La convulsión que ha provocado la salida de Íñigo Errejón de la política española, no tanto por su importancia sino por los motivos que la rodean, le hace a uno formularse muchas preguntas. Porque en las cuestiones que afectan a los dirigentes de la cosa pública no existe jamás la casualidad. Existe la causalidad y cuando el momento presente nos ofrece al presidente del gobierno, a su familia y a sus allegados en el centro de un maelstrom de presunta corrupción, señoritas de buen ver y demás golferías, justo es reflexionar acerca de si ha llegado la caída de los dioses. Como dije hace días, a Sánchez se le da por amortizado -y eso no significa que vaya a dimitir mañana, aunque vaya usted a saber- y eso se puede hacer extensivo a toda una generación de políticos de laboratorio que ya han cumplido su función. A los Soros de turno no les apetece nada perder el tiempo e igual te encumbran y te elevan que te derriban y te hunden.
Hoy Errejón cae, presuntamente por una actitud machista y sexualmente inapropiada; mañana podría ser Yoli vaya usted a saber por qué, quizá por el abuso indiscriminado de Farmatin
A tenor de esto, hay que remitirse a los textos clásicos que son los único que todavía no sufren las censuras de los críticos cenobitas de los suplementos literarios. En ellos encontramos que tanto el Bien como el Mal usan a este o a aquel humano como instrumentos de sus designios y mucho me temo que Pablo Iglesias es el elegido para barrer a todo un selecto grupo de pululantes políticos que, además, le han traicionado. Hoy Errejón cae, presuntamente por una actitud machista y sexualmente inapropiada; mañana podría ser Yoli vaya usted a saber por qué, quizá por el abuso indiscriminado de Farmatin. Pero no creo aventurarme si les digo que la Noche de los Cuchillos Largos, en la que Hitler se libró de sus adversarios de manera radical so pretexto de un falso golpe de estado, ha empezado. Me lo decía la semana un conocedor de los entresijos del comunismo: “Demasiado gallo para tan poca gallina”. Bien lo debe saber, porque ha sufrido unas cuantas purgas, eufemismo que emplean los discípulos de Stalin cuando se trata de quitarse de en medio -ahora pacíficamente, gracias a Dios- al rival molesto o al que no es suficientemente entusiasta.
Iglesias ha puesto en marcha la picadora de carne igual que Sánchez con la suya. Existe, sin embargo, una gran diferencia entre ambos: al ex líder de Podemos lo único que le preocupa es despejarle la ecuación a Irene Montero para que se quede como ama del cotarro, mientras que a Sánchez le va la vida política en el envite. Las defunciones en el campo comunista son estertores de un invento, Podemos, que acabó troceado en miles de partidos como pollo sin cabeza aunque, ojo al dato, sus votos sean decisivos en el Congreso para mantener al gobierno Frankenstein. Es, por tanto, baladí saber quién será la próxima cabeza en rodar.
Lo de Sánchez, insisto, es otra cosa. ¿De quién creen ustedes que se desprenderá primero en esa maniobra de soltar lastre ante la agenda judicial que se le avecina? Se admiten apuestas, pero si yo fuera colaborador íntimo del presidente estaría todo el día con las barbas puestas remojar. Porque los cuchillos son, efectivamente, muy largos y están más afilados que nunca. No se de por aludido, ministro Puente…