Opinión

La batalla de las piscinas públicas (en defensa de la intolerancia)

La mayoría de medios progresistas han silenciado o minimizado los crecientes disturbios en piscinas públicas en Europa

Uno de los culebrones más incómodos del verano ha sido la batalla de las piscinas públicas en Berlín. El gobierno ha tenido que obligar a los usuarios a identificarse para poder castigar a quienes provoquen conflictos. "No podemos hacer nada, no está en nuestras manos: ven una chica en toples y es el caos", explicaba en ABC un tal Moritz, berlinés estudiante de farmacia que trabaja como socorrista. En su piscina, en el barrio de Columbiabad, demasiados compañeros se dieron de baja "por enfermedad" para evitar que quienes montan bronca vuelvan para vengarse. Los diarios progresistas hacen malabares para no mencionar las palabra "emigración" en sus reportajes, mientras que el partido de derecha radical Alternativa por Alemania disfruta haciendo chistes, sobre todo el que dice que ahora hay más control en la piscina del barrio que en las fronteras de la Unión Europea.

No son incidentes que pillen lejos a España. Si investigas un poco, descubres que hay piscinas públicas de Cuenca y Basauri que exigen cita previa o identificación para evitar "los incidentes del año pasado". En las noticias de la SER o El Correo no puedes enterarte de si los problemas tienen que ver con la integración de emigrantes porque evitan hábilmente dar detalles, con un estilo tirando a artificial. Luego El País derrocha datos para contar que una mujer musulmana ha denunciado a dos empleados de una piscina valenciana por no dejarle entrar con velo y por los comentarios racistas con los que la expulsaron. Un doble rasero de libro que tiene pinta de continuar. Mientras no miremos de cara los conflictos, no podremos resolverlos.

Piscinas en disputa

Una amiga que vive en una ciudad pequeña a cien kilómetros de Madrid me dice que este verano la piscina municipal le resulta intimidante. "A veces pienso en no volver. Se ha vuelto impracticables o yo me he vuelto demasiado de clase media. Te da cosa hasta bañarte por si te roban. Y mira que yo nunca he tenido remilgos con el lumpen. Ves hasta gitanas bañándose con ropa. La verdad es que el ambiente quita las ganas de ir, sola o con los niños", comparte.

Las batallas sociales que se nos vienen encima no van a librarse solo en el parlamento. También tendrán lugar en buses, bares, bibliotecas, piscinas, parques y discotecas. En el pasado, sectores antisistema y de la CUP ya han hecho campañas para que no se celebre la fiesta de los Reyes Magos y para que no se sirva carne en las fiestas populares de los pueblos de Cataluña, alegando que podían ofender a la comunidad musulmana.

No dejemos que nadie nos avaslle cuando defendemos el sentido común, las reglas de convivencia cristalizadas en Occidente a través de la práctica y los siglos

Por suerte, existen una izquierda más sensata, representada por filósofos como Slavoj Zizek, autor del potente panfleto En defensa de la intolerancia (Sequitur, 2008). Se trata de un alegato contra el multiculturalismo dominante y en favor de defender rabiosamente nuestros principios. "Constituye un error, tanto teórico como político, condenar este anhelo de comunidad verdadera tildándolo de 'protofascista', acusándolo de 'fantasía totalitaria', es decir, identificando las raíces del fascismo con esas aspiraciones (error en el que suele incurrir la crítica liberal-individualista del fascismo). Ese anhelo debe entenderse desde su naturaleza no-ideológica y utópica". No dejemos nunca que nadie nos avasalle cuando defendemos el sentido común, las reglas de convivencia cristalizadas en Occidente a través de la práctica y los siglos. Imponer esas normas es defender a los más débiles.

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