Opinión

Asalto a Palacio

Si nos elevamos por encima de la anécdota cotidiana, comprobaremos que lo que sucede en España son algo más que meras turbulencias. Lo que se pretende es tomar por asalto el sistema democrático

  • La princesa Leonor, el Rey Felipe VI , la Reina Letizia y la infanta Leonor durante la Ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias 2019

El término hipócrita procede del griego y se empleaba para designar a los actores, a quienes fingían un papel que no era el suyo. Basándonos en la definición clásica – lo clásico es la última tabla de salvación – los socialistas, los separatistas, los podemitas, los batasunos, son hipócritas puesto que encubren, en mayor o menor medida, sus intenciones, sus propósitos, sus objetivos. Estos no son otros que erradicar el sistema constitucional, sustituyéndolo por otra cosa más siniestra y peligrosa, si a la historia de España nos atenemos.

Desde el modelo territorial, que pretenden cuartear como a una res en el matadero para dejar a España en un simple conglomerado de taifas mucho más fáciles de manipular, a la monarquía parlamentaria, que les incomoda al estar el Rey por encima de partidos y, por tanto, de sus chalaneos, no hay nada en el régimen emanado de la Constitución que no se ataque diariamente por parte de unos u otros. El empeño no es nuevo, y bebe de la peor tradición política patria que abreva en un nuevo cesaropapismo populista, ese nacional bolchevismo que pretende buscar el sincretismo entre extrema derecha y extrema izquierda.

No es extraño que Sánchez tenga secuestrado al Rey en todo este conflicto violento que vivimos en Cataluña, como no lo es que Torra defienda abiertamente a los amotinados en el Parlamento catalán. Son peones de esa trágica estrategia que persigue una nueva confrontación entre españoles, solo que ahora ya no precisan ni de la Motorizada de Prieto ni de els fets d’octubre. Emplean las armas de propaganda que las nuevas tecnologías brindan para sembrar ese golpe de Estado que es evidente para quien quiera verlo. No solo es en nuestro país. El fantasma del totalitarismo campa a sus anchas por esta vieja Europa asmática y sin músculo político, que asiste estupidizada a su fin como referente mundial de la democracia y la libertad.

Lo último en este dantesco número es que Valls se postule como candidato para enterrar a Ciudadanos, sustituyendo al partido naranja por otra cosa más dúctil y cómoda para los titiriteros

La senilidad de los políticos y su inacción nos ha conducido a este punto. Son títeres en manos de los intereses de aquellos que manejan los hilos detrás de los focos con astucia infinita y egoísmo absoluto. Si lo saben y son cómplices es cosa que desconozco, pero no creo que el nombre de Soros les sea desconocido. Aunque también el millonario financiero de organizaciones antisistema de toda laya puede que sea solo el muñeco visible, el espantajo con el que asustar a los niños. Todo lo que vemos es trampa, decía un reputado ilusionista. Es aquello que nos hurtan a la vista lo que debe hacernos sospechar. En ese diabólico trampantojo vivimos, creyendo que la política es este partido o aquel otro, sin darnos cuenta de que la mayoría participa del mismo engaño, limitando su triste papel al del ayudante del mago que se contenta con aparecer en el escenario, diciendo con sonrisa forzada el consabido ¡ale hop! cuando este convierte bastones en ramos de flores o saca conejos de una chistera.

Lo último en este dantesco número es que Valls se postule como candidato para enterrar a Ciudadanos, sustituyendo al partido naranja por otra cosa más dúctil y cómoda para los titiriteros. Cuando Rivera se negó a pactar con Sánchez clavó el definitivo clavo de su ataúd político, porque hay cosas que el sistema mundialista no tolera. Ustedes se preguntarán quienes son estos oscuros dirigentes que hacen y deshacen a su antojo sobre las vidas de millones de seres humanos, cual es la identidad tras la que se ocultan, en qué conciliábulos se reúnen, quien los controla y como es posible que sociedades, en teoría, libres y democráticas, puedan ser manipuladas sin que nadie dé el grito de alarma.

Esa, parafraseando a Kypling, queridos lectores, ya es otra historia.

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