O de barraganas, de pilinguis, de lumis, de izas, rabizas y policoterras, da igual, ustedes ya me entienden. Entre unos y otros han convertido la política catalana en un auténtico sin Dios. Lo peor es que no parece que las cosas vayan a cambiar.
Ir por ir es tontería
La metedura de pata, vulgo gamba en dialecto de la calle, que ha cometido el gobierno de Mariano Rajoy con la investidura del fugadísimo de Bruselas es de antología. Que el Consejo de Estado tenga que recordarle que no puedes poner el carro delante de la mula, y menos en materia jurídica, provoca sonrojo en quienes estamos por la cosa constitucional y algazara en los partidarios del separatismo. En serio, vicepresidenta, ¿hacía falta dar oxígeno a estos pailanes con la que está cayendo? Uno tenía por más que sabido que Soraya Sáez de Santamaría es una luminaria en materia de leyes, así que mi disgusto es doblemente triste. Ay, Soraya, cuan cruel has sido con los que tenemos tu foto en nuestra mesilla de noche.
Lo peor no es el dardo que la vice haya podido incrustarnos a algunos en nuestras delicadas almas de algodón, qué va; lo peor es que en Cataluña andan las cosas tanto o más desmelenadas que hace un par de meses. Repasemos. A pesar de que Montoro, cruce entre Ebenezer Scrooge y el señor Burns de Los Simpson, diga tener intervenidas las cuentas de la Generalitat, más de siete millones de euros han ido a parar, cual viático benéfico, a los compis yoguis de esos medios de comunicación independentistas que venden menos que un heladero en la Antártida. Sigamos. Arran, las juventudes retozonas y alegres de las CUP, reivindican el ataque a un medio de comunicación constitucionalista, pero ¿pasa algo? Aquí nunca pasa nada, y, si pasa, se le saluda. Ni se habla de ilegalizarlos ni mucho menos de que la Guardia civil se dé un garbeo por alguno de los locales que esta muchachada tiene repartidos por Cataluña, a ver qué encuentran entre botellines de cerveza y pancartas. ¿Para qué?
Marlene Wind, la catedrática danesa, ha demostrado como solo con la verdad, una cierta capacidad argumentativa y, eso sí, una carencia de miedo al morlaco separatista, se les puede poner las peras a cuarto en un pis pas"
Más cosicas. El troleo que se lleva Carles Puigdemont con su investidura es de antología de Jardiel Poncela. Fíjense lo fácil que sería anular a este imberbe: en lugar de que sea Soraya la responsable de gestionar el 155 en Cataluña, se llama a Marlene Wind, la catedrática danesa. Esa admirable mujer ha demostrado como solo con la verdad, una cierta capacidad argumentativa y, eso sí, una carencia de miedo al morlaco separatista, se les puede poner las peras a cuarto en un pis pas. Sin aspavientos ni gesticulaciones politiqueras.
Más les digo. Al inefable ministro Zoido ¿ya le consta que los Mossos fueron advertidos acerca del atentado yihadista de Las Ramblas? Y si le consta, porque fue gracias a la Policía Nacional que se recuperaron los documentos que lo prueban y que la policía autonómica iba a destruir ¿piensa hacer alguna cosa? De las tres mil y muchas empresas que se han ido de Cataluña ¿se hablará algún día o lo dejamos correr porque Mariano se fatiga con el tema? Y con TV3 y Cataluña Radio, multadas hace nada por la Junta Electoral, ¿qué hacemos, les damos el Lazo de Isabel la Católica, la Medalla del Trabajo, proponemos al Rey Felipe que les conceda el Toisón en modo colectivo?
Nada se ajusta en tierras catalanas a lo concreto porque los políticos son como son. Ese es el problema. Nadie se mueve, no sea que cundiera el ejemplo y tocase ponerse a trabajar.
De querellas criminales y otras hierbas
Ante tal desidia por parte del gobierno de la nación, no es de extrañar que el bando separatista ande crecidito y se plantee ponerle una querella criminal al ejecutivo de Rajoy, o que el President del Parlament, el Bello Roger, Torrent para más señas, dé una rueda de prensa en la que se cisque en el fielato del Estado. Ven como, a pesar de Estremera, de las fianzas millonarias, de una panda que se ha pirado a Bruselas para seguir tocando lo que no suena desde allí, ser activista separatista contumaz y persistir en la ilegalidad sigue siendo relativamente cómodo, que digo cómodo, rentable.
Todo es un enorme despropósito. La gente de a pie está harta de componendas, con más razón que un santo, y piden hechos y no discursitos. Peor. Muchas personas ya no piden nada, ¿saben por qué? Por que se sienten solos y sin el menor apoyo por parte del imperio de la ley que debería regir la convivencia entre todos. Se han dado cuenta de que en España existen personas de primera y de segunda, y que, si te ha tocado ser de estos, lo tienes crudo. Tu papel se limitará a trabajar toda tu vida como un burro por cuatro duros, intentar pagar deudas – con el Estado en primera fila, por supuesto, que mantener a tanto inútil es carísimo – y malvivir con la ilusión de que cada cuatro años puedes cambiar las cosas con tu voto.
Aquellos que depositaron sus ilusiones en formaciones que defendían soluciones radicales – existen partidos independentistas que lo hacen, no lo duden – comprueban como ni Podemos, ni Ada Colau, ni las Mareas, ni los separatistas son más que una nueva versión del mismo producto que ya vendía el PSOE en los años ochenta"
Decía Baroja que, en su época, se había llegado a tal punto de desengaño por parte de los españoles – recuerden, la crisis del noventa y ocho, la pérdida de las colonias el caciquismo, etc. – que se había llegado a lo último de lo último: a los desengañados del anarquismo. Lo mismo pasa en Cataluña y en el resto de España. Aquellos que depositaron sus ilusiones en formaciones que defendían soluciones radicales – existen partidos independentistas que lo hacen, no lo duden – comprueban como ni Podemos, ni Ada Colau, ni las Mareas, ni los separatistas son más que una nueva versión del mismo producto que ya vendía el PSOE en los años ochenta.
No es que la democracia sea un mal sistema, es que, sin una justicia eficaz y rápida y unos políticos dispuestos a mantener gallardamente el sistema, esto no sirve para nada más que para acordarte de la madre de algún político sin miedo a que te vengan a llevar para dar un agradable paseíto del que se vuelve siempre bastante perjudicado. Estamos asistiendo a un baile decadente en el que las parejas están predeterminadas de antemano. A una corresponsal extranjera que me preguntaba qué iba a pasar con la investidura el próximo martes le he dicho que nada de nada. Aquí es lo normal, he añadido, porque todos saben que lo de Puigdemont es imposible, los suyos los primeros. Lo sabe el gobierno de España, los jueces, los periodistas que callan como muertos porque cobran del régimen, hasta el gato del vecino lo sabe. Me ha mirado angustiada diciéndome que, siendo así, no podía entender como no se hacía alguna cosa.
Mientras los de arriba no decidan que les conviene poner orden en esta casa de prostitución en que se ha convertido la política catalana, no habrá nada que hacer
He sonreído cansadamente, igual que aquel marino del verso que cita Vázquez Montalbán en Los Mares del Sur, cuando un joven le habla fascinado de tales parajes que nunca ha visto y el hombre, que los recuerda como un escenario de trabajo y penurias, le dice que nadie lo llevará al sur, como metáfora de la imposibilidad de compadecer sueños y realidad. Los políticos en España, le he respondido, son meros encargados de la tienda de los poderosos, así que mientras los de arriba no decidan que les conviene poner orden en esta casa de prostitución en que se ha convertido la política catalana, no habrá nada que hacer.
Bueno, pero en Davos, me ha replicado, ya se ha dicho que esto de la independencia no va a ningún sitio. ¡Ah, eso es otra cosa!, he saltado jubiloso, porque si las grandes logias creen que es el momento de pararle el carro a la maniobra más destructiva que se ha urdido para desestabilizar el bajo vientre de la NATO, habrá que estar atento. Me parece que no me ha entendido, pero tengo por cierto que, por suerte o por desgracia, nada de lo que suceda aquí o en cualquier otro lugar pasa sin la aquiescencia de esas oscuras cábalas que deciden según sus intereses los destinos de la humanidad.
Tampoco me hubiera creído. Es lo suficientemente joven como para no saber que Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt eran masones de alto grado – Roosevelt, concretamente, grado 33 del REAA, el máximo- y que ese fue el nexo de unión que les permitió hacer frente a Hitler, a despecho de los políticos de sus respectivos países. No, no es conjura judeo masónica, es lo que hay. Por cierto, ¿les he comentado alguna vez que Bruselas es la capital masónica de Europa y que en ella existe una potente universidad masónica? ¿No? Vaya memoria la mía.