Había estado tan contundente la doña el pasado viernes, que nos lo llegamos a creer. Sí, es cierto, hace falta ser muy crédulo para aceptar de buenas a primeras cualquier aserto o iniciativa que proceda de este Gobierno, pero el desafío que nos ocupa es tan importante, la ocasión que nos preocupa, tan histórica, que cuando Soraya Sáenz de Santamaría dijo el viernes, en rueda de prensa tras el Consejo de Ministros, que si el Parlamento de Cataluña aprobaba el lunes, este lunes, la declaración secesionista, el Gobierno de España iba a pedir su nulidad "en el minuto uno" al Tribunal Constitucional (TC), nos lo creímos, ilusos que somos. "En el minuto uno", dijo muy convencida la buena señora.
Pues parece que no. Han transcurrido ya unas cuantas horas y aquí no ha pasado nada. En el minuto dos, en el minuto tres, y en el cuatro y en el cinco, comenzaron a llegar a la redacción de Vozpópuli llamadas de lectores y amigos, simples ciudadanos alarmados todos, avisando de que el Gobierno había decidido posponer para el miércoles la reunión del Consejo de Ministros que debe adoptar la iniciativa de suspensión al TC. Mariano no parece tener mucha prisa. Es el acto revolucionario más importante ocurrido en España desde julio de 1936, pero Mariano ha decidido dejar la respuesta para el miércoles. Casares Quiroga, presidente de la II República, y su heróica respuesta cuando le anuncian la rebelión del 18 de julio: "Pues si ellos se han levantado, yo me voy a acostar". Mariano tiene problemas burocráticos que resolver. De protocolo tal vez. Es el vuelva usted mañana del gran Mariano José de Larra. Es la procrastinación, tantas veces denunciada por Américo Castro, de los problemas que la pereza española hizo antaño proverbial.
Todo el mundo sabía que el independentismo iba a cumplir la amenaza de aprobar la declaración secesionista con la que esta mañana nos ha obsequiado. Todos menos Mariano
Mariano es como aquellos motores de dos cilindros que necesitaban su tiempo para desplazarse de un punto a otro, aunque estuvieran separados apenas por 10 metros. Tampoco es un hombre previsor. A lo mejor se podía haber pedido por adelantado el dictamen del Consejo de Estado que, al parecer, es lo que retrasa la respuesta al envite separatista. A lo mejor. Es una sugerencia. Es verdad que sólo los hechos consumados son susceptibles de tener fuerza y/o efectos jurídicos, pero todo el mundo sabía que el independentismo iba a cumplir la amenaza de aprobar la declaración secesionista con la que esta mañana nos ha obsequiado. Todos menos Mariano, a lo que parece, que necesita su tiempo para actuar porque es incapaz de tomar la iniciativa, llevar la delantera, imaginar, aventurar, adelantarse por una vez, siquiera de casualidad, a los designios de los malos.
Dos años antes, por lo menos, del 20 de noviembre de 2011, todo español en sus cabales sabía que a Mariano le iba a tocar ser presidente del Gobierno de España de grado o por fuerza, y ello por culpa de ese desastre con piernas que fue su predecesor en el cargo, el malhadado Zapatero del "apoyaré la reforma del Estatuto de Cataluña que apruebe el Parlamento de Cataluña". Todos menos Mariano, que se pasó buena parte de 2009, 2010 y 2011 tocándose los violones, silbando en el muelle de la bahía viendo pasar los barcos veleros cargados de ron rumbo a Nueva York. Porque Mariano llegó a La Moncloa con las manos vacías, sin una idea, sin un papel en la cartera, sin un proyecto de Ley listo para publicar en el BOE, sin ningún trabajo adelantado sobre las necesidades perentorias de un país que se caía a pedazos, toda esa labor previa que cualquier presidenciable serio de un país serio realiza de antemano cuando sabe que va a tocar poder.
El flequillo de la 'nekane' de la CUP
Ahora Mariano también se toma su tiempo. Como la vicepresidenta del "minuto uno", que a lo mejor tiene algún compromiso de última hora que cumplir para volar en globo. A lo mejor tienen cosas más importantes que hacer. Mariano va a reunir el miércoles a sus ministros y aquí no ha pasado nada. O sí. La portavoz de la CUP en el parlamento de Cataluña, una belleza independentista con flequillo a lo nekane que responde al nombre de Anna Gabriel, ha dicho esta mañana que el texto aprobado supone "rechazar la imposición españolista de sus leyes y tribunales y el fundamentalismo constitucionalista que se impone por encima de la realidad democrática que hay en Cataluña". Anna Gabriel es hija de onubense por parte de padre y de murcianos por parte de madre. También ha anunciado "la desconexión democrática del Estado español, porque la democracia es la voluntad de la gente y no puede ser revocada por ninguna otra instancia".
A lo mejor a Mariano esto no le parece suficientemente grave, y por eso lo deja para el miércoles, vuelva usted mañana, en lugar de reunir esta misma tarde al Consejo de Ministros y elevar al Constitucional un minuto después el escrito pertinente para parar en seco y de una vez por todas la farsa con la que Artur Mas y su gente lleva tanto tiempo ofendiendo a los españoles. Hace apenas unos días pedíamos desde este mismo diario a Mariano Rajoy que "tuviera agallas" para responder con contundencia al reto secesionista. Seguimos sin saber si las tiene. Seguimos confiando en que, llegado el momento, este hombre y su Gobierno van a ser capaces de estar a la altura histórica del desafío que unos insensatos han planteado a España y los españoles. A la paz y la prosperidad de los españoles. ¿De verdad va a tener usted agallas para hacer lo que hay que hacer, don Mariano?