Opinión

Para Elisa (sin acritud)

Las personas que, como tú, han sido influenciadas por los propagandistas de turno, deberían preguntarse alguna vez de qué lado se encuentran la libertad y el progreso. Porque quizás no se hallen en el terreno de quienes realizan escraches

Querida Elisa. Que nadie te diga lo contrario: tú puedes estar a favor o en contra de lo que consideres oportuno, faltaría más. El pensamiento se conforma con razones y creencias; y el resultado de todo eso se denomina ‘criterio’. Hay quien defiende la planicie del globo terráqueo y quien considera que preparar una maratón a los 50 años, tras años de vida sedentaria, y separación matrimonial mediante, solo puede generar efectos positivos en la salud. En ambos casos, se equivocan. Pero, querida Elisa: déjalos.

Puede parecerte lo contrario, pero lo más complicado de la vida no es acertar, sino convivir con todos aquellos que se equivocan a cada rato. Lo escribió Carlo María Cipolla: “Siempre, e inevitablemente, todo el mundo infravalora el número de estúpidos en circulación”. Y, lo más importante en este caso: “Un estúpido es una persona que ocasiona pérdidas a otra persona o a un grupo; y todo sin que él se lleve nada o incluso salga perdiendo”.

Querida Elisa. Como consecuencia de lo anterior, hay varios domingos al año en los que deberás rodear Madrid por no poder circular por Castellana, donde se celebrará la enésima maratón. Allí, los falsos predicadores sobre la vida sana a los 50 se fotografiarán mientras las venas de sus sienes se encuentran al borde del estallido. Pero, amiga, lo que no está declarado ilegal, puede y debe ejecutarse. Así que conviene entrenar la mente para soportar la frustración que generan todo el rato los hombres y mujeres errados (y herrados).

No eres consciente del daño que te han hecho, que es remediable, pero que es fehaciente y que se plasma en esa frase de tu discurso en la que la emprendes contra “los padres” (pese a tu "hay de todo" posterior)

A ti no te lo han dicho, pero también lo estás. No te han informado de ello porque quienes te han bombardeado día y noche para condicionar tu pensamiento no tienen interés en transmitírtelo. Ni a ti ni a nadie. No eres consciente del daño que te han hecho, que es remediable, pero que es fehaciente y que se plasma en esa frase de tu discurso en la que la emprendes contra “los padres” (pese a tu "hay de todo" posterior). Contra la posibilidad de que los hombres ejerzan la paternidad con virtud.

Definir un conjunto a partir de las circunstancias personales es uno de los errores más frecuentes de los necios, dado que es un ejercicio de ombliguismo muy evidente. Pero si, además, eso se realiza bajo la influencia de una ideología que antepone la fuerza de la masa sobre la reflexión individual y las fortalezas del ser, ese pensamiento se convierte en una bomba de relojería. En algo que aboca al trauma, como sucede con todas las convicciones irracionales. Reitero: estás en tu derecho de pensar así. También de estar equivocada. Pero has de saber que lo estás.

Porque la universidad a la que perteneces tiene la potestad de premiar a quien considere oportuno, siempre que eso no vulnere su reglamento. El galardonado puede causarte repugnancia, pero lo que tú no puedes impedir es que reciba el premio. Tampoco debes boicotear la celebración. Es maleducado. Eso debería saberlo la alumna más destacada de cualquier promoción.

La vida en sociedad no se trata tanto de alcanzar consensos como de aceptar a los diferentes. Lo contrario equivale a adentrarse en el terreno de la tiranía. Pregúntate si no son lobos con piel de cordero aquellos que te han hablado tanto del empoderamiento femenino, de la democracia popular y de la importancia de mantener un sector público tan grande como sea necesario.

Quien firma estas líneas defenderá siempre que te manifiestes por lo que te venga en gana. El 16 de agosto de 2020, en la Plaza de Colón, se movilizó un tipo con una pancarta que afirmaba que “el covid-19 no existe” y otro que asociaba el 5G al control mental de los ciudadanos. El otro día, en la puerta de tu facultad, había personas que defendían que, cuanto más se gaste en los servicios esenciales, mejor funcionarán. Ni unos ni otros tienen la más remota idea de lo que dicen. Todos están alejados de la verdad. Pero tienen derecho a reclamar lo que les venga en gana.

Lo que no deben hacer es impedir que el resto celebren o exijan lo que su criterio les dicta. Y eso es lo que tú hiciste el martes. Querida Elisa, con esa bravuconada de adolescente tardía y poco reflexiva, faltaste al respeto a la presidenta de la Comunidad Autónoma, pero también a los dirigentes de tu universidad. Y a quienes apoyan a Díaz Ayuso, que suman más votos que toda la izquierda autonómica junta. Y que pueden estar equivocados, no lo sé, pero que tienen derecho a celebrar.

Las personas que, como tú, han sido influenciadas por los propagandistas de turno, deberían preguntarse alguna vez de qué lado se encuentran la libertad y el progreso. Porque quizás no se hallen en el terreno de quienes realizan escraches contra el político que no piensa igual que ellos y, a la vez, denigran cualquier manifestación que no les convenga, desde la de los agricultores y ganaderos del pasado marzo en Madrid hasta la de Cibeles del pasado sábado. O incluso las procesiones de Semana Santa.

A lo mejor, como buena estudiante que eres, te convendría más que el país valorara más el mérito que la filiación; y mirara más la cuenta de resultados que el catecismo de partido

Quizás los fanáticos y reaccionarios sean ellos, Elisa. Y quizás haya que echarse a temblar cuando las personas que anteponen la ideología a la razón gestionan tus servicios públicos. Sean quienes sean. A lo mejor, como buena estudiante que eres, te convendría más que el país valorara más el mérito que la filiación; y mirara más la cuenta de resultados que el catecismo de partido a la hora de administrar sus recursos.

Seguro que así sería más próspero y libre; y seguro que, así, tendrías más probabilidades de triunfar en el futuro, cosa que seguro que mereces. Ahora bien, que no se te olvide que esa libertad implica sacrificios de muchos tipos. Entre ellos, el de lidiar con la imbecilidad predominante, aguantar que se conceda títulos honoríficos y premios a gente que pensamos que no los merece (¡si yo te contara en el periodismo!) y, claro, dar un rodeo dos de cada tres domingos porque la Castellana está cortada por personas que consideran que no tienen nada mejor que hacer que echar a correr.

Por cierto, un consejo: no hace falta más cine político, como afirmas. Es innegable que los propagandistas dominaron la técnica de forma primorosa (Octubre, Soy Cuba, Forrest Gump...), pero la esencia del arte no está en ese género engañoso. Con tu 9,28 ya tendrías que saberlo.

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