Hubo un profesor de Historia de la Filosofía que hace veinte años pronunció una de esas frases que salen de la boca con el tamaño de un átomo y crecen con el paso del tiempo, hasta transformarse en un hongo nuclear. Dijo: “Vuestras vidas serán muy diferentes a las de vuestros abuelos porque Occidente deberá repartirse la tarta económica con India, China y otros países emergentes. Habrá mucha más población que aspirará a vivir bien y eso hará que vosotros tengáis menos recursos que vuestros padres”.
Al cumplir 30 años, cité esa frase en una conversación de amigos mientras exponíamos -con humor- anécdotas penosas que nos habían sucedido desde que habíamos salido de la facultad. Allí se habló de trabajos precarios, de contratos que se extinguían en un suspiro, de apartamentos con humedades y goteras, de mudanzas y de aprecios inseguros de los que van, vienen, se forjan y se rompen con sencillez en las vidas itinerantes.
Uno de los que participó en esa charla relataba recientemente, con cierta impotencia, que se sentía afortunado por haber encontrado una guardería para su crío a 25 minutos de su casa, en Madrid. Los padres de tres personas de esa mesa -los hombres- trabajaron durante cuarenta años en el mismo puesto de trabajo, en la misma ciudad. A sus pies se desarrollaron gruesas raíces. Lo contrario que todos ellos. Que todos nosotros.
Como escribió Marco Aurelio, la pérdida no es más que una consecuencia del cambio; y el cambio es el deleite de la naturaleza. El estoicismo ha sido la mejor receta para digerir todos los proyectos frustrados que acumuló mi generación, que es la que salió al mercado durante la crisis de 2008 y la que se enfrentó a una precariedad material e intelectual que no conocieron sus padres -no de esa forma-, que fueron quienes transmitieron, con nobleza y acierto, que los títulos y la rectitud abrían puertas y atraían la prosperidad.
La realidad fue bien distinta a ese planteamiento, así que a los 30 años, sentados alrededor de una mesa, en un café, conversábamos con tono jocoso sobre las divertidas penurias de los años precedentes y dibujábamos el futuro como la zorra que sabe que no alcanzará el racimo de uvas, pero hace que no le importa. La resignación es muy efectiva en esos casos.
Aceptamos que la vida es hoy muy distinta a lo que era en los últimos años del siglo XX en España porque “el cambio es el deleite de la naturaleza” y no merece la pena lamentarse porque nunca llegaremos a pisar los escenarios que nos prometieron. Incluso nos creemos afortunados porque la generación posterior, la de los nacidos entre 1995 y el 2005, ni siquiera tuvo la suerte de recibir ciertos mensajes sobre la esperanza de un futuro mejor. Escuchó desde la cuna el mantra pesimista de que el mundo Occidental está en crisis y se educó con un altavoz -muy cerca de sus orejas- por el que se emitían mensajes cada vez más radicales, oportunistas y sometidos a las sectas de la corrección.
Hombre blandengue por obligación
¿A qué viene esta reflexión? Todo surge, una vez más, de la desfachatez de la parte morada del Gobierno. A la que nadie contradice en el otro ala. Esto último conviene también aclararlo.
Durante los últimos días se ha emitido en los medios de comunicación un anuncio que habla del "el hombre blandengue". Irene Montero y compañía han invertido unos cuantos miles de euros de dinero público en esta campaña, que se ha difundido para defender "la nueva masculinidad". frente al estereotipo del varón tradicional. El que encarnaba El Fary, que fue quien hace cuarenta años acuñó esa expresión -la del blandengue- en un programa de televisión y la emprendió contra los machos que ayudan a su mujer con el “carrito del niño” y la “bolsa de la compra”.
Sobra decir que, por mucho que intenten confundir los propagandistas contemporáneos, El Fary y Manolo la Nuit representaban algo que ya no existe o que es residual entre los jóvenes, lo que prueba que el mundo de hoy, y el que viene, son muy distintos al que intentan representar las feministas en su propaganda, en la que el "heteropatriarcado" todo lo toca y todo lo contamina, dicen.
Las costumbres han cambiado porque los hombres han tenido que adaptarse al nuevo entorno, en el que los 'nuevos padres' y sus hijos viven una realidad muy distinta a la de hace unas décadas. En este proceso poco han tenido que ver las sacerdotisas de la igualdad, con sus supuestos logros. Como casi siempre en la historia, la transformación se ha producido por razones económicas. En un mundo más competitivo y global, la supervivencia es más compleja y eso es lo que ha universalizado el penoso concepto del "hombre blandengue".
Hay un ejemplo muy claro en este sentido. La hoja de ruta que los boomers iniciaban a los veinte ahora se retrasa diez años, lo que modifica toda la existencia. Eterniza la pubertad y complica los proyectos vitales. Cierto es que España está a años luz de aquella que retrataba Pío Baroja, en la que la mala suerte esperaba a la vuelta de cada esquina y los descarriados dormían en el suelo de la tahona donde trabajaban y fiaban su comida diaria a la caridad de las monjas o del vecino misericordioso. Pero hubo una evolución que hace un buen tiempo que se detuvo y que ha provocado que todo cambie. Hoy es imposible proyectar a treinta años porque las etapas vitales y profesionales surgen y se agotan en cualquier momento.
El resultado es una vida más variante y precaria. Más rápida -al estilo de la fast food, de placeres irrelevantes y objetivos superficiales- y más frustrante. El hombre blandengue habita en un mundo líquido -y digital- donde los lazos y los proyectos blandean. Que nadie se confunda: no creo que haya nada que lamentar. El cambio es sinónimo de evolución. Pero ese 'blandengue' no lo han moldeado las ideólogas de la igualdad ni las políticas que han provocado "avances sociales" y "abierto las conciencias", sino la necesidad, el sino de los tiempos y la indeterminación sobre el futuro. Que ningún propagandista intente confundir para patrimonializar un cambio.
Irene Montero crea problemas
Los jóvenes a los que el sino de los tiempos les hizo adaptar su vida a la precariedad, la digitalización y la globalización se ven, ahora, obligados a ver -y pagar- una campaña institucional que está profundamente equivocada y que vuelve a atentar contra las nuevas generaciones. En este caso, por atribuirles un comportamiento que es residual y por transmitir que lo del "hombre que cocina", el que cambia el pañal a la abuela o el que juega con sus hijos lo hace porque las feministas han conseguido que la sociedad acepte sus consignas.
Porque -reitero- el "machirulo" que tratan de moldear apenas si existe entre los jóvenes contemporáneos (tan frecuentemente atacados), que son los que compaginan mudanzas con contratos temporales y pisos compartidos (las nuevas pensiones), los que invierten una parte de su sábado por la mañana en limpiezas generales o en intercambiar a sus hijos en el 'punto de encuentro familiar', los que acumula másteres que no sirven para nada, los que compensan determinadas frustraciones con viajes y selfies; y los que llenaron de tortugas el estanque de la estación de Atocha porque era más sencillo adoptar un reptil que criar a un hijo.
Son los que a veces malentienden su situación y, en lugar de rebelarse para revertirla, pecan de plañideros, pero también son los que tiene que escuchar críticas de las generaciones que le entregarán un país al borde de la quiebra; y que todavía manejan su timón, porque se atribuyen una superioridad moral que ni por razones éticas ni estéticas deberían reclamar.
Por todo esto, a estas alturas una campaña que remarca que los hombres cuidan a sus hijos, lloran y hacen solomillo a la pimienta -para sobreponerse a la lata de atún y los preparados de la sección de 'precocinados'- es innecesaria y estúpida. Mucho más de lo que nunca imaginarán sus promotoras.
Más valdría reconocer los méritos de quienes afrontarán el futuro con mucho menos que sus padres, pero -pinta- con más que sus nietos. Pero claro..., eso quizás no generaría tantos votos. Es más rentable pregonar que las mujeres con cuerpos "no normativos" tienen derecho a ir a la playa -sólo en Igualdad se lo han cuestionado- y que existen "hombres blandengues".
riodanubio
Soy seguidor de sus artículos y me gustan bastante (está usted entre mis articulistas favoritos (Pablo Planas, Jesús Cacho y usted). Pero en esta ocasión debo decirle que, estando de acuerdo en la descripción de la situación de la juventud (casi madurez ya), me gustaría decirle que la situación deviene de cuando los jóvenes de hoy decidieron no esforzarse en sus estudios y elegir una formación académica que no les servía para nada (y debieran haberlo sabido). la situación que describe se corresponde al ejército de jóvenes que han estudiado carreras de letras. Los que han estudiado buenas ingenierías, matemáticas y física, están bastante mejor que los que han estudiado periodismo, Historia, filología...
betico
de acuerdo en todo.....salvo que no haya nada que lamentar! hay que lamentar que la vida sea peor. Nunca ha sido fácil , pero ahora es horrible . Al menos protestemos , no tragarnos las "bondades" del mundo global ( que es la forma moderna de llamarle a la concentración ilícita de riqueza y a la explotación....). es decir lo peor del capitalismo trucado y trufado con el comunismo.
S.Johnson
Pero ¿realmente hay alguien que hace caso a la peste podemita?
Tony010
Excelente columna, es la realidad de la vida. El único ˋperoˋ a la reflexión es que cada generaciòn ha tenido sus propias dificultades, y lo que siempre ha ocurrido en España (y ahora más) desde Felipe II que inventó el Estado como hoy lo conocemos es aquel dicho de que ˋquien no tiene padrino, no se bautizaˋ. El resto, es similar. Todas las épocas recientes han supuesto cambios profundos desde la revolución industrial del XIX, quizá el cambio profundo actual esté relacionado con la universalización de la frivolidad y la ignorancia que han traído las redes sociales, que nos han llevado a tener unos políticos que están dispuestos a acabar con Europa sin saberlo, al modo que lo hicieron los últimos emperadores romanos con su imperio.
giledu
Buen artículo. Sobre todo para uno que, como yo, soy el séptimo de nueve hermanos, y al que la vida no le ha dejado pensar en feminismos ni en machismos. Ahora hay que inventarse grandes soluciones sobre problemas mínimos o irrelevantes para el transcurrir en la vida de los ciudadanos. Y eso para justificar el gasto público agigantado en las últimas décadas pero cuyo volumen hay que seguir manteniendo, o soportar su crecimiento. Yo, que me tuve que pelear una y otra vez con cientos de candidatos con infinidad de test puestos de moda en los RRHH, o entrevistas kafkianas impensables ahora en su contenido. He tenido amigos de toda índole, raza, género sin pensar siquiera en ello ("ahora" es cuando lo hago porque te obligan estos mamarrachos que nos gobiernan). Y, sin embargo, sé que enviamos este artículo a nuestros descendientes y no pasar del primer párrafo. Bien porque es muy largo, bien porque desmonta argumentos que no desean abandonar o por cualquier causa que les mantenga en los karmas del mundo woke que les han inoculado. El mundo cambia, si; y así debe ser. Las luchas generacionales son de toda la vida. Pero estas están basadas en mentiras bien pergeñadas y diseñadas globalmente.
Annett
Hablamos con mis sobrinos sobre la dificultad del empleo, de los tiempos difíciles actuales, de cómo tener una buena carrera no asegura un buen trabajo etc. Me dice mi sobrina: “bueno, alguien se jubilará”. Me doy cuenta que estoy siendo pesimista y la respuesta tan campante de mi sobrina me hace reflexionar sobre la actitud con la que afrontamos las dificultades. Unos meses después, y antes del trabajo fin de carrera y del mafiamaster que sigue preparando, mi sobrina ya tiene empleo relativamente bien remunerado haciendo prácticas en no sé qué de subvenciones públicas. Se va de casa a un piso compartido con tres más. Quizá sea todavía verdad que con títulos y rectitud, con buena disposición y optimismo las oportunidades llegan. “Alguien se jubilará”, de esas generaciones que “dejarán el país al borde de la quiebra” y si fuese solo al borde. A las sacerdotisas feministas moradas, a las ideólogas del género, del sexo, de la variedad y la índole, de la nueva masculinidad que ellas procuran y vigilan, hay que decirles que sin duda son las tontas bobas útiles, casi necias, a 20 mil millones por ocurrencia que bien valdría una revolución de protesta ciudadana por ser cifra indecente, inmoral en tiempos de crisis. Las pobrecitas ellas, elles, no saben que trabajan en verdad para el globalismo eugenésico, distópico, para el Foro de Davos, para el Fondo Económico Mundial, para BlackRock, para Soros y vacunasGates, para la Agenda 2030…, verde que te quiero verde, para el nuevo Reset económico, climático, alimenticio, energético y demográfico…; que enfrenta al hombre y a la mujer como medida de lucha contra la natalidad, a favor de la ruptura clásica familiar como fórmula anticonceptiva. Que alguien les informe bien de quiénes son sus verdaderos jefes. Sr. Arranz, ha escrito usted hoy un artículo excelente, propio de una persona afanosa, con título y rectitud…, y talento.
mroda
Todo el problema es que con un puñado de votos y un dogma en la cabeza, dogma que no tiene nada que ver con la realidad, unas chiquillas sin seso quieran "cambiar la sociedad" cuando la sociedad cambia sola, o precisa millones de muertos para hacerla cambiar. Lo mas irritante es que estos de Podemos no tienen votos y sin embargo molestan. Sanchez cede ante su chantaje, cuando lo que tiene que hacer es chantajearlos a ellos: ¿Que no estais dispuestos a votar lo que yo diga? A la calle a ver que votos conseguis mendigar" pero parece que el egolatra tiene la misma cabeza sin sesos que ellos.
Kj26
Sobre el hombre blandengue. Estas feminacis con las que ningun hombre sensato debiera quitarse los pantalones, gastan dinero en publicidad para ver si encuentran una cosa que llaman hombre y que este sometido a esa cosa superior en derechos que son las mujeres.
Kj26
Leyendo el articulo da la sensacion que las generaciones anteriores lo tuvieron mas fácil. Mi experiencia me dice que no es asi. La conexion o paso desde la escuela al taller nunca fue facil, ni siquiera rapida. En mi caso termine los estudios en 1976. Cuando volvi a casa muy contento con mi flamante titulo, mis padres me felicitaron efusivamente y terminaron diciendo:" hijo, somos agricultores, hemos hecho un gran esfuerzo, desde hoy no esperes una peseta mas de nosotros". Quiza sabia de ecuaciones diferenciales pero me encontre de golpe ante la necesidad urgente de encontrar un trabajo. Curriculums, entrevistas y un largo año buscando (Franco acababa de morir, la Constitucion aun no habia sido redactada, Eta mataba). Al final, casi un año despues, acepte un puesto de trabajo por que no encontre otro. Me sentia subempleado y mal pagado, vivia en una habitacion alquilada. Poco a poco fui apuntando a puestos de trabajo mejor pagados, pero siempre me senti subempleado. Cuento todo lo anterior porque me hace gracia oir que los de antes lo tuvimos mejor. Lo cual esta lejos de lo que viví. Lo que si pasaba entonces y pasa ahora es con un buen enchufe las cosas funcionan mejor. Antes tenia alguien de tu familia que conocer a alguien de un consejo de administracion de una buena empresa o hacer el master del IESE. Hoy hay que estar a la sombra de un politico, en realidad da lo mismo el partido siempre que este en la administracion.
Variopinto
Nada como que haya un dinero que gastar (porque así está pre-supuestado) se inventa un problema a la vez que te crea una campaña para darle solucion. O sea, unos gestores de un dinero que no les pertenece se dedica a gastar dinero en su autopromocion. La alta izquierda no falla en mirar siempre hacia su propio ombligo. Ahora, ¿de verdad el target de esta campaña son los jóvenes? Cuando ha habido que explicarles quien fue el Fary, cuando el mensaje se compone del de-sustanciado sustantivo "hombre" más el in-audito adjetivo "blandengue" y cuando ha sido una campaña lanzada sobre todo por unas televisiones que ya los jóvenes no ven. Algo me dice que no... Ahora, es interesante el hilado de sus reflexiones (le digan lo que le digan). En algún momento habrá que plantearse los asuntos que nos preocupan desde una perspectiva intergeneracional. El futuro pasa por ahí.
Jvallve
El primer tercio de este artículo es la descripción de alguien decadente, débil, derrotado, y que, al aceptar con resignación y sin lucha la indignidad, se convierte en la vergüenza de su estirpe. A partir de ahí, los dos tercios restantes del artículo, pasan automáticamente a ser irrelevantes.