En una semana los pactos entre las diferentes formaciones políticas tienen que haberse decidido. A diferencia de 2016, cuando se produjo un bloqueo que mantuvo al Gobierno Rajoy en funciones durante diez largos meses, ahora hay que renovar las corporaciones municipales, por lo que no se puede prolongar sine die el problema. El 15 de junio tienen que quedar constituidos los plenos de los ayuntamientos y, si no hay acuerdos previos, gobernarán en minoría las listas más votadas.
Esto supone, por ejemplo, que Madrid se mantendría en manos de Manuela Carmena o que Zaragoza pasaría al PSOE, que ganó con holgura en la capital aragonesa sacándole dos concejales al PP y cuatro a Ciudadanos. En ambas ciudades el PP podría recuperar el Gobierno mediante pactos. Hay muchos más municipios que están en una situación similar y el tiempo corre inexorable.
En las comunidades autónomas se pueden tomar algo más de tiempo porque la fecha establecida para la investidura es más flexible, varía en función de cada parlamento regional, y porque los presidentes autonómicos pueden gobernar en funciones todo el tiempo que sea necesario hasta la nueva investidura. Recordemos que hace quince años Alberto Ruiz-Gallardón simultaneó la alcaldía de Madrid y el Gobierno de la Comunidad en funciones durante varios meses hasta que las autonómicas se repitieron tras el 'tamayazo'. Los alcaldes no pueden prolongar su mandato más allá de la fecha establecida. En cierta medida su sino lo comparte Pedro Sánchez, que podría estar meses en funciones, pero cuya investidura permanece a la espera de que se cierren los pactos en municipios y comunidades autónomas.
Abascal está empeñado en arrebatar por las malas a Rivera esa foto que se niega a darle por las buenas. Uno de los dos tendrá que ganar este pulso. No caben escenarios intermedios
Estamos hablando de mucho poder el que está en el aire estos días. Ciudades como Madrid y su Comunidad manejan presupuestos millonarios y en ellas se puede colocar a muchos allegados. A esto el PP es especialmente sensible, porque tras el doble batacazo se le ha quedado mucho diputado y mucho concejal en paro, y hay que buscarles acomodo como cargos de confianza. Los partidos son, a fin de cuentas, y antes que cualquier otra cosa, grandes agencias de colocación, a menudo para militantes que no tienen ni el graduado escolar, gente inempleable en el sector privado que o se dedica a la política o muere de inanición.
Se trata por lo tanto de capturar tanto poder como sea posible y tratar de mantenerlo en el futuro. Eso requiere ser muy cauto a la hora de elegir compañeros de viaje. Todos tienen pareja de baile por defecto. El PSOE puede pactar con Podemos, con los nacionalistas y con Ciudadanos. El PP con Vox y con Ciudadanos. Podemos con el PSOE y con los nacionalistas. Vox solamente con el PP porque no hay nadie a su derecha. Nada extraño, lo habitual en un sistema pentapartidista que, tratándose de España, tiene la peculiaridad de contar con un actor invitado: los nacionalistas, pero éstos siempre estuvieron ahí, incluso en los tiempos dorados del bipartidismo.
En el centro del tablero está Ciudadanos que, sin necesidad de hacer contorsiones puede pactar con el PSOE y el PP, los dos partidos más votados. Si escoge al PSOE formará parte de varios Gobiernos municipales y regionales. Puede aspirar incluso al de la nación. Si escoge al PP no le basta, necesita también los votos de VOX. Y es en este punto donde todo se ha atascado.
Clonar el pacto andaluz
Albert Rivera no quiere seguir siendo una guarnición, aspira a ocupar el espacio del PP y llegar a los siguientes comicios como líder del centro-derecha. Eso le obliga a guardar las formas de cara a la galería y evitar a toda costa el qué dirán, es decir, no acercarse a Vox, no sentarse en la misma mesa con ellos e impedir a cualquier precio una fotografía con sus líderes.
Pero sin Vox no podrá llevar a cabo su plan de cerrar un acuerdo global con el PP que le permita tutelar el Gobierno de Madrid y ser jefe de la oposición en las Cortes. En Andalucía, hace seis meses le salió la jugada. Accedieron al Gobierno regional sin necesidad de negociar nada con Vox, que se tragaron la humillación porque eran unos novatos y porque sintieron en el cogote el aliento de sus propios votantes recordándoles que lo urgente era sacar a Susana Díaz de San Telmo. Hoy andan dolidos con aquello, pero no les quedaba otra opción.
Los partidos son, a fin de cuentas, y antes que cualquier otra cosa, grandes agencias de colocación, a menudo para militantes que no tienen ni el graduado escolar
El plan maestro de Ciudadanos es repetir lo de Andalucía en Madrid, Murcia, Castilla y León y Zaragoza. Una apuesta sin duda ambiciosa que de salirles les pondría exactamente donde quieren estar. Pero el Vox de hoy está más resabiado que en diciembre por lo que, sabedor de la importancia de sus diputados y concejales, les ha puesto un precio más alto.
Santiago Abascal está dispuesto a poner al servicio del PP y Ciudadanos sus representantes, pero quiere participar del acuerdo y que al menos se sienten a negociar con ellos. Mucho no pueden pedir, porque no llegan al 10% de los votos, pero están empeñados en arrebatar por las malas a Rivera esa foto que se niega a darles por las buenas. Uno de los dos tendrá que ganar este pulso. No caben escenarios intermedios. O negocian o no.
Vox siempre puede ampararse en sus principios irrenunciables, pero es previsible que muchos de sus votantes le reclamen falta de cintura y realismo tal y como sucedió en Andalucía. A Ciudadanos le queda la opción de romper la baraja y quedarse en la oposición. Pero muchos de sus votantes se lo recriminarán. También puede cambiar de pareja, dar un giro de 180 grados y acercarse a Sánchez, entregarle una cómoda investidura y cuatro años de Gobierno tranquilo.
Esa es la opción preferida de los grandes del IBEX. Un Sánchez atemperado por Ciudadanos antes que entregado a Podemos y los independentistas de Esquerra. Pero estas cosas no las decide el IBEX, por más que se empeñen algunos en otorgar a estas empresas superpoderes políticos de los que carecen. Las deciden las ejecutivas de los partidos en función de la cantidad de gente que tengan que colocar y de los cálculos de futuro estrictamente personales de sus cabecillas.
Ciudadanos, que no gobierna en ninguna comunidad autónoma ni en ninguna ciudad importante, no tiene todavía demasiadas bocas que alimentar. Por esa parte les da igual permanecer en la oposición. Pero Rivera quiere mudarse a la Moncloa en unos años. Para conseguirlo necesita quitar el puesto a Casado y que su partido se foguee en labores de Gobierno. Es un poco la cuadratura del círculo, pero no por ello se va a privar de intentarlo.