Sánchez no tiene el menor respeto a nada que no sea mantenerse en el poder. He ahí por qué cualquier acercamiento de Feijoo al presidente supone un error de cálculo gravísimo, aunque se trate de asuntos de estado. Con Sánchez no se puede acordar nada porque no tiene palabra, como ha demostrado abundantemente a lo largo de su trayectoria. Mucho peor, miente sin rubor. Es capaz de decirte hoy que sí para mañana decirte que no. Fíjese bien el líder popular y aquellos que creen que el peligro son los socios de gobierno de Sánchez en esto: Meritxell Batet, siguiendo instrucciones emanadas desde la presidencia del gobierno, intenta meter en la comisión en la que se ventilan los secretos de estado nada menos a aquellos que han intentado cargárselo por activa y por pasiva, a saber, Esquerra, Junts y Bildu. Un arreglito del reglamento por aquí, una modificación de la mayoría precisa para estar al día sobre lo que hacen nuestros servicios de inteligencia en aras de la defensa de la democracia y, ¡ale hop!, ya tenemos sentaditos en la mesa más secreta de España a quienes se la quieren cargar.
¿Se imaginan a cualquier dirigente occidental haciendo lo propio? Luego se quejan de que los EEUU no inviten al gobierno español a las citas clave sobre estrategia e inteligencia. Normal. Dice Batet, forjada en las mañas de Iceta a la hora de buscar coartadas, que se hace para “garantizar la pluralidad y la representación política del Congreso”. Agárrame ese argumento, caballero. Lo que pasa es que el asunto Pegasus le quema en las manos al gobierno Frankenstein y para solucionarlo se traslada bajo excusas al terreno institucional, en detrimento del conjunto de los españoles. Sabe Su Pedridad que tanto separatistas como podemitas no van a dejar de darle la vara con el asunto. Y aunque es difícil que hagan caer el gobierno social comunista que preside, no le acomoda tener alborotado el gallinero, máxime en vísperas de unos comicios como son las andaluzas. De aquí que el ministro Bolaños corriera a reunirse con la vicepresidenta el gobierno de la vulgaridad de Cataluña para darle todo tipo de excusas o que Salvador Illa, aquel que tenía que ser poco menos que la salvación - quién te puso Salvaor, qué poco te conocía – dijera en un programa de la televisión pública en catalán que “entendía” que la consejera Laura Vilagra no fuese a Madrid, poniéndose así del lado de los separatas en este tema de las escuchas a lazis. Estos sociatas tienen una capacidad infinita de comprensión cuando de los enemigos de España se trata.
Estando como estuvo Pablo Iglesias entre quienes supervisan al CNI, aprovechándose de la pandemia y del follón del confinamiento, no será extraño que veamos a los socios sanchistas meter las narices en temas delicadísimos para el estado, manoseando a su capricho los dosieres de nuestra inteligencia que a menudo expone la vida para recabar dichas informaciones. Sánchez dejó patente su irresponsabilidad cuando anunció el nombre del buque que iba a transportar las armas que enviamos a Ucrania. Siendo como será una comisión más indiscreta que secreta no les sorprenda que se publiquen listados con nombres y apellidos de nuestros agentes o datos sobre misiones, cosas que en un país serio serían motivo de cárcel. Porque esa gente no va tan solo a informarse de lo que hace el espionaje español, va a espiarlos. Si el general Manglano levantase la cabeza…