Análisis

Tsipras y el Barça de Guardiola

   

  • Tsipras consulta la hora desde la tribuna de oradores del parlamento griego pocos días antes de convocar nuevas elecciones.

Alexis Tsipras detesta ganar de penalty en el último minuto. Él prefiere controlar el partido, dominar, sentir el aplauso de los hinchas. Le gusta vencer teniendo la posesión, como a Guardiola. Y a quién no. Pero las filigranas no siempre salen y cuando recibes el balón solo delante del portero lo suyo es marcar. No correr hacia atrás, como ha hecho Tsipras al mandar, otra vez, a los griegos a votar este domingo. Y es que aunque dice que ha "salvado al país", eso a él no le basta. Ganar así no es ganar.

La llamada fiesta de la democracia tiene en Grecia poco de celebración y mucho de falta de responsabilidad de sus gobernantes. Gobernar es precisamente lo que no hacen. Muchos griegos están hartos de que sus dirigentes finjan que cuentan con ellos, que tienen voz y, sobre todo, voto. Nada más lejos, como se vio en el referéndum de julio. Lo cierto es que la situación helena no deja mucho margen de maniobra. Tsipras asegura que su mandato "ha vencido", pero aspira a volver a ser elegido. A que le vuelvan a pasar el balón, aunque el rival no le deje hacer mucho con él. 

El líder de Syriza no renuncia a seguir gobernando aunque no se siente cómodo aplicando un rescate que él firmó y que los votantes rechazaron

"Métela tú que a mí me da la risa", debió pensar al tomar la decisión de adelantar elecciones. Y es que el líder de Syriza no se siente cómodo aplicando las condiciones de un nuevo salvavidas que él mismo acordó con los países que prestan a Grecia el dinero que necesita. Pero no le queda otra. Sea él o sea otro el que ocupe el sillón de primer ministro tras el voto de este domingo, estará abocado a cumplir con lo pactado. La alternativa es el corralito de hace un par de meses.

Tsipras, como en la imagen, mira su reloj y piensa "todavía no. Aún es pronto para acabar con esto". Y, en vez de intentar terminar de una vez con el drama que Grecia vive desde hace más de siete años -y cuyo final no se vislumbra-, da un paso atrás. Decide no tirar a puerta. Mejor mantener la posesión y crear una nueva oportunidad, más clara que la anterior. Vale la pena arriesgar, incluso si al final no se pasa del empate. "Aún no", piensa Tsipras mientras echa la vista a su muñeca y decide volver a preguntar a los griegos. Por tercera vez en nueve meses.

* La Zancadilla es una nueva columna semanal de Vozpópuli

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