Opinión

La derecha no tiene quien le escriba

Ahora que ya ha pasado una semana del batacazo y hemos comprobado todos que del desastre electoral, como del amor, ya no se muere, la derecha debería plantearse dejar de dar vueltas como un pollo sin cabeza, respirar profundamente y poners

  • Cuca Gamarra y Alberto Núñez Feijóo -

Ahora que ya ha pasado una semana del batacazo y hemos comprobado todos que del desastre electoral, como del amor, ya no se muere, la derecha debería plantearse dejar de dar vueltas como un pollo sin cabeza, respirar profundamente y ponerse a pensar. No es necesario que se dé prisa, porque tenemos cuatro largos años de imperio Sánchez por delante, pero sí que tras los días de necesario descanso para enfriar esos cerebros privilegiados que han pergeñado semejantes dos campañas magistrales, se ponga en marcha cuanto antes. Lo primero, reflexionar el por qué se han desperdiciado votos emitidos, que no entelequias, a causa de una división inexplicable en determinados territorios que le hubieran proporcionado la mayoría necesaria para no vernos en la penosa situación que ahora padecemos. Lo segundo, unos y otros deben aceptar de una vez que a la realidad se la mira de frente y que no basta repetir una cosa mil veces para que de repente se materialice. Hay que olvidarse de una vez del pensamiento mágico.

Si queremos que la profecía del tertuliano Iglesias no se cumpla, aquel “ustedes no volverán a gobernar nunca más”, es esencial que las relaciones entre ambos socios necesarios se normalicen

Amigos del PP, me veo en la penosa obligación de comunicaros que Vox ha venido para quedarse por mucho que cerréis los puñitos y ojitos esperando que al abrirlos ya no esté ahí.  Es vuestro aliado natural y hay que establecer, lo más pronto posible, unas normas generales para la coexistencia pacífica entre los dos partidos que, por esas casualidades del destino, comparten electorado en mucha mayor medida de la que ambos quieren aceptar. El espectáculo de los pactos municipales, cada uno de su madre y de su padre sin una directriz clara desde Madrid, ha llenado de estupefacción al votante que cargado de razones para intentar el cambio de gobierno con su voto, caía en el desánimo ante los aspavientos podemitas de unos, como la letal Guardiola agarrada a su linde, y los reproches y lamentaciones de los otros. Si queremos que la profecía del tertuliano Iglesias no se cumpla, aquel “ustedes no volverán a gobernar nunca más”, es esencial que las relaciones entre ambos socios necesarios se normalicen. Ni puede haber soberbia como la de Juanma Moreno en su última entrevista ni asquitos como los de la ya susosdicha Guardiola de la linde, ni rigideces y superioridad moral por parte de Buxadé y los suyos.

Si el propio PP aísla a Vox y lo sitúa casi fuera del marco político, ¿cómo pretenden que se neutralice el discurso de la izquierda?

Como sucede en la vida adulta de los ciudadanos a cuyo voto aspiran, no es necesario que se caigan bien, basta con que se respeten, sin humillaciones innecesarias que lo complican todo. Si no saben cómo tejer ese trato natural entre vecinos o socios que se necesitan mutuamente, tienen buenos ejemplos en los que fijarse. Sin ir más lejos, en cómo Pedro Sánchez, puño de hierro en guante de seda, trata a Yolanda ahora y a Podemos antes. Con absoluto respeto formal  y lavando los trapos sucios en casa. Si no quieren mirar tan lejos, ahí tienen a Isabel Díaz Ayuso, que trata a Vox con la normalidad necesaria. No lo demoniza, reconoce los importantísimos puntos programáticos que unen a sus dos formaciones, y discrepa cuando lo considera necesario con firmeza pero con consideración y lo diré una vez más, con respeto y no como si los de Abascal fuera la madre leprosa de Ben-Hur anunciando su presencia con una campanita colgada de la túnica, entre otras razones porque no lo es, sino un partido perfectamente democrático. Si el propio PP aísla a Vox y lo sitúa casi fuera del marco político, ¿cómo pretenden que se neutralice el discurso de la izquierda?


Pero las culpas no vienen solo por parte de unos, también Vox haría bien en dejar a un lado los tercios de Flandes y las declaraciones de políica cultural que lo arrinconan innecesariamente, por lo menos durante la campaña electoral,  y dar un paso al frente para la necesaria colaboración con el partido mayoritario de la derecha. Lo que no puede ser es que toda la explicación que se da a un desastroso resultado electoral sea que los medios han ido en su contra y que ellos, haciéndolo todo bien, no han  podido evitarlo. Me gustaría recordarles que a la política, como a la vida, se viene llorado de casa, y que el necesario encuentro con el PP, cada uno con su identidad, depende de ambos. En cualquier caso, el electorado, como esas madres de antes interrumpidas constantemente en sus incesantes tareas caseras por sus hijos peleados que le vienen llorando y acusándose mutuamente, ha decidido no escuchar a ninguno, no saber nada de culpas,  quitarles la pelota y enviarlos al rincón de pensar hasta que recapaciten.

Encuentro en la derecha

Y ahí estamos ahora, sin pelota y con cuatro años por delante en el mejor de los casos para mirar cómo otros juegan con ella. Únicamente con un entendimiento entre ellos coherente y sensato  podrá revertirse la situación, y eso solo se conseguirá trabajando en silencio y construyendo los puentes que no se consideraron necesarios cuando se pensaba que la existencia de Vox iba a ser temporal. Mejor habría sido que Feijóo hubiera dedicado el valioso tiempo que empleó en cartearse con Sánchez en haber convocado a Abascal a una larga charla mucho antes de la cita con las urnas. Así habría empezado a sentar los cimientos de la recuperación del espacio que comparte, que no disputa, con Vox y nos habría ahorrado a todos la humillación y el bochorno de la respuesta a la innecesaria misiva. Porque en la falta de respeto con que el presidente presente y futuro de España trata al Jefe de la Oposición presente y futura vamos incluidos todos.

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