Opinión

Bulos, inmigración y violencia en el Reino Unido

Uno de esos problemas es cómo se está perdiendo el respeto a la policía. El Reino Unido siempre fue famoso porque sus policías no necesitaban ir armados

  • Protestas antirracistas en Reino Unido -

Hace semana y media estallaron protestas multitudinarias en el Reino Unido a causa de un apuñalamiento en una escuela de baile infantil. El Gobierno pronto se encontró en jaque sólo un mes después de tomar posesión. Se trataba de algo descentralizado que se movía exclusivamente a través de internet. No encontraban el modo de detener aquello, los rumores sobre la identidad del autor recorrían la red a toda velocidad y nadie sabía de dónde provenía. No es ya que algunos periódicos se habían hecho eco del rumor, es que los canales de YouTube y las redes sociales hervían de indignación. El rumor era breve, conciso y, por lo tanto, fácil de transmitir: el autor del apuñalamiento era un inmigrante musulmán sin papeles que había cruzado el canal de la Mancha en una patera y que se encontraba en la lista de vigilancia antiterrorista.

Era un simple rumor que luego se demostró falso. Pero volvamos al principio porque es posible que el lector no esté al tanto del apuñalamiento de Southport. El 29 de julio en esta ciudad, una tranquila localidad costera de 95.000 habitantes a unos 30 kilómetros norte de Liverpool, fueron asesinadas tres niñas de corta edad (6, 7 y 9 años). Los hechos tuvieron lugar en una escuela de baile organizada por una profesora de yoga local. Era algo parecido a un taller para niños de 6 a 11 años tematizado con canciones de Taylor Swift. Nada especial, una actividad infantil para entretener a los niños durante las vacaciones. A eso de las 12 de la mañana un individuo llegó en taxi hasta el centro comunitario en el que se estaba celebrando el taller, entró con un cuchillo en la mano y empezó a apuñalar a diestro y siniestro a los asistentes. Mató a tres niñas y dejó 10 heridos entre otros niños (había un total de 25) y dos adultos.

La noticia no tardó en llegar a la prensa. Un apuñalamiento de esa magnitud siempre abre los informativos de televisión, más aún cuando los asesinados son niños. Durante los dos primeros días el país estaba espantado. Yo mismo estoy pasando el verano en Inglaterra y puedo dar fe de que hace semana y media no se hablaba de otra cosa. Supuse en aquel momento que esto no tardaría en ser politizado tan pronto como se supiese la identidad del presunto asesino. Y efectivamente, así fue. Así estaba siendo sin siquiera disponer de información oficial.

En redes sociales empezó a difundirse el rumor de que el autor del apuñalamiento era un inmigrante indocumentado. El Gobierno todavía no había dicho nada sobre la autoría a pesar de que el acusado ya se encontraba en dependencias policiales. El Gobierno se negó también a calificar el ataque como atentado terrorista, lo que dio lugar a que Nigel Farage dijese que Keir Starmer estaba ocultando información a la opinión pública. Farage no difundió públicamente el rumor, pero sus palabras dejaban entrever que el gobierno quería tapar algo sensible como la nacionalidad del asesino.

En las ciudades industriales del norte hubo batallas campales, se incendiaron vehículos, se asaltaron centros de acogida y hasta una biblioteca de Liverpool acabó siendo pasto de las llamas

Cuando los rumores se extendieron por todo el país era cuestión de tiempo que empezasen las protestas callejeras contra centros de acogida de inmigrantes y hoteles donde se alojan los que están esperando la resolución de asilo político, un recurso legal que los sin papeles suelen emplear cuando son detenidos. La policía no estaba preparada para algo similar. En circunstancias normales cuando se convocan manifestaciones se informa a la autoridad competente y se prevén las unidades de policía que van a hacer falta. Pero esta vez era todo improvisado y sobre la marcha.

Una vez en la calle, grupos de manifestantes violentos la emprendieron a pedradas contra los edificios que habían elegido. Esto no tardó en escalar porque los manifestantes grabaron todo con sus teléfonos móviles e incluso retransmitieron las manifestaciones en directo. Sumémosle eso que la semana pasada fue soleada y cálida en toda Gran Bretaña para que estas manifestaciones, que devinieron violentas con rapidez, se llenasen de gente. En las ciudades industriales del norte hubo batallas campales, se incendiaron vehículos, se asaltaron centros de acogida y hasta una biblioteca de Liverpool acabó siendo pasto de las llamas. Con la policía completamente sobrepasada y decenas de detenciones Keir Starmer compareció desde el 10 de Downing Street para informar que los disturbios eran obra de una “pequeña minoría de descerebrados y matones de extrema derecha”.

Starmer estaba echando gasolina al fuego. En paralelo a las manifestaciones antiinmigración empezaron a convocarse, también por internet, contramanifestaciones a las que acudieron gente de izquierda y activistas contra el racismo. El viernes ya había protestas en todas las principales ciudades del país, el sábado y el domingo estas manifestaciones se hicieron más numerosas y violentas. Pero no todos los manifestantes eran descerebrados de extrema derecha como había dicho Starmer, había también gente pacífica que simplemente había salido a manifestarse contra la inmigración ya que creen que hay una conexión directa entre la llegada de inmigrantes ilegales y el incremento de los delitos. Esta gente se sintió muy molesta por las palabras de Starmer, a quien acusaron de comportarse como un activista de extrema izquierda.

Un adolescente nacido en Reino Unido

Todos los ingredientes del estallido estaban en la olla listos para entrar en ebullición. Para calmar los ánimos el Gobierno informó oficialmente sobre la identidad del presunto asesino. Se trata de un adolescente de 17 años nacido en Cardiff (Gales) hijo de unos inmigrantes de Ruanda. La familia llevaba 11 años viviendo en Southport y ni son musulmanes (en Ruanda la práctica totalidad de la población es cristiana), ni presentaban problemas de integración. Lo que si se ha sabido es que el chico estaba diagnosticado de autismo y le gustaba la música. Hace unos años, en 2018 (cuando tenía 11) apareció en un vídeo promocional de la BBC.

En principio, y tratándose de un menor de edad, no se podía informar de su identidad, pero esa restricción la levantó un tribunal de Liverpool cuando ya habían comenzado las manifestaciones. Era, además, cuestión de días que se supiese su identidad porque cumpliría 18 años el día 7 y ya no habría impedimento legal alguno para conocer su nombre. Que hiciesen público su nombre tampoco sirvió de nada. El hecho de que el acusado sea hijo de inmigrantes fue utilizado por algunos grupos para confirmar el rumor e insistir en la inmigración como causa del apuñalamiento. La policía, entretanto, se sigue preguntando por qué lo hizo ya que carecía de antecedentes y no se le conoce activismo político o religioso.

Pero aquí la cuestión no es dilucidar los motivos que llevaron a este adolescente a perpetrar un crimen tan monstruoso. De eso se encargará la policía y los tribunales. La cuestión es saber por qué ha producido semejante estallido de ira, algo que no se recordaba desde los disturbios raciales de Tottenham allá por 2011. Es en este momento cuando han aflorado algunos problemas que ya estaban ahí en espera de que sucediese algo como esto.

A excepción de los agentes de la policía de Irlanda del Norte, en el resto del país lo habitual es que no lleven arma al cinto y ni siquiera dispongan de licencia para ello

Uno de esos problemas es cómo se está perdiendo el respeto a la policía. El Reino Unido siempre fue famoso porque sus policías no necesitaban ir armados. De hecho, la mayor parte de ellos siguen sin ir armados. A excepción de los agentes de la policía de Irlanda del Norte, en el resto del país lo habitual es que no lleven arma al cinto y ni siquiera dispongan de licencia para ello. Sólo un porcentaje menor dispone de la licencia de armas y, precisamente por eso, conforman unidades especiales. El resto patrulla con una porra y, en el caso de Londres, la policía metropolitana a pie usa también el casco de Bobby que tanto llama la atención a los turistas.

La policía británica no necesita ir armada porque se la respeta… o se la respetaba. Era una de las instituciones mejor valoradas por los ciudadanos, hoy ya no es así. Más de la mitad de los británicos consideran que la policía no hace bien su trabajo; ya porque se extralimita en sus funciones, ya porque hace dejación de las mismas. La sensación que dejan las manifestaciones abunda en ambos extremos. Para unos han sido demasiado represivos, para otros no han estado a la altura. Se les veía desbordados, sin el equipamiento adecuado y sin protocolos de actuación claros.

Los manifestantes hablaban del llamado “two-tier policing”, es decir, la policía en dos niveles. Les acusan de ser más duros con unos que con otros, de extremar el rigor cuando se trata de británicos nativos y de mirar hacia otro lado cuando quien delinque es un inmigrante o el miembro de una minoría por miedo a que les llamen racistas. La cuestión es que de esto mismo se quejaban hace trece años los manifestantes en Tottenham cuando acusaban a la policía de permitírselo todo a los blancos mientras que a los negros o los indios no les pasaban ni una. El mismo argumento pero invertido.

Aquí habría que preguntarse que en qué quedamos. ¿Existe una policía de dos niveles? Es cierto que proporcionalmente hay más detenciones de negros que de blancos, pero también lo es que la criminalidad es más alta entre los negros, de modo que una cosa compensa a la otra. No parece que exista una policía de dos niveles, y en el caso de que existiese no parece cebarse especialmente entre los británicos nativos.

El Gobierno lleva años descuidando los departamentos de policía de todo el país porque es un gasto impopular si lo comparamos con la sanidad y la educación. No se sienten ni respetados por la población, ni apoyados por el Gobierno

Los agentes de policía están en su mayor parte desmotivados. Falta personal y es común que los agentes abandonen el cuerpo a la vuelta de unos pocos años de servicio porque los salarios son bajos con respecto a los que ofrece el sector privado. El Gobierno lleva años descuidando los departamentos de policía de todo el país porque es un gasto impopular si lo comparamos con la sanidad y la educación. No se sienten ni respetados por la población, ni apoyados por el Gobierno. La figura del Bobby sonriente que aparece en las fotos de los turistas no es ni mucho menos una representación de como los británicos perciben a su policía a la que acusan, a partes iguales, o de excederse o de no llegar.

Otro problema es el de la desinformación. La chispa que desencadenó la primera manifestación, que tuvo lugar en el mismo Southport al día siguiente de los asesinatos, fue una mentira difundida en las redes sociales. No había una sola verdad en el rumor, pero se difundió rápido. Mucha más gente de la que creemos vive inmersa en cámaras de eco perfectamente estancas. Esas cámaras de eco no hacen más que confirmar sus propios sesgos y prejuicios. La mentira que desató la ira popular ya no hubo manera de desmontarla. Los activistas profesionales se afanaron durante días en grabarla a fuego en la mente de millones de personas a pesar de que la verdad ya se conocía. Pero no sirvió de nada porque la información se ha transformado en un campo de batalla en el que los Gobiernos a veces participan de forma un tanto insensata.

La nefasta influencia del Brexit

Por último tenemos el problema de fondo, el elefante en la habitación que unos ven inmenso y otros lo ignoran. Ese problema no es otro que el de la inmigración. En el Reino Unido es una mezcla explosiva de problema real y oportunismo político. Por un lado, el país necesita trabajadores. Eso nadie lo pone en duda en una economía en la que hay una escasez acuciante de mano de obra. En tanto que las tasas de natalidad son muy bajas desde hace medio siglo, esa mano de obra solo se puede traer del extranjero. Aquí el Brexit no ayudó precisamente. Hasta que entró en vigor hace cuatro años y medio era común que inmigrantes jóvenes de otros países de la Unión Europea acudiesen al Reino Unido para realizar todo tipo de trabajos. Hoy ya no es tan sencillo. Se necesitan visados que no son fáciles de conseguir. Muchos de esos inmigrantes solo venían a aprender el idioma, algo que pueden hacer en Irlanda sin ningún trámite fronterizo.

El sistema de asilo hace aguas por los cuatro costados. Los políticos se han demostrado incapaces de poner coto a la inmigración ilegal

Es cierto que muchos de los que se quejan de la inmigración no lo hacen de los inmigrantes europeos, sino de los llegados de otras partes del mundo, especialmente de países musulmanes. Esos siguen llegando y la práctica totalidad solicita asilo. El sistema de asilo hace aguas por los cuatro costados. Los políticos se han demostrado incapaces de poner coto a la inmigración ilegal. Prometen sin cesar que van a detener las pateras que cruzan el canal, pero esas promesas terminan siempre en nada porque es imposible vigilar los 12.500 kilómetros de costas que tiene el país. El lema “stop the boats” es uno de los que los manifestantes empleaban la semana pasaba y es el mismo que Rishi Sunak exhibía en el atril cada vez que daba una rueda de prensa cuando era primer ministro. Prometen algo que no pueden cumplir y va siendo hora de que lo reconozcan. No existe una solución fácil para este tema ya que al otro lado del canal de la Mancha no se muestran precisamente dispuestos a colaborar después del Brexit.

El problema es la seguridad

Lo que sí se puede mejorar es la seguridad ciudadana dedicando mayores partidas de gasto al sistema de Justicia, acelerando los trámites para resolver las solicitudes de asilo, agilizando los procesos y dotando a la policía de medios. Eso está en manos del Gobierno y es a lo que se debería poner Starmer si no quiere que esto se reproduzca más veces. A fin de cuentas, lo que denuncian los británicos no es tanto la inmigración (con eso están acostumbrados a vivir y ya han integrado con éxito a comunidades enteras llegadas desde los rincones más remotos del mundo), como la inseguridad. Lo primero tiene una solución mucho más difícil. En cierta medida no tiene solución completa mientras existan oportunidades de empleo en el país. Lo segundo si que depende de que haya voluntad política para ello.

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