Sin su aparato mediático y administrativo, el separatismo hace muchos años que se habría ido cañería abajo entre borboteos y un buen chorro de Pato WC. Ni tuvieron jamás un programa sólido ni supieron crear más que héroes de hojalata, políticos jóvenes con todos los vicios de los políticos viejos, acartonados, sin sustancia y llenos únicamente de aire caliente que se ha ido enfriando a la que una simple aguja judicial los ha pinchado. Ahora lo tienen de dulce, con un Gobierno que, por no perder la poltrona, les va a dar el oro y el moro, pero aún y así, y con un escenario tan proclive para sus torticeros intereses, no saben quedar más que como lo que son, a saber, unos incapaces.
Vean el lío que se traen con la famosa mesa camilla para el diálogo entre gobiernos, decían, que ha terminado en reunión para echar una partida al tute subastado con marrullería asegurada. Que la parte española – es un eufemismo irónico – la componga el presidente Sánchez, dos vicepresidentes y varios ministros no se corresponderá con la parte catalana, a la que irá Torra y un batiburrillo de personal variopinto. Solo faltan Pilar Rahola, Mikimoto y Toni Soler.
Ya me contarán, si no, que pinta allí Elsa Artadi, de JxCat y actualmente en el Ayuntamiento de Barcelona, o Marta Vilalta, de ERC, que no son miembros del Govern. Resulta mucho más peregrino que hayan incluido en la delegación que representa el mandato popular al señor Josep Rius, que tiene como único mérito haber sido jefe de gabinete de Puigdemont, o el señor Josep María Jové, el hombre de la agenda Moleskine investigado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por causa del 1-0. Torra pedía que estuvieran en la mesa Puigdemont, Junqueras, Jordi Sánchez o Marta Rovira, pero como España es tan facha y tan criminal, tienen que contentarse con esos segundones.
Puigdemont y Rovira deberían dejar sus cómodos edredones y desplazarse a España, pero la ley les produce alergia y están esperando cómodamente a que Sánchez encuentre la martingala para indultarlos
Hombre, president, si Jordi Sánchez estaba el sábado en TV3 tampoco le resultaría demasiado difícil acudir a unas reuniones que ya intuimos pocas e inútiles. Lo mismo podemos decir de Junqueras. Eso sí, Puigdemont y Rovira deberían dejar sus cómodos edredones y desplazarse a España, pero la ley les produce alergia y están esperando cómodamente a que Sánchez encuentre la martingala para indultarlos. Resulta harto evidente que no hay mucho interés por formar parte de la delegación estelada. Consellers están los señores Puigneró, Bosch, el vicepresidente Aragonés y el mismo Torra, amén de las dos señoras citadas y el diputado de Esquerra Josep María Jové, que debía pasar casualmente por ahí.
Según nos cuentan personas próximas al Govern, no hay precisamente bofetadas para asistir a lo que más de uno de los diputados separatistas denominan una carallotada, una charlotada, una chorrada, en buen castellano. Ambas partes son conscientes de que nada de lo que allí se diga servirá más que para hacerse algunas fotos, sin resultado positivo o concreto alguno. Lo que se ventila en el fondo de todo este esperpento es que los presupuestos de Sánchez se aprueben, que los que tienen cuentas con la Justicia por su intento de golpe de Estado se vayan de rositas, que la Generalitat siga en poder del separatismo y continúe secuestrada otros cuarenta años, eso sí, ahora con el concurso del PSC, y de que toda una generación de perfectas inutilidades políticas se aseguren poltrona y estipendio el resto de sus vidas. Hay que mantener el colosal negoci que montó Jordi Pujol, señores. Eso es mucho peor que dinamitar España, es dinamitar la democracia, el sentido común y las mesas en general que, pobrecitas, ninguna culpa tienen de que se las instrumentalice de forma tan chapucera.
Ya lo saben, si les interesa, los de Torra pueden hacerle un huequecito, que les falta gente. Y pagan de puta madre, oigan.