoy a la hora de desvelar las listas están rompiendo los nervios a más de un candidato. En especial en Madrid, donde nadie sabe nada.
Sea o no Aguirre, es evidente que el aplazamiento de la ejecutiva ha caído como un mazazo entre los aspirantes a candidatos. Hay algunos detalles por pulir. Ya se han despejado las dudas en Castilla y León y Canarias. Repite Juan Vicente Herrera y no volverá a las islas el ministro Soria. Pero la batalla de Madrid sigue pendiendo del hilo del suspense. Una de Hitchcock. Nadie sabe cuál será decisión última del presidente. Quizás sigue buscando ese nombre sorpresa que algunos anunciaban para el Ayuntamiento. Un perfil menos significado que el de Aguirre. Un García Escudero, más neutro, con menos aristas. Todo son cábalas y elucubraciones. Pero algo ha pasado. Y todas las miradas se han posado, de repente, en Madrid.