Opinión

Àngels, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa

En nuestra eterna búsqueda del justo medio aristotélico, los medios de comunicación patrios optaremos en los días venideros por sacar del almacén los mapas meteorológicos coloreados de naranja y negro para alertar de la degeneración

En nuestra eterna búsqueda del justo medio aristotélico, los medios de comunicación patrios optaremos en los días venideros por sacar del almacén los mapas meteorológicos coloreados de naranja y negro para alertar de la degeneración del clima, del verano y de la especie. No hay nada como brindar una información sensata y responsable a la sociedad para apuntalar la democracia, así que ahora que tras un final de mayo y un principio de junio lluviosos se avecina el calor veraniego, es turno de alertar al personal con boletines meteorológicos que anticipan la venida del apocalipsis.

El muchacho que se encarga de esta tarea por las noches en LaSexta utilizaba este miércoles un vocabulario casi bélico para referirse a la llegada del calor, que, al parecer, se ha convertido en un suceso extraño en esta época del año. “En Córdoba se alcanzarán, atención, los 40 (cua-ren-ta) grados”, subrayaba el meteorólogo con el mismo tono de preocupación que exhibiría quien acaba de ser alertado de un bombardeo. Mientras tanto, La Vanguardia publicaba una noticia sobre el deshielo antártico y unas muchachas arrojaban pintura roja sobre un cuadro de Monet en Estocolmo para concienciar sobre la pérdida de los humedales. Usted saldrá a la calle y comprobará que más o menos por estas fechas llega el calor todos los años. Pero este año, por alguna razón, es peor, le dicen.

Hay líneas editoriales que actúan sobre el cerebro de la audiencia del mismo modo que lo haría el LSD. Es decir, creando una alucinación que deforma o sustituye la realidad. Conviene tener cuidado con los psicotrópicos porque pueden jugar muy malas pasadas en quienes los prueban. Alguno, nunca vuelve del viaje y termina sus días como torero de automóviles o anunciante de la parusía. Hay drogas que son inyectadas al tomar contacto con cualquier pantalla. Ahí se puede apreciar que los mapas que hasta hace unos veranos se coloreaban en verde y amarillo, ahora tienen tonos infernales, en naranjas y negros de fuego, infierno y muerte.

Deformación de pre-campaña

Ojalá estas disonancias cognitivas sólo afectaran a la información meteorológica, pero también se extienden a otros ámbitos, especialmente los que tienen que ver con la política. El espectador que sintonizara LaSexta este miércoles pudo apreciar a el gran Wyoming pronunciar frases tan razonables sobre el candidato de Vox por Valencia -condenado por maltrato- como la siguiente: “Uno de los delitos que más repugnan a la sociedad se ha convertido en un valor político absoluto para el PP”. O la que sostenía: "Me resulta extraño que los populares, tan dados a poner el grito en el cielo con que Bildu lleve asesinos en sus listas, no saquen ahora un 'delincuentes machistas fuera de las listas'”.

No será el firmante de estas líneas quien defienda a un tipo que fue declarado culpable, pero conviene señalar la maldad de Wyoming al asignar a un partido toda la responsabilidad sobre este asunto. Porque bien podría haber recordado que Jesús Eguiguren (PSOE) también fue condenado a una pena de cárcel por esa razón en 1992. Entonces, siguió como diputado socialista en el País Vasco y, en 2009, fue designado como presidente de su grupo parlamentario en esa comunidad autónoma.

Sobra decir que para ejercer el oficio de la política sería recomendable disponer de un currículum que roce lo ejemplar, y no parece que suceda así, ni en estos casos, ni en otros muchos. Habrá quien considere que una condena por cualquier delito incapacita para gestionar el patrimonio público -así lo considera quien firma estas líneas-, pero, desde luego, los periodistas que estos días atribuyen la corrupción moral tan sólo a los enemigos políticos, lo que hacen en realidad es manipular a su audiencia.

Si el PSOE definió a los Pablo Motos, Iker Jiménez o Ana Rosa Quintana como trumpistas, debería ser consciente de que sus vedetes mediáticas cultivan las mismas prácticas.

Todavía peor es lo de aquellos líderes de opinión que se han echado al monte, como es el caso de Àngels Barceló, quien afirmó el pasado miércoles, en la Cadena SER, que la violencia machista también es una forma de terrorismo y que, por tanto, es equiparable a la de incluir a asesinos de ETA en las listas electorales.

Este argumento no resiste un análisis medianamente serio. Está prefabricado por los Miguel Barroso y compañía, quienes comprobaron que la desfachatez de Bildu -la de incluir asesinos en sus listas electorales- afectó a la campaña del PSOE y ahora quieren aplicar esa polémica al pacto del PP y Vox en Valencia.

Su perfidia es infinita, principalmente, por equiparar a los sinvergüenzas que maltratan a las mujeres con los terroristas. Es decir, por tratar de igualar las causas y las consecuencias de un fundamentalismo político y religioso con los penosos casos de las mujeres que sufren la actitud criminal -criminal a secas, sin justificación ni argumentario integrista- de sus parejas.

Creo que no son conscientes del daño que hacen a las víctimas de sus parejas con esta actitud. Porque convierten sus casos en parte de una cruzada política. Y no hay nada más peligroso que intentar asociar a una ideología la defensa de este tipo de causas. Porque en los momentos de confrontación política, quienes traten de obtener beneficios de este hecho tenderán a convertir en 'negacionistas' a los contrarios, pese a que no lo sean. Y deformarán la realidad para tratar de conservar -o alcanzar- el poder. De ahí la maldad de Wyoming, Barceló y compañía.

Y de ahí que su capacidad para manipular a la opinión pública termine por enfrentarla sobre asuntos en los que, en realidad, prima un gran consenso entre los ciudadanos, que es el de lo razonable, lo legal y lo bondadoso. Estos líderes de opinión son muy conscientes de que 'una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa', pero también de que su elevado sueldo se debe, en parte, a su capacidad para confundir sobre la naturaleza de las dos partes de esa oración.

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