El 4 de abril de 1949 se creó la OTAN, la alianza política y militar con la que varios países se comprometían a la defensa reciproca en caso de un ataque de la URSS. La mayor parte de esos Estados eran democracias noratlánticas, aunque existían excepciones, pues Portugal y Turquía no pertenecían al club de las democracias representativas, pues eran regímenes autoritarios o estaban fuera del Atlántico. Sin embargo, el régimen del general Franco nunca pudo entrar en la OTAN, por su naturaleza originaria de modelo fascista, aunque su ejército, y lo sabemos quienes hicimos la mili en aquellos años, usaba las normas NATO/OTAN en su armamento, y las bases militares norteamericanas estaban situadas en nuestro país pero en condiciones jurídicas y económicas mucho peores que sus equivalentes en territorio OTAN. Todo eso cambió cuando España entró en la Alianza Atlántica en 1982, con el gobierno de Calvo Sotelo, y más tarde, con el de Felipe González.
A los 70 años de su fundación, la OTAN se encuentra con un problema conocido, el hervor nacionalista de alguno de sus miembros, pero con otro inédito, que sea el presidente norteamericano el que esté hirviendo de fiebres autárquicas, y por eso, lanzando contagiosos anticuerpos hacia la idea misma de ser aliado de los Estados antes amigos.
En efecto, la OTAN tuvo que superar las aventuras coloniales de Francia y Reino Unido cuando atacaron Suez en el Egipto de Nasser (1956); los desplantes del presidente de Francia, Charles de Gaulle, a los norteamericanos y a sus bases militares en Francia (1966); o el ataque a Irak decidido por los dirigentes Bush, Blair y Aznar, contrario al criterio de la Alianza(2003); pero la actitud de Donald Trump puede suponer que la Alianza Atlántica se encuentre en su etapa final.
Si Trump obtiene un segundo mandato como presidente, la OTAN, la ONU y hasta la Unión Europea serán sacudidas, hasta entrar en crisis terminal
Aunque las dos Cámaras estadounidenses han tenido el gesto importante de escuchar al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, un noruego que fue primer ministro en su país, con el que una gran mayoría de los senadores y representantes de ambos partidos quieren enviar un mensaje desde el legislativo a Trump, no es menos cierto que si Trump obtiene un segundo mandato como presidente, la OTAN, la ONU y hasta la Unión Europea serán sacudidas, hasta entrar en crisis terminal, por su fobia a las relaciones internacionales multilaterales, a las basadas en la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a los tratados de libre comercio, a la defensa de los valores democráticos…en fin, su fobia, no lo olvidemos, al legado de los triunfadores sobre el militarismo de las potencias del Eje alemán, italiano y japonés de la II Guerra Mundial.
Si bien la OTAN nació contra el expansionismo de la Unión Soviética de Stalin (la causa inmediata fue el golpe de Estado con el que los comunistas instauraron una dictadura de corte soviético en Checoslovaquia), es significativo que la URSS, a la muerte de Stalin, pidiese ingresar en la OTAN en 1954, pues sus principios políticos coincidían con el antifascismo del que hacia gala el movimiento comunista.
Todavía recuerdo haber visto en televisión al dirigente de IU, Cayo Lara, antecesor del actual, Alberto Garzón, despedirse como diputado en la tribuna del Congreso de los Diputados, con la tópica exclamación: “¡OTAN no, bases fuera!”. Tópica porque IU nació como movimiento en contra de la integración de España en la Alianza Atlántica.
Pues bien, organizaciones europeas como IU, y dirigentes como Cayo Lara, Alberto Garzón, e incluso como Jeremy Corbyn, el líder actual del laborismo británico, ahora se encuentran, todos ellos, coincidiendo en ideas sobre alianzas defensivas con su antaño simbólico exponente de lo peor de lo peor: el presidente de los Estados Unidos. Según teorizan, no es una contradicción, sino que esa coincidencia con las ideas de Trump -máximo ejemplo del imperialismo capitalista- es la expresión del final de una era de militarismo, y el anuncio de un futuro de paz universal. Mucho me temo que ese pensamiento, como le sucedió al pacifismo europeo que se negó a combatir al nazismo antes de la Guerra Mundial, será visto como una gran ingenuidad, y que no suponga, como hace 80 años, una terrible contrariedad.
La Unión Europea empieza a ser consciente que los riesgos ya no son los ejércitos comunistas, ni tampoco la Rusia de Putin
Trump exige a sus 28 aliados en la OTAN que gasten al menos el 2 por ciento de su PIB en defensa. El dardo tiene un blanco, la Alemania que vende en Estados Unidos más de lo que compra, que sólo llega al 1,23 por ciento de su riqueza. España, por ejemplo, gasta aún menos, el 0,9 por ciento. Lo cierto es que Europa es consciente de que contribuye poco, comparado con el 3,3 por ciento que es el gasto defensivo de Estados Unidos. En su conjunto, la OTAN dedica a la defensa el 54 por ciento del gasto militar mundial.
El gasto no es el problema de Europa con Trump. El presidente americano empezará pronto a exigir el 4 por ciento. Y después, amenazará con aranceles a la industria militar europea. La Unión Europea empieza a ser consciente que los riesgos ya no son los ejércitos comunistas, ni tampoco la Rusia de Putin. El combate de futuro es entre las democracias representativas, y las democracias sin derechos humanos, se llamen Federación Rusa, la República Popular China o sus cada vez más abundantes seguidores y partidarios. La Unión Europea tiene ahora una oportunidad de imaginar el futuro. El 'brexit' británico es un fantasma horrendo del pasado.