Hace un año y una semana fue investido presidente del gobierno Pedro Sánchez. Hoy los síntomas de descomposición del gobierno se multiplican a diario. La tragedia de la Dana en Valencia es un buen ejemplo; la insoportable técnica de echarse la culpa unos a otros, una administración autonómica frente al gobierno de la nación. El clásico ejemplo que provoca un distanciamiento infinito de la ciudadanía ante su clase política. Que Mazón actuó mal aquel fatídico 29 de octubre es bastante evidente. Desaparecido por horas en una comida, con una consejera –ahora felizmente cesada– que no supo hasta las 20 horas de aquel día dramático que existía un sistema de alarma telefónica, está en las antípodas de un gobierno en su sitio.
A su vez, la inconcebible actuación de la vicepresidenta Teresa Ribera, desaparecida en estas tres semanas, con una intervención parlamentaria anteayer más propia del extravío que de otra cosa, incapaz de acercarse a Valencia en todo este tiempo, no parece precisamente un modelo de diligencia. Y defender en la tribuna del Congreso que la culpa de que no se limpiara el barranco del Poyo –auténtico desencadenante de la tragedia– corresponde a Rajoy (!!) se antoja incomprensible. La vicepresidenta Teresa Ribera llegó al gobierno en junio de 2018, ha dispuesto de más de seis años para afrontar la limpieza de ese barranco. Pero nada, absolutamente nada, sucedió, lo cual es una muestra evidente de negligencia. Sí, se tome por donde se tome, es un absurdo y una falta de respeto a la ciudadanía este cruce de culpas que a nada lleva. Es evidente que las responsabilidades se cruzan entre administración autonómica y gobierno de la nación. Los únicos que han acudido a Valencia y han sido debidamente recibidos por una población abrumada son los Reyes de España. Algo querrá decir ese hecho, que denota una actitud ejemplar. Quizá lo que ocurre es que hay un gobierno que no puede salir a la calle.
Dana aparte, la debilidad gubernamental adquiere una dimensión creciente, prácticamente hasta el agotamiento, día por día. Dependiendo de unos aliados parlamentarios que son lo peor de cada casa, es incapaz de ofrecer un proyecto político para los españoles, fuera de retórica y demagogia absurdas.
¿Habrá más declaraciones de Aldama? Imposible saberlo ahora, y ello con independencia de los casi 170 dispositivos que viene analizando la UCO; a saber la información que se puede obtener de tamaña cantidad de material
Los problemas de la corrupción le acechan a cada día, a cada resolución judicial. Con independencia de cómo concluyan los procedimientos judiciales, lo que sí sabemos es que tenemos un presidente cuya esposa se encuentra bajo investigación judicial, en el que hemos perdido ya la cuenta de cuántas querellas contra el juez Peinado han sido desestimadas; un hermano también investigado por un Juzgado de Instrucción de Badajoz. Una trama Koldo, con Ábalos investigado por el Tribunal Supremo. Un fiscal general del estado también investigado por el Tribunal Supremo, que ordenó un registro en sus propias oficinas. Ayer declaró Víctor de Aldama –el “núcleo corruptor”–. Los torpedos que lanzó apuntan a Koldo, a Ábalos, a Cerdán, a Sánchez, a Gómez, a Torres, a Grande Marlasca, a María Jesús Montero, a Salvador Illa. En suma, medio gobierno y lo más granado de la dirección del PSOE. Podrá este partido decir que todo es mentira, pero hay una prueba evidente, que es la autoinculpación del propio declarante. Por lo demás, ¿habrá más declaraciones de Aldama? Imposible saberlo ahora, y ello con independencia de los casi 170 dispositivos que viene analizando la UCO; a saber la información que se puede obtener de tamaña cantidad de material.
Basta ver la producción legislativa de este año para comprobar la extraordinaria debilidad del gobierno, casi una agonía política y judicial. Una infame ley de amnistía que rompe con el principio de igualdad de los españoles, y que afortunadamente no le sirve, al menos por ahora, al Sr. Puigdemont. Una no menos infame ley de excarcelación de terroristas, asunto éste en que se ha llegado al extremo de quedar más atentados por esclarecer que terroristas en la cárcel. Y del resto, bien poco más. La colonización sistemática de las instituciones del estado, la última RTVE.
El empeño de Sánchez en hacer a Teresa Ribera vicepresidenta de la Comisión Europea es inexplicable. No le importa que el precio sea romper el cordón sanitario con la extrema derecha y votar al candidato del primer ministro húngaro Orban, auténtico proPutin y elemento permanentemente conflictivo en la Unión Europea. Nada importa al parecer al criterio de Sánchez, con tal de seguir y seguir.
Lo que en Europa hubiera llevado cinco minutos en orden a ponerse de acuerdo los dos partidos más votados –257 escaños entre ambos y el 65% de los votos–, aquí fue tan imposible que Pedro Sánchez no tuvo mejor idea que levantar un muro entre españoles
El origen de tamaño desatino no está sino en la lectura de los resultados de las elecciones generales del 23 de julio pasado. Nunca es bueno que no gobierne el partido más votado, que fue el PP. Lo que en Europa hubiera llevado cinco minutos en orden a ponerse de acuerdo los dos partidos más votados –257 escaños entre ambos y el 65% de los votos–, aquí fue tan imposible que Pedro Sánchez no tuvo mejor idea que levantar un muro entre españoles.
Esta es la legislatura enloquecida que no va a ningún sitio. Podrá continuar Pedro Sánchez, que no gobernar, hasta que arda fuego. Y al final no queda otro remedio que convocar a los españoles a las urnas. Todo lo demás es perder el tiempo y crear una desafección, una distancia ciudadana que crece y crece.
De verdad, en todo este pandemónium, ¿algún ciudadano puede siquiera sospechar que sirve para algo? Es claro que no, que esta legislatura está absolutamente agotada. Cuando no hay un proyecto político para España, la situación no da más de sí.