No han sabido ni saben gestionar sanitariamente la pandemia. No han podido ni quieren hacer el más mínimo gesto para reactivar la destruida economía catalana. Por no hacer, ni siquiera han limado asperezas entre ellos. El separatismo es un fascismo más al uso y, por tanto, solo se ocupa de quimeras y de disponer de un enemigo al que achacarle las culpas de todo lo que no funciona. Da igual meterse con un cómico como Berto Romero que, total, solo dijo en una entrevista que se había querido mantener equidistante en el asunto de la independencia, que esperó a ver si se apagaba el ruido y que está harto de fiebres colectivas y de jornadas históricas. Y eso que Berto es compañero de Buenafuente, productor de espacios en TV3 que hacen apología del separatismo sin disimular y sin anestesia. Pero, ¡ah, amigo!, como Berto no secunda entusiásticamente llamar ñordos a los españoles ni cree que tengamos una tara en el ADN, le han dado la del pulpo a dos manos. Amigo Berto, hace tiempo que se prohibió la equidistancia, ponderar las cosas y reflexionarlas sin bajas pasiones.
Porque esto va de trincheras, que nadie lo dude. Véase la intervención de Torra en esa colosal farsa propagandística denominada universidad catalana de verano, cuando una ráfaga de viento –españolazo que es el dios Eolo– se le llevó los papees. Como es persona costumbrada a perderlos, ni se inmutó. Y dijo que ahora tocaba desobedecer leyes injustas, que está en marcha la “Operación Septiembre”, como si hablase de la Operación Overlord, que la independencia es más urgente que nunca y que hay que arriesgar. Para demostrarlo, el rey del maletero, Puigdemont, y él mismo se fueron a visitar la tumba de Machado. Hala. Ahí queda el gesto valiente y decidido. Eso sí, ya ha dicho que no caben matices: o con ellos o en contra. ¿Lo ves, Berto? Esto no va ni de democracia ni de libertad. Esto va de los señoritos de un cortijo que quieren que se les dé todavía mayor patente de corso para seguir llevándoselo crudo como hizo la familia Pujol durante cuatro décadas. Y los que decimos que no, somos malos, malísimos, el enemigo a batir, qué digo a batir, a exterminar.
No es de extrañar que por Twitter empiecen a pulular grupúsculos o personajes que amenazan con llevar a mayores esa revolución de els somriures que es el movimiento lazi. Ya hay quien amenaza con que muchos catalanes tienen escopeta y saldrán a disparar desde sus balcones, que ocuparán el Parlament el próximo 11 de septiembre, que volverán a proclamar la república, en fin, todo el cortejo de sueños húmedos que hacen estremecer a muchos funcionarios ociosos de lacito amarillo en la solapa o a venerables señoras de los barrios altos. Es ese temblor sutil que les agita los pelillos de la nariz y de las orejas –todos suelen tener una provecta edad, bueno, menos sus hijos que son revolucionarios por horas siempre que no se les enfríe la sopa que tienen a mesa puesta en casa de los papás– y que recalienta sus partes bajas.
Al final, cuando el humo de la pólvora se haya disipado, volverán para reclamar sus fincas y haciendas, pactarán con quien mande y a seguir"
Claro está que, si hacen lo mismo que sus abuelos, a la que suene el primer tiro correrán cames ajudeu-me, que decimos en vernácula, para largarse al exilio con Puigdemont o para reclamar un espadón que ponga orden. Nos dejarán a los locos que se emborrachan con la violencia, como ya pasó en su día, y volveremos a las andadas. Al final, cuando el humo de la pólvora se haya disipado, volverán para reclamar sus fincas y haciendas, pactarán con quien mande y a seguir, que el asunto estriba en el comisionismo de baja estofa y en mantener un rígido sistema de castas que mantenga al charnegamen, dicen ellos, acojonado y lamiendo la mano de quien le da trabajo, nada más faltaría.
Ante semejante barbaridad política, histórica, económica y social, es lógico que la equidistancia no se admita siquiera como animal de compañía. Ellos quieren fanáticos, no personas libres. Dicho lo cual, toda mi solidaridad, admiración y afecto, porque sé muy bien lo que es que te linchen en las redes. A mí me pasa a diario. El truco estriba en reírte de ellos. El humor es el arma más poderosa que tiene la libertad cuando los fascistas pretenden derribarla. Míralos a los ojos y diles Berto leya erabundariole. Tú ya me entiendes. Un abrazo, bonico, de parte del hijo de un cartagenero.