Opinión

Envejecimiento y declive económico vasco

Nos encontramos al acecho de una 'japonización' del País Vasco en términos de declive demográfico, fuerza laboral y de aumento de la población dependiente

  • Andoni Ortúzar e Íñigo Urkullu

En la primavera pasada, el Servicio de Estudios Zedarriak, foro social y empresarial vasco, publicó un diagnóstico económico y social en que pasa revista a las principales características de la economía vasca, incluyendo las necesidades existentes para superar los desafíos históricos a los que se enfrenta el País Vasco, con una singular atención al fenómeno demográfico y al envejecimiento.

Es especialmente llamativa la apelación al riesgo demográfico de 'japonización' del país, como consecuencia de una nefasta evolución demográfica que ha provocado, por un lado, una reducción drástica de la fuerza laboral  en aquel país (25% desde el año 2000 al 2025), consecuencia de una natalidad reducida que no ha podido ser compensada por la inmigración, y por otro lado, por un creciente envejecimiento de su población. La drástica pérdida laboral de Japón ha provocado que su PIB a escala mundial haya pasado de un 17% en 1990, a cerca del 7% en 2020.

Y en efecto, en lo que hace al País Vasco se observa una aceleración de su declive demográfico desde finales del siglo XX hasta la actualidad. El porcentaje de población en edad laboral representaba en el 2000 el 69,85% de la población, pasando a reducirse en 2020 a tan sólo el 62,33%. En 2021, en el País Vasco hay 158 personas mayores de 64 años por cada cien personas menores de 16 años. Se trata así, de una pirámide no ya invertida, sino directamente inviable.

Se agrega un País Vasco con un porcentaje alarmante de población dependiente, entendida como las personas que dependen bien de la protección familiar, bien de la pensión y sus ahorros

Dos datos: a) Si llevamos dos décadas con una fuerza laboral decreciente en el País Vasco de 92.000 personas, en los próximos 30 años se prevé que se reduzca en otras 221.000 personas más, y en la presente década se prevé una reducción cercana a las 60.000 personas; b) Si en 2020 la población laboral era el 62,33% de la población vasca, en 2031 habrá descendido al 59,7%, en el 2041 al 54,51% y en 2051, apenas representará el 51,3% de la población del País Vasco.

A ello se agrega un País Vasco con un porcentaje alarmante de población dependiente, entendida como las personas que dependen bien de la protección familiar, bien de la pensión y sus ahorros. En 2020 la población dependiente representaba cerca del 37% del total de población vasca, pero en el 2031 esa población ascenderá ya al 40% del total, y en 2051 se acercará al 50%. A nadie se puede escapar que las consecuencias de llegar a tener la mitad de la población dependiente supondría un aumento extraordinario del gasto público que se produciría tanto en el capítulo de sanidad como en el de los servicios sociales.

Todo esto dimana de un declive demográfico realmente alarmante. Si tomamos por referencia el año 1975, año de la muerte del dictador Franco, nos encontramos con que las comunidades españolas han crecido en población, sí, pero de manera bien distinta. Así Cataluña ha pasado de casi 5.500.000 de habitantes en aquel año a más de 7.500.000 de habitantes en 2019; la Comunidad de Madrid, superaba los 4.000.000 de habitantes en 1975 y supera más de 6.500.000 de habitantes en 2019. Mientras tanto el País Vasco ha pasado de 1.989.000 habitantes a 2.177.000 habitantes en 2019. Es decir, un crecimiento de población realmente escaso en algo más de 80.000 personas con todos los déficits anteriormente apuntados de envejecimiento demográfico y de aumento de población dependiente. España, por su parte, ha pasado de 35.500.000 de habitantes en ese año 1975 a casi 47.000.000 en 2019.

Fueron decenas de miles los ciudadanos que abandonaron su casa y su actividad y se marcharon ante la insoportable amenaza terrorista. Y a partir de ahí, el riesgo de una sociedad átona y machacada se multiplica, como así ha sido

Y es que la tragedia del terrorismo por más de cuarenta años en el País Vasco, tiene consecuencias, no sólo en asesinados, heridos, amenazados y secuestrados. Fueron decenas de miles los ciudadanos que abandonaron su casa y su actividad y se marcharon ante la insoportable amenaza terrorista. Y a partir de ahí, el riesgo de una sociedad átona y machacada se multiplica, como así ha sido. Como tendremos que preguntarnos por qué gente joven cualificada también se marcha a vivir fuera del País Vasco.

De no corregirse las proyecciones demográficas actuales, abocan al País Vasco a unos decrecimientos de los niveles de renta y de PIB, reduciéndose aún más la economía vasca en el conjunto de la economía española. La natalidad cae a niveles no vistos desde el año 1941, en plena postguerra. En 1976 se produjeron más de 41.000 nacimientos en la Comunidad Vasca, que se han reducido a menos de 15.000 en el año 2020, una reducción superior al 30%. Y ello, teniendo en cuenta que en la actualidad aproximadamente un 30% de los nacidos en el País Vasco lo son de madres extranjeras.

Urkullu achacaba derrotismo y les acusaba de dejar instalado en la sociedad vasca un clima de descrédito para con sus instituciones

El lehendakari Urkullu criticó con dureza el indicado estudio de Zedarriak cuando fue editado en abril de 2022. Le achacaba derrotismo, y les acusaba de dejar instalado en la sociedad vasca un clima de descrédito para con sus instituciones. Sin embargo, lo cierto es que ese informe económico y social, y otros similares como el ‘Panorama demográfico’ cuatrienal publicado por Eustat (Instituto Vasco de Estadística) en el verano de 2022, debieran abrir un debate capital en la sociedad vasca, que no tiene su correlación con ninguno de los debates públicos que se propician desde las instancias políticas en esa Comunidad.

Si, en resumen, nos encontramos al acecho de una japonización de la Comunidad Vasca –en términos de declive demográfico y de fuerza laboral y de aumento de la población dependiente– por lo que es fácil deducir que estamos también en puertas de una notable reducción de la riqueza de esa Comunidad Vasca, disminuyendo su actividad económica, su renta bruta disponible y su recaudación fiscal.

Sus crecientes dificultades para cubrir el relevo generacional hacen que ya el 45% de las pensiones vascas sean cubiertas con riqueza generada en el resto de España. Y en el Concierto Económico, privilegiado vínculo fiscal del País Vasco, los escasos 1.300 millones de euros del Cupo vasco de 2021 apenas dieron para cubrir el 27% del déficit de pensiones vasco.

Y otro tanto, –aunque no sea de forma tan clara como la expresada para el País Vasco– se puede proclamar una evolución demográfica de la población española en su conjunto que no termine por alejarse demasiado de la expresada en cuanto al País Vasco. Con unos índices de natalidad bajísimos, las variantes en términos de fuerza productiva y población dependiente se irán acelerando también. Pero, de nuevo, poco o nada de todo eso ocupa la escena política nacional, empecinada en el espectáculo de la división, la confrontación y la polarización sin fin.

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