Opinión

Son las cosas del querer

Que no tienen fin ni principio, ni su cómo ni por qué. Eso piensan los que apoyaron a Valls creyendo que era de Ciudadanos y ahora están ojipláticos con un

  • Manuel Valls y Ada Colau

Que no tienen fin ni principio, ni su cómo ni por qué. Eso piensan los que apoyaron a Valls creyendo que era de Ciudadanos y ahora están ojipláticos con un lazo en el balcón del ayuntamiento. Es de copla.

Cuando escribí que Manuel Valls estaba cometiendo graves errores, allá por diciembre, me cayó la del pulpo. Era la gran jugada estratégica de Ciudadanos, la apuesta de Albert Rivera, el coup de grace al separatismo y servidor poco menos que un aguafiestas indocumentado. En viendo que Valls no entendía ni un pijo de política catalana y española, señalé que estigmatizar a Vox comparándolo con Le Pen me parecía una barbaridad, que rodearse de un equipo de asesores rancios provenientes del socialismo-caviar era un suicidio, que renunciar a la marca naranja era dispararse un tiro en el propio pie. Ni les cuento cuando Valls decidió apoyar a Colau. Lo del mal menor me acabó saliendo por las orejas y, si replicabas que la señora era el mismo mal que Maragall, esos estrategas de futbolín decían que eras un tonto a las tres, incapaz de captar la sutileza de aquella maniobra astuta para evitar el acceso a la alcaldía a los separatistas.

Bueno, pues ahí está: Colau acaba de colgar el lacito de los pelendengues tras hablar de presos políticos y de que vivimos una situación de anormalidad democrática. Tracatrá, asesores. Ciudadanos, lógicamente, no ha tenido más remedio que romper con el ex primer ministro francés, con lo que el grupo municipal naranja se ha quedado en tres regidores. Es decir, la mitad de los que obtuvo Carina Mejías. Y uno se pregunta ¿para este viaje había que buscar alforjas a las Galias? ¿No habría sido más útil haber designado un candidato propio capaz de galvanizar el voto como Jordi Cañas, por ejemplo?

No es que quiera hacer leña del árbol caído, es que ese árbol somos todos los que no queremos seguir gobernados por los ineptos, los sectarios

No es que quiera hacer leña del árbol caído, es que ese árbol somos todos los que no queremos seguir gobernados por los ineptos, los sectarios. Valls no es Manuel Bandera ni Colau la soberbia Angela Molina, pero uno se los imagina cogiditos de la mano, él, clavel tras la oreja, ella, peineta en ristre, cantando “Si tu gente no te quiere ni a ti te traga la mía, porque tu te has vuelto loco y yo estoy loca perdía”. Ciudadanos ha perdido mucho en esta tontería, muchísimo, y no podrá culpar a nadie si en los próximos comicios autonómicos la ilusión del millón y medio de votos acaba en naufragio. Porque, además, estas buenas gentes a la que destacan se marchan a los Madriles dejando esto más abandonado. Harían bien recordando que el motivo que llevó a la creación del partido fue oponerse al nacionalismo y no pactar en Matalascañas quien lleva la concejalía de fiestas.

Mucho me temo que se prevén desastres para el constitucionalismo, habida cuenta que el PP de Alejandro Fernández lo tiene muy mal para remontar resultados. ¿Qué le queda al constitucionalismo? Nada, porque no lo son ni el PSC ni los podemitas, y del resto para qué hablar. Una merma de confianza en Cs solo pude redundar en una débil posición de los que creemos que esto es una locura.

Espero, por el bien común, que alguien reflexione, se ponga las pilas y empiece a ordenar la casa, que trabajo tiene. Con el partido neo catalanista que Valls podría impulsar y atraer a cierto electorado que aún no se ha enterado de como acaban esas cosas, el daño podría convertirse en algo más dramático, a saber, un tripartito entre Esquerra, En Comú Podem, PSC y el apoyo de esa nueva formación. Me dicen que es necesaria para fragmentar el voto prestado que tiene hoy por hoy el separatismo. Lo creo, pero sí solo ha de servir para blanquear el separatismo, poco habremos avanzado. Habrá que esperar a la constitución del partido y ver quien está al frente y cuál es el discurso.

De momento, en Barcelona, Colau y Valls bailan un zapateao mientras, mirándose tiernamente a los ojos, canturrean “Que no tienen que ver el color y la estatura con las cosas del querer”. Arsa, pilili.

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