A la sombra de las sombras se encuentra José Manuel Villarejo, el hombre huidizo de la gorra, las gafas y la boina. La versión española de aquel coronel Kurtz, de Apocalipsis Now, un militar renegado que sirvió para el Estado hasta que se dio cuenta de que podía amasar más poder si trabajaba en su contra que a su favor. Entonces, se parapetó detrás de un ejército de fieles guerreros -en la jungla camboyana- que le consideraba un semidiós. “He visto horrores... horrores que tú no has visto”, afirma en un momento del filme, en la penumbra, donde Francis Ford Coppola trataba de ocultar al espectador la inesperada morbidez de Marlon Brando, consecuencia de su desajuste mental. No hay duda de que Villarejo también está familiarizado con esos horrores. Los del Matrix de España, esa realidad paralela donde los ejemplarizantes ejecutivos de cuello blanco dejan su rigidez en el ropero de un “prostíbulo de chinas” y (supuestamente) proveen a los (presuntos) extorsionadores de su codiciada “información vaginal”.
Siempre que se abre la tapadera de la cloaca sube a la superficie una insoportable hediondez que enturbia el ambiente. Eso sí, quien la resiste puede apreciar que había una fiesta delante de sus narices de la que no era consciente. Recuerda a esas pajarerías de los Estados Unidos de la Ley Seca que, al caer la noche, servían whisky de importación y se llenaban de borrachos y ciudadanos especialmente animosos. De la fiesta patria participaban todo tipo de personajes de renombre: desde una princesa que no tiene sangre azul, pero sí un especial ojo para los negocios; hasta un pijo madrileño que decía estar conectado con el CNI. También acudió a la alcantarilla una ministra especialmente histriónica y un juez que nunca escatimó esfuerzos para convertirse en un mito. Amén de varios periodistas que demostraron una fe ciega en quienes manejaban todo aquello. Tanta, que alguna vez tuvieron que recurrir a un informe ad hoc para que se les pasara el susto por lo publicado. Allí no cabía un alfiler.
El tarro de las esencias de la cloaca se ha vuelto a abrir esta semana con la difusión de los audios de una comida que mantuvieron Villarejo, el exjuez Baltasar Garzón, la ministra de Justicia, Dolores Delgado y un par de hombres de confianza del excomisario encarcelado. Se ha acostumbrado el Gobierno de Pedro Sánchez al “olor a napalm por la mañana” -recurriendo a otra frase de Apocalipsis Now-, pues raro es el día en el que no se desayuna en Moncloa con alguna información que pone en cuestión la buena reputación de los miembros del Gobierno. Desde Pedro Duque, el astronauta, hasta Carmen Montón, la exministra de Sanidad.
El medio de comunicación que ha difundido estos audios es Moncloa.com, que, según explica su responsable, Joaquín Vidal, cuenta con 3 horas y 40 minutos de grabaciones de la mariscada, en la que la ministra -entonces fiscal de la Audiencia Nacional-, entre otras cosas, fue informada por Villarejo de que había puesto en marcha (supuestamente) una red de prostitución para extorsionar a algunos de los más insignes compatriotas.
La astracanada de Carmen Calvo
Pocas horas después de que trascendiera esta información, la vicepresidenta, Carmen Calvo, comparecía en una de esas aburridas jornadas sobre las fake news -plagadas de lugares comunes- y aseguraba que los bulos en internet son las “nuevas armas” que utilizan los enemigos para hacer la guerra. “Quizá el riesgo es ya tan grande que debemos empezar a tomar decisiones para que nos protejan”. En otras palabras, abría la puerta a regular sobre la libertad de expresión, al considerar que el modelo de 'autogestión' que existe en los medios de comunicación no funciona como es debido.
Pese a que las voces más corporativistas lo nieguen, es una evidencia que un buen número de medios ha renunciado a la verdad por su febril defensa de ideología trasnochada y de grupos de poder; o por su absurda obsesión con 'el clic'. No faltan bandidos en la prensa que obvian cualquier norma ética y profesional por estas razones; o que airean u ocultan información en función de qué compañía del Ibex-35 paga mejor o peor. Ahora bien, acierta la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) cuando afirma que “cada vez que los gobiernos tratan de regular sobre la libertad de expresión es para limitarla” y que, por tanto, el remedio podría ser peor que la enfermedad.
Acierta la FAPE cuando afirma que “cada vez que los gobiernos tratan de regular sobre la libertad de expresión es para limitarla” y que, por tanto, el remedio podría ser peor que la enfermedad
La ministra que afirmó que había sido “cocinera antes que fraila” o que “el dinero público no es de nadie” quizá no tuvo en cuenta en su discurso que asignar a un Gobierno la tarea de regular la libertad de expresión equivaldría a poner al lobo a cuidar las ovejas. Su propio discurso incluyó una media verdad, dado que decía que Alemania, Francia o Reino Unido sopesan tomar medidas para regular las fake news, pero omitió, entre otras cosas, que el grupo de expertos al que designó la Comisión Europea para abordar este problema descartó la posibilidad de crear una normativa al respecto, al considerarla contraproducente.
Sería de locos confiar en el Ejecutivo y el legislativo para fijar los límites de la libertad de expresión, a tenor de las maniobras que los gobernantes de este país han realizado durante años para convertir a RTVE en su perrito faldero. Por otra parte, en un momento en el que la sombra de lo políticamente correcto se ha extendido y se ha desatado una especie de caza de brujas contra quienes osan desafiarla –y en eso están varios lobbies que mantienen una relación osmótica con el PSOE-, parece que intentar regular sobre el derecho a informar tendría más peligros que ventajas. Y no, la voz del Gobierno no parece la más indicada para hablar de bulos, infundios y buen periodismo. Máxime después de ofrecer varias versiones contradictorias para intentar mantener a la exministra Montón en su puesto; o de haberse acostumbrado a emplear complicados equilibrismos verbales para justificar sus desatinos o rectificar sus decisiones.
Alto, la policía
Este viernes, un día después de que Carmen Calvo pronunciara el citado exabrupto, la Policía Nacional se presentaba en las dependencias de Moncloa.com para requerir la grabación de la francachela entre Villarejo, Garzón, la ministra y compañía. Lo hacía pese a que los responsables de este medio habían informado a la Fiscalía Anticorrupción de su voluntad de poner a disposición el citado material, según ha explicado a Vozpópuli su responsable, Joaquín Vidal. Quien haya enviado a los agentes a buen seguro conoce la intención de este medio de comunicación de publicar nuevas informaciones sobre ese almuerzo, que, al parecer, incluyen la suficiente dinamita para causar un daño importante a personas presentes y ausentes en el convite de la marisquería Rianxo.
Mientras tanto, la Cadena SER se ha descolgado con dos noticias en las que asegura que la Audiencia Nacional ha iniciado una investigación para tratar de determinar la relación con Villarejo de Moncloa.com, a la que llegó a calificar como “un instrumento” a su servicio. El medio aludido ha desmentido cualquier nexo con el comisario y ha anunciado que tomará medidas legales contra “los autores y responsables de la publicación de estas informaciones de los medios del Grupo Prisa”.
Confiar en que la autorregulación va a solucionar este problema resulta naíf. Tampoco una ley lo acotaría.
“Ni siquiera nos llamaron para contrastar la noticia ni pusieron ningún micrófono a nuestra disposición”, ha criticado Vidal. Desde luego, no creo que sea acertado emprender una cacería contra el mensajero en este momento, cuando lo que cuenta es verdad. De hecho, no creo que haya muchos medios que rechazarían publicar estos audios si los tuvieran en su poder.
Dicho esto, conviene tener en cuenta que cada vez existe una mayor competencia en el ecosistema del periodismo digital; y eso ha provocado que quienes guardan alguna cuenta pendiente con el poder –desde dentro o desde fuera- dispongan de cada vez más plataformas a las que recurrir para ajusticiar a sus enemigos. Los medios más pulcros, contrastan y seleccionan la información que reciben. Pero existen precedentes en los que se han publicado infundios o material nauseabundo sin ningún tipo de rubor, en medios que pertenecen a periodistas que han perdido el juicio, a constructores imputados o a empresarios con muchos puntos oscuros. Confiar en que la autorregulación va a solucionar este problema resulta naíf –y menos una ley-. La clave se encuentra al seguir el rastro del dinero. ¿Por qué las grandes empresas financian a los Ausbanc y a otros pistoleros de sobra conocidos? La respuesta es demasiado vergonzante.
Más allá de la oposición que se han encontrado en Moncloa, en Ferraz y en algunos medios de comunicación, lo cierto es que las grabaciones desveladas por Moncloa.com resultan muy reveladoras, en cuanto a que muestran uno de los puntos de intersección entre el poder judicial y las alcantarillas del sistema. Que habría que ser demasiado confiado para pensar que es el único. Cierto es que pocas conversaciones informales, en persona o telefónicas, pasarían por el filtro de la corrección. Pero no lo es menos que encima de esa mesa se habló de asuntos que podrían ser delito. Con una fiscal –hoy ministra- de cuerpo presente. Por esta razón, señora Carmen Calvo, antes de tratar de acotar el marco de actuación de los demás, trate de auditar lo suyo.