Opinión

La autocrítica no es un traje a la medida del político

Sería gratificante que Iglesias se diera un baño de autocrítica y se juzgara con la misma vara que utilizó con sus adversarios

  • Irene Montero y Pablo Iglesias.

Un hecho se convierte en noticia, como se sabe, cuando rompe con la rutina y resulta excepcional. Si esta semana se hubiese sabido que el ex presidente José María Aznar vende todas sus propiedades, abandona a Botella, el gimnasio, los abdominales y se retira a trabajar en una plantación de arroz, lejos de cualquier hábitat urbano, porque ha visto que la ciudad no le llena, eso hubiera sido noticiable. De la misma forma, todos los medios han encontrado más que justificable hacerse eco esta semana de que la portavoz de Podemos, Irene Montero, junto a su pareja, Pablo Iglesias, abandonan sus respectivas casas, en Rivas-Vaciamadrid y Vallecas, para irse a vivir a una casa a las afueras, de 268 m2 y por valor de 615.000 euros.

Lo excepcional no es precisamente que se hayan comprado una casa, aunque sea la operación financiera más importante para una familia, sino que lo noticiable rebosa por los cuatro costados. Por un lado está que, no tanto Montero como sí Iglesias, ha abanderado un orgullo de barrio, y de asegurar que nunca abandonaría Vallecas (“las mejores vistas de Madrid están aquí, en Vallecas”, decía), ni siquiera le tentaría habitar La Moncloa si invistiera como presidente, como confesaba sin tapujos en más de una entrevista o mitin. Asimismo, hizo suyo, en lo racional y en lo emocional, ser de clase trabajadora. Renegó todos estos años de todos esos políticos que preferían vivir en Somosaguas, en un chalé, que no saben lo que es coger el transporte público, lo que cuesta un café (sic). Le parecía peligroso.

Desde que forma parte del escenario político, Iglesias ha defendido que la política no solo es discurso, no solo se hace desde las instituciones. Es estar con los pensionistas, pisar calle, estar cerca del pueblo. El ser ejemplar debía ser básico, decía. A todo esto, que ha sido su prédica, prefirió dar detalles de la operación de la polémica compraventa a través de su página de Facebook. Los argumentos que expone para explicar por qué se ha comprado la casa, en vez de despejar dudas, están llenos de incongruencias. Si bien el político es conocedor de que los sueldos de un grueso de la sociedad no superan el lindar de los 23.103 euros anuales brutos (última actualización del INE), algo que no considera digno, y que a partir de los precios de Madrid (su zona) “elegir un sitio para construir un hogar no es una tarea sencilla para la mayoría”, ¿qué tendrá que ver eso para escoger una de las casas más caras de la zona donde se muda? Puede, incluso, sonar a socarronería.

En La Navata el precio medio ronda los 1.284 euros/m2 para las viviendas unifamiliares. Iglesias y Montero han pagado por su nueva casa unos 2.463 euros por m2, justo el doble

Que escoja una ciudad en el campo (o lejos de la gran urbe), nada que objetar. Cierto es que La Navata no es ni mucho menos de las zonas más caras de la sierra oeste de Madrid, ya que el precio medio ronda los 1.284 euros/m2 para las viviendas unifamiliares y hasta 1.718 euros el m2 para los pisos, según datos del índice de precios de idealista. Pero Iglesias y Montero han pagado por su nueva casa unos 2.463 euros por m2, justo el doble, lo que hace más que probable que sean de los vecinos con mayor poder adquisitivo de la localidad, al menos en términos patrimoniales. Ahora que podría ser considerado de clase adinerada dentro de su nuevo barrio, ¿cómo se mastica el binomio ricos-malos que tanto ha señalado para evidenciar las desigualdades en España y la razón de quebrar la democracia (sic)?

También, ha defendido durante toda su trayectoria política no cobrar más de tres veces el salario mínimo interprofesional y así lo determinó el código ético de su partido. Eso es, a día de hoy, 2.207,70 euros multiplicados en 14 pagas como diputado de la Cámara Baja, cuando el resto de representantes está en unos 3.683 euros. Igualmente, pese a congelar su salario, en 2016 cobró 120.000 euros, una incoherencia más a su discurso. ¿Para qué poner muros a tus ingresos oficiales si, finalmente, vas a estar cobrando por otras tareas ajenas a tu principal responsabilidad y así costear el nivel de vida que has emprendido? Por supuesto que es legítimo que realice otras tareas y por ello cobre, claro. Lo que no acaba de encajar es el discurso de su nómina oficial. Si, además, acabara solo cobrando el sueldo de su único trabajo asignado, el de diputado, se hace bastante difícil seguir con su hipoteca con un riesgo alto (540.000 euros en 30 años) y cometa el error que arrastró a cientos de familias españolas a situaciones muy vulnerables, a razón de los abusos de los bancos y la presión social de que “para vivir de alquiler y tirar el dinero, mejor comprar”.

Por otra parte, si acabara devaluándose su casa, porque el mercado de la vivienda es así de injusto a veces, abandonara su silla de diputado y se viera abocado a vender el chalet para saldar la hipoteca, dios no quiera que ocurra, quizá tendría que acabar pidiendo más por su casa que lo que marque el mercado, y eso tiene un nombre. Pero esto solo son conjeturas, vaya.

La compra de una casa, más allá del impacto que supondrá en tu economía, porque representa la mayoría de tu patrimonio neto, marcará determinantemente tu vida, por el tipo de vivienda, el entorno y la ubicación. No dudo, a la vista está, de que muchos, si pudieran, comprarían una gran casa, con un frondoso jardín, piscina y, si puede ser, caseta para los invitados. Y nada tendría de reprochable. Es algo compatible con casi cualquier creencia religiosa y política. De hecho, no me gustan los que señalan a los que tienen ideales reivindicativos si cargan con un iPhone X, por ejemplo. Es demasiado simplista. Cuando alguien me hace esa banal relación le hago un repaso a la historia de la filosofía y sus nombres más representativos, a quienes le debemos entender algo de este complicadito mundo, que no provenían precisamente de familias esclavas. De la misma forma, es absurdo criminalizar a alguien por el simple hecho de tener un cierto estatus social. Al final, ya vieron, simplificarlo todo tanto, hasta que tu eco resuene lo más lejos posible, te puede ensordecer.

Sería gratificante que Iglesias se diera un baño de autocrítica, y se juzgara con la misma vara que utilizó con sus adversarios, aunque ahora habrá comprobado que, una vez entras en política, ese traje no está hecho para ti.

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