Opinión

Argelia: el que estorba es Pedro Sánchez

El presidente acusó este martes al PP, en su primer cara a cara con Feijóo, de "ser un estorbo". A estas alturas, y cada día que pasa, se va viendo quién es el que estorba

  • Pedro Sánchez en el Congreso. -

El mismo día en que el presidente del Gobierno informaba por fin en el Congreso de los Diputados del giro de 180 grados en la postura española sobre el Sáhara –dos meses después de que la opinión pública española se enterara por boca de la monarquía alauí- el Gobierno argelino suspendía  “de inmediato” el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación con España, firmado hace ya casi 20 años, y que –de facto- supone la antesala de la ruptura de relaciones.

Argel asegura que es la respuesta al "injustificable" cambio español de su posición sobre el Sáhara Occidental. "Una violación de sus obligaciones legales, morales y políticas como poder administrador del territorio que pesan sobre el Reino de España" denuncia la presidencia argelina.

Las consecuencias de la decisión personal del presidente del Gobierno con respecto a Marruecos –tomada, además, mientras su teléfono y el de la ministra de Defensa habían sido infectados y atacados por Pegasus, un sistema israelí en poder de las autoridades de Rabat- son imprevisibles y deben achacarse directamente a Pedro Sánchez. Él  la tomó sin consultar a la parte morada de su propio Gobierno –firme defensora de la postura del Sáhara y el Polisario-; tampoco lo conocían y mucho menos lo comparten ni el PNV ni el resto de socios habituales del Gobierno Frankenstein –Rubalcaba dixit- como Bildu, ERC, Más País o Compromís.

Las relaciones estrechas con Argelia permitían una colaboración óptima en la lucha contra el yihadismo en el Sahel y en el control de los flujos migratorios ilegales

En la Guardia Civil, Policía Nacional y no digamos el denostado CNI –que ha pagado las consecuencias del escándalo de Pegasus y las amenazas de los independentistas al Gobierno- hay seria preocupación. Las relaciones estrechas con Argelia permitían una colaboración óptima en la lucha contra el yihadismo en el Sahel y en el control de los flujos migratorios ilegales. Los expertos temen que, a partir de ahora, vuelvan a haber pateras desde las costas argelinas a Baleares y el sureste de Andalucía, y que nuestras antenas pierdan información esencial contra el terrorismo yihadista que utiliza España como entrada sur a Europa.

En el plano económico, el inexplicable cambio de postura de Sánchez con el Sáhara ha tenido como primera consecuencia el acercamiento de Italia al país magrebí, que se ha convertido ahora en socio preferente de su gas para paliar su dependencia rusa. Además, como contaba este martes El Confidencial, se ha dado orden de no importar insumos de España. Y las grandes firmas españolas con intereses millonarios en Argelia llevan semanas –desde el cambio de posición- ninguneadas por las autoridades magrebíes.

Todo un éxito –otro más- para el presidente del Gobierno con una apuesta personal –insisto, hasta Zarzuela fue marginada hasta el último momento de sus intenciones- que ha logrado dejarle más solo en el Parlamento, amenazar las buenas relaciones en materia de seguridad y migraciones con uno de los países vecinos y asestar un duro golpe a los intereses económicos de España en Argelia.

Y todo para reparar un error del propio Gobierno que decidió acoger con nombre falso y sin informar a Rabat al líder del Polisario, Brahim Ghali, enemigo público de Marruecos y con causas pendientes en la justicia española

Y todo para reparar un error del propio Gobierno que decidió acoger con nombre falso y sin informar a Rabat al líder del Polisario, Brahim Ghali, enemigo público de Marruecos y con causas pendientes en la justicia española. Ese movimiento desastroso provocó el chantaje inmediato marroquí, la avalancha migratoria sobre Ceuta y Melilla, la retirada del embajador... Y Sánchez decidió tapar la vía de agua abierta con otro movimiento cuyas consecuencias estamos aún muy lejos de calibrar.

Y todo, unas horas después de intentar explicar lo inexplicable en el Congreso y de que en el Senado acusara al líder de la oposición, en su primer cara a cara, de “ser un estorbo”.  A estas alturas, y cada día que pasa, se va viendo quién es el que estorba.

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