Análisis

Madrid, ¿de corte a checa otra vez?

Mediante el "consejo ciudadano" y la "policía comunitaria", el socialismo del siglo XXI, al que pertenecen la alcaldesa de Madrid y la formación que la respalda, pretenden deshacer la estructura de poder desde abajo, no desde el gobierno.

  • Miembros de Podemos durante un mitin.

El plan de Manuela Carmena para formar un sistema judicial y policial paralelo al legal no debe sorprender a nadie. El socialismo del siglo XXI, al que pertenecen la alcaldesa de Madrid y la formación que la respalda, pretenden deshacer la estructura de poder desde abajo, no desde el gobierno, y sustituirla por otra poco a poco. El planteamiento es vaciar de facultades a las instituciones y crear unas nuevas, a nivel popular, controladas por los socialistas del XXI, que absorban su papel, funciones y legitimidad, siendo capaces de constituirse en fuente del Derecho. De esa manera se vacía de contenido a la vieja estructura y se crea una paralela que con el tiempo se hace con el Poder. La democracia dejaría de ser el check and balances entre instituciones representativas para salvaguardar los derechos, y se convertiría en el dictado de las asambleas compuestas por los “actores activos” de la sociedad; es decir, ellos. Eso ya ocurrió en la Rusia de 1917, en la Alemania republicana (1918-1919, y 1923) y se intentó en la Italia del Bienio rojo (1919-1920). La diferencia con la actualidad es que ese comunismo se ha remozado con el populismo de Ernesto Laclau, que lo ha disfrazado de posmoderno.

Para Hal Draper, la emancipación del pueblo no podía venir de arriba, de una élite dominante, sino que dependía de que las “masas activas” se movilizaran “desde abajo”

Hal Draper, uno de los teóricos del trotskismo, alma de Izquierda Anticapitalista, la corriente que constituye el pilar central de Podemos, publicó en 1966 un ensayo titulado “Las dos almas del socialismo”. La idea era que la emancipación del pueblo no podía venir de arriba, de una élite dominante, sino que dependía de que las “masas activas” se movilizaran “desde abajo” para hacerse cargo de su “propio destino”. En este modelo de construcción del socialismo, los partidos son instrumentos obsoletos porque acaban siendo colaboradores del “régimen burgués”. Draper, al igual que los podemitas de hoy, hablaba de la existencia de una “mayoría social” con “interés y motivos para cambiar el sistema”, lo que debía hacerse desde la propaganda y movilización continua. La clave, escribía, era conseguir el “control democrático desde debajo” de los “poderes de la moderna autoridad social”. No es nuevo, ya lo decía Proudhon, socialista francés del XIX, o el italiano Malatesta.

Los dirigentes de Podemos insistían después del 26-J que no debían ni querían ser un partido, sino un movimiento popular; esto es, que la implantación del nuevo socialismo, el populista, debía aspirar al poder defendiendo y creando estructuras alternativas “a lo establecido”, a las de “los privilegiados”. Es una muestra del viejo utopismo, dictatorial y sangriento, que plantea ejercer el poder desde arriba en nombre de los de abajo. Es aquello que escribió Marx para la Primera Internacional: “La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”, lo que ha sido siempre una coartada para la dictadura. Bajo ese principio, los bolcheviques dominaron las asambleas populares, llamadas “sóviets”, y crearon una estructura de poder paralela a la del Estado que les permitió dar dos golpes: en octubre de 1917, y en enero de 1918, cuando las urnas les pusieron en la oposición.

Quieren crear una estructura de vigilancia policial, judicial y moral que recuerda a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) castristas

Hoy, con el programa de “Gobernanza Comunitaria de la Seguridad y la Convivencia”, el gobierno podemita de Carmena quiere crear una estructura de vigilancia policial, judicial y moral que recuerda a los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) castristas, que son grupos vecinales conocidos como "los ojos y los oídos de la dictadura"; o equiparables a los Círculos bolivarianos” que creó Chávez en cada manzana de barrio. El gobierno municipal de Podemos pretende elegir a un “Gestor de barrio” que actuaría de comisario político, junto al que situarían “círculos de custodia ciudadana”, una “red comunitaria pública y privada”, así como un “consejo ciudadano” –nombre que ya reciben los órganos de dirección de Podemos–. A su servicio, dicho gestor tendría una “Unidad de Policía Comunitaria”, que rondaría por las calles del barrio. Los delitos serían juzgados por un “jurado vecinal” que haría confesar al infractor –víctima del capitalismo, sin duda– y pagar ante la comunidad –ojo, no ante la víctima– para su “reintegración”. Esta estructura vacía de facultades a los juzgados y a la policía municipal, con quien Carmena ha tenido graves enfrentamientos en su escaso año de gobierno.

Ahora, tras el fracaso de Unidos Podemos el 26-J, los “gobiernos del cambio” dan su verdadero programa

El asunto es grave por varios motivos: van ganando la batalla del lenguaje y la agenda política con estos planes y conceptos de empoderamiento, la gente, el cambio, la dignidad, la justicia social, el combatir las desigualdades, los privilegiados, etc., que pueblan su manoseado discurso. Mientras, una parte del adversario (“enemigo” para ellos), los socialistas, siguen prestando su apoyo a este gobierno municipal, y los populares están tardando en plantar cara, denunciarlo, presentar alternativa o resistir. Ahora, tras el fracaso de Unidos Podemos el 26-J, los “gobiernos del cambio” dan su verdadero programa. Hasta ayer se habían dedicado a la política simbólica de cambiar nombres de calles, esperando a que Podemos, o la fórmula que lo contuviera, tomara el poder ganando las elecciones. Se contenían. No querían provocar el “miedo”. Ya es tarde.

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