Hay que reconocer que los futbolistas de élite lo tienen bien montado. De todos los chollos que disfrutan hay uno que es relativamente novedoso y que es una fuente de ingresos tan jugosa como opaca. Hablamos, claro está, de la prima por fichaje de eso que reciben los llamados agentes libres. Esto es, del pastizal que las grandes estrellas que acaban contrato con un club perciben por fichar por otro equipo. El caso más paradigmático es el del francés Mbappé.
Se ha escuchado, publicado y contado como exclusiva que la familia del magnífico jugador galo querría cobrar una prima de entre 60 y 100 millones de euros. Así, antes de darle la primera al esférico, ese dineral regalado al futbolista o su familia o sus amigos íntimos. Ya ocurrió el pasado verano con Messi, que al parecer se llevó una prima de 40 kilos solo por elegir el PSG como destino. Claro que en casa del jeque catarí el dinero no es problema.
No es de extrañar, por tanto, que los grandes jugadores prefieran no renovar cuando solo les queda un año de contrato con sus clubes y, asimismo, resulta lógico que opten por contratos cortos en vez de ligarse para mucho tiempo a un equipo. Porque, además, comportándose así pueden hasta cobrar una prima por renovación. En un reciente artículo en Sport de donde servidor sacó la idea para esto que leen, Josep Maria Casanovas explicaba que Dembelé pedirá al Barça una prima por renovar de no menos de 30 millones.
El mercado de los agentes libres se puede regular. Y no hace falta ser un comunista peligroso para hacerlo. Porque en la NBA, donde no son sospechosos de leer a Lenin cada noche, ya está regulado hace mucho tiempo para evitar los abusos
Si a este chollo de los agentes libres le sumamos las comisiones de los representantes, esos cuatreros que en el Oeste no hubieran dejado un burro suelto, la cosa muta en delirante. Porque el club de destino acaba pagando esta suerte de comisiones encubiertas. Se puede argumentar, claro está, que en todo caso el PSG con Messi pagó mucho menos que por un traspaso al uso, al igual que Mbappé le saldrá más barato al Madrid aunque le pague una prima como la que exige la familia. También puede decirse que el fútbol es un negocio que genera enormes sumas de dinero frente a las que estas cantidades que se llevan los jugadores son calderilla. Y por supuesto puede argüirse que hablamos de un contrato entre dos partes y son ambas la que deben entenderse sin que nadie se inmiscuya.
Todas esas argumentaciones, tan liberales ellas, incluso serían aceptables si no fuera por al menos tres motivos de peso. A saber: por las trampas de los clubes estado que para estos asuntos compiten en desigualdad de condiciones, por los turbios manejos de los entornos de los jugadores (representantes, familiares o ambas cosas a la vez) que acaban desnaturalizando los motivos de los fichajes y por algo tan elemental como que estas operaciones parecen una forma de camuflar salarios más altos para declarar menos al fisco.
El mercado de los agentes libres se puede regular. Y no hace falta ser un comunista peligroso para hacerlo. Porque en la NBA, donde no son sospechosos de leer a Lenin cada noche, ya está regulado hace mucho tiempo para evitar los abusos. Pero, visto lo visto lo que acaba de hacer la UEFA con el fair play financiero, que como adelantamos aquí ha sido una reforma cosmética para favorecer a los de siempre, no parece que vaya a mejorarse nada.
Nos han acostumbrado a que en el fútbol actual absolutamente todo, incluso lo menos transparente, menos limpio y menos ético, es posible. Y así seguiremos.