Quienes hemos transitado por el siempre doloroso trámite del divorcio entendemos perfectamente los problemas que tienen los de Junqueras y los de Puigdemont. Eso de separarse, por más que tu pareja haya sido de conveniencia y nunca haya existido el menor atisbo de amor, presenta numerosos problemas y crea situaciones en las que es harto fácil que las emociones se desborden. Tardà lo refleja muy bien en el artículo que les refería antes, publicado en El Periódico de Cataluña este pasado miércoles. Acusa a sus socios en el Govern poco menos que de envidiosos, de rencorosos, de mirar de reojo la mesa a la que se han sentado los del PSOE con Rufián, Jové y Vilalta. Es lo de siempre, Puigdemont cree que los de Esquerra le han puesto los cuernos y se siente como aquella que cantara la sin par Rocío Jurado, la otra, que a nada tiene derecho porque no lleva un anillo con una fecha por dentro.
Y como sea que si se ha desbloqueado el impasse entre separatistas y Gobierno de España – esto último es un decir – es merced a la dirección del de Lledoners, la ex Convergencia vuelve a sacar pecho exhibiendo al Avi Pujol este domingo en un programita de su TV3. A eso lo llamamos en mi tierra treure el Sant Cristo Gros de Balaguer. Hablará del 0’7 por ciento, pero que nadie se asuste: se trata del porcentaje destinado a la cooperación internacional. Tiene pelendengues el asunto.
Bien podrían acudir al domicilio de Rufián las señoras Budó, Nogueras y Borrás y dedicarle una serenata entonando lo de “como fue tu voluntad, mi boca no te dio queja, cumple con lo que has firmado que yo no valgo la pena”. Es un gran desgarro, lo sé, porque a ver quien decide ahora los trámites legales de tan colosal separación. ¿Bastará con el Tribunal Supremo o acudirán a Estrasburgo? ¿Precisarán de un relator? ¿Quién se queda con los niños, a saber, ANC, CDR, Ómnium, Tsunami y otras hierbas? El régimen de visitas a Bruselas ¿lo deciden unos u otros? Y ya ni les digo cuando vengan las vacaciones o las fiestas de guardar, porque, si acuerdan la custodia compartida, se darán de bofetadas por ver quien los tiene en fechas tales como la Diada, el aniversario de la sentencia del procés o la de la proclamación de la república. Uno se imagina esos muchachitos del CDR diciendo “No, no, queremos estar con Puigdemont, que nos deja llegar más tarde a casa si hemos incendiado unos contenedores, mientras que el tiet Rufián nos riñe si venimos oliendo a tiznao”.
Ah, pero si Puigdemont se considera engañado por su hasta ahora pareja, los de Esquerra temen que a ellos también les hayan puesto la cornamenta. Así, Tardà escribe que los herederos de Jordi Pujol hagan, y lo citamos textualmente, “un remake del pacto entre Artur Mas y Zapatero a espaldas de los republicanos como cuando el Estatut”. ¡Triste condición la del cónyuge que sospecha que tanto llegar tarde aduciendo motivos de trabajo esconde los encuentros furtivos en cualquier apartamento discreto en el que se desahogan las pasiones!
A todo esto, seguro que alguno se preguntará que papel desempeña la CUP en el drama que acontece en la familia separata. Pues ya se lo digo yo, ninguno
Total, que en el separatismo se masca la tragedia por ese divorcio entre quienes lo habían liderado. Bien puede Tardà prevenir a los suyos acerca de que el mérito de toda esta operación intentarán atribuírselo los de JxC, puesto que cuando dos se separan una parte intenta siempre hacerse la mártir y virtuosa. Diga, diga usted, señor Tardà, que aquí quien da primero, da dos veces, y no consienta en quedar como el malo de la película, que a estos de Waterloo se les da de miedo hacer de huerfanita de Oviedo. Insista en que los republicanos han de quitarse de encima todo complejo ante los antaño todopoderosos convergentes y señale lo mal que soportan que ahora lleve ustedes la batuta.
A todo esto, seguro que alguno se preguntará que papel desempeña la CUP en el drama que acontece en la familia separata. Pues ya se lo digo yo, ninguno. Aquí lo que se ventila es el desamor entre una pareja, mientras que los cupaires están por esas el poliamor, la comuna y el totum revolutum. Quedan excluidos, pues, de las riñas matrimoniales puesto que a ellos lo que las va es la copa vaginal. Digo yo, que es fácil perderse en ese lío que supone el mundo de las relaciones en el culebrón venezolano en el que se ha convertido ese sonriente universo de lazos amarillos.