El resultado de Ciudadanos en Andalucía es espectacular. Albert Rivera ha conseguido una doble victoria. Por un lado, es el único partido de los que se mueve en los márgenes del sistema y la defensa de la Constitución del 78 que ha mejorado en votos y escaños. Por otro, Rivera ha demostrado que un pacto de gobierno responsable tiene premio. Y gordo. Es quizá la primera vez en democracia que el socio minoritario se come en las urnas al Gobierno grande.
A Ciudadanos le ha faltado la guinda del pastel: superar al PP. Juan Marín no ha podido repetir el sorpasso de Inés Arrimadas en Cataluña. Se ha quedado cerca. La expectativa era real, y Ciudadanos se había dedicado a alimentar esa posibilidad con la esperanza de movilizar voto indeciso y descontento. No ha sido suficiente.
Ciudadanos tiene ante sí una papeleta endiablada. Los 21 escaños que ha logrado en estas elecciones son bisagra necesaria de cambio en Andalucía. Pero ese cambio pasa de momento por un pacto muy complejo con el PP y Vox, verdadero terremoto del 2-D.
Rivera tiene que medir ahora el coste del acuerdo que aspira a negociar. El primer mensaje al PP es que Marín es tan candidato a la presidencia de la Junta como Juanma Moreno Bonilla. El argumento de Ciudadanos es que ellos son precisamente el único partido que crece, frente a la caída del PP -que baja de 33 a 26 escaños- y el hundimiento del PSOE.
El segundo movimiento de Ciudadanos ha sido tender la mano al PSOE y no a Vox. Estamos en los prolegomenos de un rompecabezas. El partido naranja se sitúa como arbitro a izquierda y derecha de los partidos tradicionales y alejado de los extremos del Parlamento: Podemos y Vox.
La solución Borgen, la de colocar al tercer partido al frente del Gobierno, no sería tan difícil sin un calendario electoral tan apretado. Las elecciones autonómicas, europeas y municipales del 26-M están a la vuelta de la esquina. Las generales, probablemente también.
En Ciudadanos son conscientes de que están recogiendo muchos votos del PP, pero también del PSOE. Andalucía es un aviso a los Lambán, Vara y Page, pero sobre todo a Sánchez de que hay un electorado socialista alejado de las tesis de Iceta y los pactos con Podemos y el separatismo. Es también probable que esos votantes que hoy se han ido a Ciudadanos o se han quedado en la abstención no entiendan un acuerdo con Vox. La solución que Ciudadanos aplique en Andalucía va a ser determinante en las aspiraciones de Rivera de conquistar la Moncloa.
El resquicio de una coalición socioliberal en el Congreso; por la que un sector moderado de la sociedad, los empresarios y por qué no decirlo miembros de ambos partidos suspiran; estaría más cerca si empieza por Andalucía. Los dos partidos suman 54 diputados, a uno de la mayoría absoluta, en el nuevo Parlamento andaluz.
No es un imposible, pero también hay que saber gestionarlo. Los andaluces han votado cambio y el cambio tiene que llegar a la Junta -acuerdo con el PSOE mediante o no-. Rivera pactó con Díaz en 2015. El electorado ha premiado abrumadoramente las reformas de ese acuerdo. Rivera tiene una buena mano, pero la partida hay que saber jugarla.