Bien podría ser esa la denominación del devenir político de Gran Bretaña, país en el que las negociaciones de su salida de la UE parecen interminables y en el que, después de ir ambos a cara de perro, cobrarles un potosí por irse, chantajear a residentes, etc., se ha pasado a las buenas maneras, al soft Brexit, algo que ha fortalecido la libra esterlina, a ver si así se avanza, y siempre, una y otra vez, salen cuentos sobre un segundo referéndum para volver atrás, maniobras en las que no podía faltar la flor de todos los ramos globalistas, Mr. George Soros, el mismo que forzó un Brexit de la libra del Sistema Monetario Europeo.
Es en ese mar de maniobras, dudas y contradicciones, ideal para que las castas políticas salgan en los medios haciéndonos creer que hacen algo, y en que ni los negociadores ven posible tener resuelto el entuerto para 2020, o incluso que Gran Bretaña permanezca en la unión aduanera, en el que los agentes económicos van sobreviviendo. Por ello, dada la maraña de informaciones interesadas, creo que lo mejor que podemos hacer es, tras un breve repaso a temas generacionales, ver las previsiones económicas y las opiniones de empresarios y consumidores, víctimas y agentes subordinados del cambio.
Regeneración fallida
Como recordarán, la generación sociópata británica (su equivalente gobierna la UE hoy), encabezada por Blair y Brown, llevó al sistema a sus límites, hiriendo de muerte, entre otras cosas, a su sistema financiero. Ante esa hecatombe, entran al relevo David Cameron, por los tories, y los Miliband brothers, por los laboristas, parejita esta última con pedigrí, hijos de algo como exige la casta socialdemócrata y la “izquierda”. Cameron, cegado por la fortuna que tuvo con el referéndum para ratificar o cargarse el Acta de Unión anglo-escocesa (esa excepcionalidad), decide convocar otro sobre la UE para el 23 de Junio de 2016, a ver si así evitaba que Neigel Farrage, único político destacado de su generación que sí quiere cambiar el orden generacional, dejara de quitarle parlamentarios.
Como aquello salió mal, los señoritos Cameron y Milibands se van a la calle y el país da un salto atrás generacional, atavismo sociópata que coloca a Theresa May (con Boris en la chepa haciendo competencia desleal a la patronal circense) y el pirómano Corbyn, personaje con un armario repleto de podemonios. El penúltimo: una acusación de haber espiado para agencias de “inteligencia” del bloque soviético; solo le falta un sponsor de izquierdas multimillonario gracias al monopolio televisivo de algún deporte. Dos para un trío al que habría que agregar al príncipe Carlos, pendiente también de hacer su relevo, y que ponen el futuro político de los hijos de la Gran Bretaña en coma, peor incluso que las de sus previsiones económicas.
Crecimiento futuro
Lógicamente, la desconexión del mejor mercado del mundo, que además lo tienen lindando, reduce el crecimiento potencial británico y, según la OCDE, será de cerca de un punto porcentual anual menor de lo esperable o de casi 0,6% menos que el de Francia, país por el que se han jugado el tipo varias veces y, aficionados como son los franceses a la entente incordiante con los británicos, no les dan la patada que desearían porque, estando como están abrazados a Alemania, no les llega la zanca. De momento, la actividad crediticia global de la City sigue aumentando.
Confianza que no falte
Si algo puede decirse de los británicos es que no se amilanan ante la adversidad; tema distinto es que salgan con buen pie de este trance, que ese es otro cantar y lo que nos dice la estadística de la OCDE (siguiente gráfica) es que, tras caer la confianza en los previos al Brexit y pasado es mal trago, no es que estén deprimidos, pero sí muy cerca de caer en el pesimismo económico, salvo, nota bene, los manufactureros (línea azul), a quienes, como diría el maestro, pondremos la lupa.
Animados por la devaluación de la libra y porque ahora el país vuelve a acordarse de ellos, los manufactureros británicos, que están llenos de grandes marcas infrautilizadas, ven el futuro con confianza, un optimismo sostenido por sus exportaciones, como puede verse en la siguiente gráfica. En esto pueden hacer mucho daño a la UE, sobre todo a italianos y franceses (eslabón débil del negociado continental) en el sector de bienes de consumo de lujo y, a más largo plazo, a franceses, alemanes y suecos, en productos tecnológicos, ahora que los británicos ya no parten el bacalao ni tienen que hacer sitio a nadie sino a ellos mismos; es cierto, que a corto plazo su sector automotriz recibirá otro hachazo, pero a largo plazo ya veremos, que la pelea promete. Hoy por hoy las manufacturas representan el 10% del Valor Agregado Total, el 45% de las exportaciones, 14% de la inversión y emplea 2,4 millones de personas.
El futuro imperfecto
Ya sea en su versión inglesa o mejor en la española, nadie te prometió un jardín de rosas y lo correcto es aceptar la dura realidad, que al resto de sectores distintos de las manufacturas les espera una fuerte restructuración - tema muy interesante pero en la que no podemos entrar aquí -, con lo que, lamentablemente, la mayoría de la población lo pasará mal; mientras, como muestra la estadística (siguiente gráfica), tras el susto, los inmobiliarios dan alas a sus sueños de más burbujas. Así las cosas, los que ven el futuro más negro son los consumidores, ese pueblo llano sobre cuyas espaldas pesan todas las facturas emitidas en su contra por la generación sociópata.
Ante la dura realidad de un futuro más que difícil, el verdadero problema es la falta de liderazgo político, uno que explique la situación a sus ciudadanos y ofrezca soluciones que por evidentes no están exentas de una enorme complejidad. Esa falta de liderazgo es el resultado natural de un orden que se resiste a morir y que, aferrado a sus egoísmos y miserias morales, ha ido laminando despiadadamente a todo talento capaz de promover el Bien Común, retrasando los cambios necesarios y colocando mediocridades controlables como si sus inventos salieran a cuenta. Como aquí, vamos, solo que allí al menos hay alguno que hace una disertación interesante sobre Stuart Mill y un futuro de mayor felicidad; nosotros, a sabinoaranadas y mesianismos varios, que aquí el cuento de nunca acabar es otro.
Así las cosas y mientras los contribuyentes netos son expoliados sin piedad con impuestos regresivos y regulaciones ad hoc por un establishment sociópata, se evitan los cambios de fondo, sigue el deterioro demográfico y la verdadera crisis se retrasa hasta que el conflicto con el Islam muestre su peor cara. Ese será el momento en que despertará de verdad el sujeto constituyente de las naciones europeas, si es que para entonces existe, claro.