Se barruntaba un cambio de ciclo que parecía favorecer a Pablo Casado. Primero fueron las elecciones autonómicas en Madrid el pasado 4 de mayo, que ganó como cabeza de lista Isabel Díaz Ayuso en el borde de la mayoría absoluta, dejando en un vergonzoso tercer lugar a los socialistas de Pedro Sánchez. Salió de la Moncloa el gurú Iván Redondo al que tanta influencia se atribuía. Los escalones siguientes proyectados eran las elecciones en Castilla y León, donde quería reeditarse la victoria de Madrid, las de Andalucía y, finalmente, vendrían las elecciones municipales y autonómicas, excepto en Cataluña y el País Vasco, fijadas para el 30 de mayo de 2023 que precederían a las generales donde el ascenso de Pablo Casado le encumbraría indefectiblemente a la Moncloa.
Al final se ha cumplido el cuento de la lechera. De manera incomprensible para quienes están fuera de la pomada, Pablo, en vez de asociarse al triunfo de Isabel, favoreció desde Génova los celos hacia Isabel y le quiso poner un cortafuegos que le bajara los humos impidiendo el adelanto del congreso regional del PP de Madrid que reclamaba Díaz Ayuso y por esa pendiente del desencuentro que azuzaba en Sol Miguel Ángel Rodríguez, crecieron las sospechas de supuestos intentos de espionajes y aparecieron favoritismos familiares indebidos, que eran aducidos en Génova para frenar la carrera de quien pasó a ser vista como competidora desafiante. La respuesta abandonó la penumbra de los despachos y tomó estado público a plena luz del día. El antagonismo se hizo irrevocable y estamos asistiendo todos a un suicidio en directo del Partido Popular.
Buena prueba es la misma expresión castiza del fulanismo y que la adhesión al líder se haya valorado más que los aportes independientes y la crítica"
Vayamos a los fundamentos de la mano del profesor Juan José Solozábal, quien en su última columna para el diario El Imparcial recupera una cita de Edmund Burke quien, a la altura de 1790, escribió que “un partido es un conjunto de hombres unidos para promover en el Estado, mediante su labor conjunta, el interés nacional sobre la base de algún principio particular acerca del cual todos están de acuerdo”. Veamos también el artículo sexto de la Constitución según el cual “los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”. Y advirtamos, como continúa dicho artículo, que “su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley” y que “su estructura y funcionamiento deberán ser democráticos”.
Sepamos también que el personalismo extremo, según subraya el profesor, es muchas veces trasunto de esos planteamientos caudillistas, que han caracterizado la política española. Buena prueba es la misma expresión castiza del fulanismo y que la adhesión al líder se haya valorado más que los aportes independientes y la crítica, elementos de los que se ha preferido prescindir. También que haya arraigado tanto la práctica del enfrentamiento cainita. De modo que fuera hay adversarios pero dentro están los verdaderos enemigos, que conviene elegir siempre con sumo cuidado. En todo caso, lo que estos días ha quedado claro, como ha escrito Bernat Castany Prado en su libro La filosofía del miedo, es que la acción es una modalidad fundamental del conocimiento, que nos permite comprobar nuestras mediciones, hacer pruebas de realidad, y saber quiénes somos y quiénes son los demás. Continuará.