Pues señor, habiendo sido convocados este domingo para elegir a nuestros munícipes, bueno será analizar lo que han hecho estos cuatro años. Por aquello de poner los puntos sobre las íes, más que nada.
Decía Adolfo Marsillach en aquella TVE en blanco y negro en la que, a pesar de Franco y Arias Salgado, se podían ver obras de Fuller, Ibsen o Kafka, que la honradez se recompensa siempre en España. Será que Barcelona ya no forma parte del solar patrio y Torra con su mariachi combo han conseguido que la Ciudad Condal sea capital de la fabulosa Narnia, la Ínsula de Barataria o el país de Liliput. Como muestra ahí tienen vuesas mercedes lo que han hecho las diferentes cofradías políticas en el ayuntamiento y cómo se les paga a sus protagonistas. La honradez en estos pagos, si acaso, se convierte en delito de lesa política.
De entrada, produce pánico cerval pensar que el dilema de este domingo sea entre Ada Colau o Ernest Maragall, la okupa o el resentido, la podemita o el separatista. Mal andan las cosas, amigo Sancho, que diría Alonso de Quijano, viendo a dónde ha ido a parar el archivo de la cortesía, convertido por la ineficacia y la negligencia de Colau en corte de los milagros, paraíso de tahúres, rufianes, pícaros, truchimanes, barraganas de a dos maravedís y mata sietes. Colau apoya a manteros y desprecia a botiguers, ha tenido a Pisarello dilapidando la hacienda barcelonesa, ha sostenido a esa señora, Gala Pin, nombre de juguete preescolar, que decía hace pocos meses que había descubierto, tras pasar el mandato apoltronada en su concejalía de Ciutat Vella, que la policía servía para que la ley se cumpla.
Las encuestas dicen que la volverán a votar, aupándola en gárrulo gesto, como los que llevaban en hombros a Fernando VII
Las encuestas dicen que la volverán a votar, aupándola en gárrulo gesto, como los que llevaban en hombros a Fernando VII, el que usaba paletón, mientras cantaban '¡Vivan las cadenas!'. La alternativa es Ernest, el hermanísimo, heredero de la total inoperancia de Esquerra en la Casa Gran, con famosos de relumbrón que abandonaron el barco por un grítame allá a esos funcionarios, como el actor Juanjo Puigcorbé, o con Alfred Bosch, reciclado en Conseller, del que su mayor logro ha sido no perderse en los pasillos del laberíntico consistorio. De los socialistas prefiero abstenerme: Collboni ha pasado estos cuatro años haciendo solo tres cosas: la primera mitad, siendo socio de Colau, alabándola; la segunda mitad, cuando Colau lo echó con cajas destempladas, lamentándose por la nostalgia del despacho oficial. La tercera ha sido prodigarse en reuniones con Miquel Iceta, pues harto sabido es que, a reunión de pastores, ovejas que se pierden. Su socialismo de Instagram y postureo fino, a pesar de los alifafes de Sánchez y cierta mejora del cadáver social demócrata, le dará como mucho para arbitrar si quien manda es el comunismo o el separatismo. Del PP cabe destacar que Alberto Fernández se va, y eso causa pesar en muchas personas porque es difícil encontrar en su partido a alguien más trabajador, serio, eficaz y con menos oportunidad de llevar a cabo sus ideas. El PP, por su mala cabeza, se ha quedado en algo residual en mi tierra.
Ciudadanos
Y llegamos a Ciudadanos, que presenta más misterios que una novela de Agatha Christie. El cronista se indigna cuando comprueba como el inmenso trabajo realizado por Carina Mejías se ha visto recompensado con un hasta luego Lucas y poco más. Carina, seria, implacable en el debate, ha sido el auténtico azote del comunismo demodé y demagógico – todo comunismo lo es, si a eso vamos -a lo largo de la legislatura. Ella es quien le ha espetado a Pisarello su falta de responsabilidad al llegar a una reunión económica con más retraso que el tren sevillano de la década de los sesenta, la que ha defendido hasta la extenuación lo principios constitucionales en un consistorio que se ha deleitado en retirar el busto de Don Juan Carlos de la sala de plenos o se ha reído con algazara intentando arrebatarle la enseña nacional a Alberto Fernández en el balcón municipal. Ella ha recibido a las decenas y decenas de ciudadanos que no encontraban quien les hiciera puñetero caso en aquel edificio repleto de vanidades y malas intenciones, ella se ha puesto al lado de los que padecen la terrible lacra de los okupas, ella ha defendido al pequeño comerciante frente a la infamia del comercio asociado con la mafia organizada de los manteros, ella, en fin, ha dado la cara mil y una veces en defensa de eso que venimos llamando el sentido común, la ley, la dignidad, la constitución.
Pero hete aquí que la han barrido de un plumazo tan incomprensible como equivocado, pues no parece que Manuel Valls vaya a sacar muchos más concejales que ella – Ciudadanos obtuvo con Carina cinco y a Valls las encuestas le dan una horquilla entre siete y diez siendo generosos – con lo que ya me dirán ustedes si para este viaje hacían falta alforjas. Pero había que ofrecer transversalidad, maldito eufemismo que significa lo mismo que la nada del limbo. Valls se pasó buena parte del tiempo pidiendo un pacto a tres entre PSOE, PP y C’s que no puede ser y, además es imposible, cuando no arremetiendo contra Vox como si esto fuese Francia y Abascal la señora Le Pen, que ya es confundirse, ni que sea por el apéndice capilar de Santiago.
Es tristísimo que te hagan la cama los tuyos. Carina pecó de honradez y eso no se perdona. El fuego amigo es el peor de todos los fuegos y uno quiere dejar constancia de lo que perdemos los barceloneses con la marcha forzosa de esta abogada que sabe más de la capital catalana y de sus problemas que todos sus rivales juntos.
Ahora vayan a votar este domingo, pero que luego nadie se queje si sale lo que sale, que por desgracia, saldrá.