Análisis

Xabi Alonso no explica el cómo, el cuándo y el por qué

  

Xabi Alonso nunca fue un gran madridista y es poco probable, a pesar de lo que diga, que haya empezado a serlo recientemente. En realidad es lo de menos. A un jugador se le pide profesionalidad, ambición, que no se deje ir nunca y solo piense en la victoria. Los besos al escudo, que tanto gustan, suelen ser más cuestión de marketing que la conexión real con un color. El sentimiento en el fútbol se incuba en la infancia y permanece para siempre, como el amor verdadero. Lo que se va generando por el camino es cariño y experiencia, pero difícilmente una afición profunda. Alonso es y será un aficionado de la Real Sociedad.

El Madrid no tiene reproches posibles sobre la implicación de Xabi Alonso en el club mientras ha sido parte de la plantilla. Es el tolosarra uno de esos raros casos que tienen entrega y talento en grandes cantidades. Del mismo modo que no falló un pase tampoco se ahorró una carrera ni dejó de dar una patada. La historia reciente del club no se puede escribir sin él. Pellegrini firmó su defunción social definitiva el día que, contra el Lyon, no pudo alinear a Xabi Alonso por sanción. Su equipo, desvencijado, se perdió en el campo, se fue de la Champions y terminó de sentenciar al chileno. La identificación del tolosarra con Mourinho, por su fútbol y su brega, no solo era normal, era casi necesaria. No ganó mucho en aquel tiempo, pero siempre estuvo entre los mejores. Más de lo mismo con Ancelotti, fue el andamiaje y la creación. No estuvo en la final de Lisboa, pero el título, el gran título, también llevó su sello.

Con eso dicho, su recuerdo en el Madrid debería quedar sin mácula y, sin embargo, no será así. Las preguntas se acumulan y no tienen respuesta, las regatea como si en lugar de mediocentro se hubiese convertido en extremo. ¿Por qué se va? Y, sobre todo, ¿por qué ahora? Quedan pocos días para que el mercado cierre, el Madrid ha planeado su plantel pensando en que Xabi Alonso, como lo ha sido durante un lustro, sería un tipo importante. Quizá jugaría menos partidos, el tiempo pasa para todos, pero probablemente estaría en los importantes. Dice el jugador que quiere ser honesto, que lo pensó después de Lisboa. Y la honestidad se esconde. Si lo pensó en mayo ¿por qué esperar al final de agosto? Dice que no le quedan motivaciones en el Madrid, que siendo honesto no puede seguir, pero no se va ni a Qatar a recaudar ni a San Sebastián a cerrar la carrera en el club de su vida, sitios en los que el discurso sería coherente.

Se va a Múnich, que entra en todas las categorías futbolísticas a las que pertenece el Madrid. Grandes de Europa, luchando por todo, equipos colosales. Se va, en definitiva, a un rival directo de ese equipo del que dice sentirse parte, lo hace sin dejar tiempo a ese club para reaccionar en el mercado. “Hay que saber cuándo decir adiós”, dice Xabi Alonso, aunque más podría parecer un “hasta luego” a nadie le sorprendería que su club viajase, más pronto o más tarde, a Madrid para jugarse un título. El club, que envió al diplomático Butragueño a la despedida, guarda silencio. No ha puesto ningún impedimento para su salida, aunque contractualmente podría haberlo hecho. Alguien debería explicar bien cómo ha sido el proceso y por qué todo ha sido tan sencillo.

Xabi, enorme jugador, siempre pensó en el equipo cuando estaba en el césped. Alonso, cuando llegó el momento, pensó en sí mismo y en sus propios motivos por encima de todas las cosas, el club incluido. Deja al Madrid descompuesto, con dos centrocampistas menos en una semana y lo hace sin explicaciones sólidas, dejando la mayoría de preguntas abiertas y tratando de quedar bien con todos cuando, en realidad, está plantando a la novia en el altar.

Siempre será un tipo atractivo, es probable que sus no explicaciones le valgan a muchos, pues él tiene ese tipo de encanto. Su elegancia y su inteligencia, por encima de la media, no siempre aparecen. Su rueda de prensa de salida, llena de vaguedades, estuvo trufada de muletillas (eeeeh) que harían llorar a un experto en expresión oral. Cuando terminó, sin embargo, Twitter se llenó de elogios a sus formas y sus motivaciones. A veces da lo mismo, se escucha lo que se quiere escuchar, se reciben los mensajes como se quieren recibir. Es importante labrarse una imagen y Xabi Alonso la tiene.

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