Si el inesperado confinamiento está siendo confuso, la ya tristemente célebre "desescalada" -insisto, qué palabra tan horrenda- va a ser aún más confusa. Psicológica e intelectualmente nadie estaba preparado para la marciana comparecencia de "las cuatro fases" y la "nueva normalidad" que nos regaló Pedro Sánchez. Tras el shock inicial del martes, tocaba reflexionar sobre las consecuencias este miércoles. El presidente del Gobierno lanzó muchos y muy variados mensajes pero el principal para los padres enclaustrados era solo uno: no habrá clases hasta septiembre. Dicho de otra manera, el verano durará cuatro meses. O no, porque hay unas cuantas excepciones.
A todos nos preocupa mucho la salud y más aún la de nuestros hijos. Viendo cómo están las cosas, había muchas papeletas para que tocase ese bingo anunciado por Sánchez. Pero sería un tanto hipócrita no admitir que teníamos la esperanza (quizás mínima, pero ahí estaba) de que volvieran las clases, aunque solo fuera durante tres semanas. Nada hay como el curso académico para organizar la vida de las familias. Pero además necesitábamos un descanso que parece que no llegará.
Para los padres el calendario es diferente que para aquellos que no tienen niños. Porque la simbólica frontera entre junio y julio, entre el fin de curso y el inicio del verano, siempre era decisiva. Este año no lo será y puede que en el futuro sí vuelva a serlo. Aún nos queda, claro, la otra frontera, la que separa agosto de septiembre, el fin del verano y la vuelta al cole. Conozco a unos cuantos que siempre bromeaban con que sus verdaderas vacaciones llegaban en septiembre, con su regreso al trabajo y el de los hijos a las aulas, porque era la hora de descansar tras dos meses excesivamente familiares y, por ende, agotadores. Ahora podrán hacer la broma con más razón que nunca.
Como ocurre en casi todo lo que contó Sánchez, hay tantas excepciones escondidas en la letra pequeña que ya no se sabe cuál es la regla. ¿Entonces el curso se acaba hasta septiembre o no? Como decía la canción, "depende, ¿de qué depende? De según cómo se mire todo depende"
No obstante, lo del fin de las clases este curso es relativo. Como ocurre en casi todo lo que contó Sánchez, hay tantas excepciones escondidas en la letra pequeña que ya no se sabe cuál es la regla. Los menores de 6 años cuyos padres trabajen fuera de casa sí volverán a las guarderías y colegios; los alumnos que necesiten refuerzo educativo regresarán a los institutos; y los que tengan que examinarse de la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU), antes llamada selectividad, también tendrán clase.
Los alumnos encuadrados en esas tres tipologías volverán a las aulas a partir del 25 de mayo (fase 2). Pero, además, el documento de las fases publicado por el Gobierno dice textualmente que "con carácter voluntario para los alumnos, los cursos terminales (4º de ESO, 2º de Bachillerato, 2º de FP de grado Medio y Superior y último año de Enseñanzas de régimen especial) comenzarán con división de los grupos de más de 15 estudiantes al 50% para asistencia alterna o en semigrupos paralelos".
En otras palabras, bastantes alumnos también podrán ir a clase de forma "voluntaria". Luego habrá que ver en qué se traduce, si es que se traduce en algo serio, qué puede hacer cada comunidad autónoma sobre este particular. ¿Entonces el curso se acaba hasta septiembre o no se acaba? Como decía la canción, "depende, ¿de qué depende? De según cómo se mire todo depende". En algunas familias la cosa puede ser dramática porque se acabarán las clases para uno de los hijos, por ejemplo un alumno de 2º de la ESO, pero no terminarán para su hermana, de 4º de la ESO.
No hay tiempo ni muro para las lamentaciones, en todo caso. Digan lo que digan las confusas fases y sus confusas excepciones, es mejor ponerse en lo peor. Cuanto antes asumamos que todos los niños estarán en casa durante los próximos cuatro meses, mejor dormiremos. Parece, eso sí, que serán unos meses menos duros que marzo y abril, robados para siempre por el coronavirus.
Si hay suerte, a finales de junio se acabará en gran medida esta pesadilla apocalíptica y volveremos definitivamente a las calles, aunque parece que los abrazos, los besos y el bullicio tardarán bastante más tiempo en volver a nuestras vidas
Si hay suerte, a finales de junio se acabará en gran medida esta pesadilla apocalíptica y volveremos definitivamente a las calles, aunque parece que los abrazos, los besos y el bullicio tardarán bastante más tiempo en volver a nuestras vidas. Pero como todo depende de cosas intangibles, también cabe que la "desescalada" se alargue para todos hasta el final del verano y, por ello, la "nueva normalidad" llegue más tarde. Si algo hemos aprendido durante esta crisis, eso es que no conviene hacerse demasiadas ilusiones. Siempre acaba pasando todo aquello que nos parecía imposible que ocurriese.
Quiero decir que mentalmente quizás sea más saludable pensar que nuestra existencia, seamos padres o no, será normal cuando llegue el nuevo curso escolar, en septiembre. Justo en ese mes alguien dijo que tarde o temprano se abrirán las grandes alamedas por donde caminaremos libres. Pero, eso sí, no parece que nuestra sociedad ni nuestro mundo vayan a ser mejores.