Opinión

Esto no es una guerra

Este artículo quiere ser una carta abierta al señor Sánchez Castejón, la carta de una ciudadana que percibe con estupor el lenguaje bélico empleado por el presidente del Gobierno para referirse a la crisis de la Covid-19

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con mascarilla y guantes.

Este artículo quiere ser una carta abierta al Sr. Sánchez Castejón, la carta de una ciudadana que desde su confinamiento percibe con estupor el lenguaje bélico empleado por el presidente del Gobierno para referirse a la crisis de la Covid-19 que asola España.

Sr. Sánchez Castejón, no estamos en guerra. Por mucho que usted siga milimétricamente el libreto escrito por Redondo para eludir su responsabilidad y actúe alternativamente como si llevara puesto el uniforme de un general de campaña o el chándal de Chávez, no estamos en guerra.

Identificación con el fascismo

Sr. Sánchez Castejón, por mucho que usted intente pervertir la realidad repitiendo palabras bélicas, no estamos en guerra. Seguro que su chamán Redondo ha leído a Victor Klemperer alertando de que la repetición constante de “falsas premisas” lograba hacer plausible lo ficticio y de ahí su estrategia. Pero aunque usted lo repita machaconamente una y mil veces, no estamos en guerra.

Sr. Sánchez Castejón, aunque salga Irene Montero a ayudarle e identifique a la Covid-19 con el fascismo, no estamos en guerra. Por muy rentable que les haya resultado hasta el momento el uso de palabras peligrosas para demonizar o excluir a quienes critican sus políticas, no nos vamos a dejar engañar: la Covid-19 no es fascista y el fascismo no es el enemigo al que los españoles hemos de batir.

Estos números ocultan rostros, nombres y apellidos de conciudadanos nuestros que han sido víctima de un virus tan invisible como peligroso y de la incompetencia e irresponsabilidad del Gobierno que usted preside

Sr. Sánchez Castejón, mientras escribo este artículo llega la noticia del día: en las últimas 24 horas han muerto 517 españoles, 3477 se han contagiado y España, con 17.489 muertos, sigue encabezando la lista mundial en muertos por millón de habitantes, muy por delante de la media de Europa y por delante de todos los países que están sufriendo esta letal pandemia. Quiero recordarle, Sr. Sánchez Castejón, que estos números no son un parte de bajas, que esto no es un parte de guerra: estos números ocultan rostros, nombres y apellidos de conciudadanos nuestros que han sido víctimas de un virus tan invisible como peligroso y de la incompetencia e irresponsabilidad del Gobierno que usted preside y cuya demostrada ineptitud está resultando muy peligrosa.

Verá, Sr. Sánchez Castejón, por mucha consigna bélica que usted suelte en las televisiones en horario de máxima audiencia, por mucho o poco éxito que tengan sus campañas de intoxicación financiadas con dinero público y dirigidas a eludir su responsabilidad en la gestión de esta crisis y en sus consecuencias, no estamos en guerra. Pero déjeme que le llame la atención sobre un aspecto que a lo mejor le ha pasado desapercibido a su mentor, el Sr. Redondo: si esto fuera una guerra y usted fuera el general al mando, hace tiempo que un tribunal militar le hubiera juzgado y le hubiera arrancado los galones.

No, esto no es una guerra; aunque los españoles hemos aprendido de manera dramática que lo único que podemos esperar de usted, Sr. Sánchez Castejón, es un “sálvese quien pueda”. La lección que hemos extraído es que no podemos esperar nada de nuestro Gobierno, que debemos defendernos entre nosotros, que no nos queda otra que defendernos del virus... y de usted.

Usted, Sr. Sánchez Castejón, decidió que salieran a la calle y se incorporaran en sus puestos de trabajo millones de españoles que no contaban con los medios de protección imprescindibles

El 13 de abril era un día especial: mi hermano pequeño Carlos hubiera cumplido años y hoy ha cumplido seis años mi nieto pequeño Gálder. Echo en falta sus abrazos: el que nunca podré volver a dar y el que repetiré en cuanto esto acabe. Pero sé que cuando dentro de un año piense en este día no recordaré la ausencia de mis seres queridos sino la impotencia que sentimos al ver que usted, Sr. Sánchez Castejón, decidió que hoy salieran a la calle y se incorporaran en sus puestos de trabajo millones de españoles que no contaban con los medios de protección imprescindibles porque usted no se los había suministrado.

Sr. Sánchez Castejón, no sabe usted la angustia que produce ver que, una vez más, han tomado ustedes las decisiones de forma improvisada, chapucera, opaca, irresponsable y contradictoria. Han cambiado al filo de la media noche el decreto en el que se determinaba los sectores que reanudaban su actividad; han mandado a los españoles a sus centros del trabajo repartiendo “mascarillas” a la entrada de los transportes colectivos…cuando había y/o llegaban a tiempo. En el colmo del despropósito, han dado 24 horas a los empresarios para dotar de materiales de protección a sus trabajadores, cuando saben que no hay ese material porque ustedes han sido incapaces de proveer de mascarillas ni siquiera a todo el personal de los centros sanitarios... Y, para terminar de rematarlo, acabo de escuchar al ministro del Interior anunciando que llegarán las mascarillas a las farmacias… durante el fin de semana.

Un doble juicio

Hannah Arendt dejó escrito que lo bueno de las sociedades libres es que al final los hechos se imponen a las falsedades: “En circunstancias normales, el mentiroso es derrotado por la realidad, para la que no hay sustituto; da igual la trama de falsedades que esté dispuesto a ofrecer un mentiroso experimentado: nunca será lo suficientemente grande como para encubrir la inmensidad de los hechos”. Sr. Sánchez Castejón, usted es un experto, pero para nuestra desgracia la inmensidad de los hechos –miles de muertos, miles de familias destrozadas, millones de parados…- no le permitirá encubrir su responsabilidad.

Sr. Sánchez Castejón, déjeme decirle que afortunadamente, también para usted, no estamos en guerra. Porque si esto fuera una guerra y usted fuera el general al mando, usted acabaría ante un tribunal militar y lo más probable es que fuera expulsado con deshonor de la carrera. Pero como esto no es una guerra y como vivimos en un Estado de Derecho y en una democracia plena en la que todas las instituciones deben funcionar a pleno rendimiento, usted será sometido a un doble juicio: los ciudadanos le juzgaremos políticamente y la Justicia, que es una Institución imprescindible de la democracia, emitirá también su juicio y determinará su responsabilidad en la inmensidad de los hechos.

Mientras llega ese momento, Sr. Sánchez Castejón, permítame que le diga que hay millones de españoles que no renunciaremos a ejercer nuestra libertad; y que, precisamente por eso, exigiremos conocer la verdad, toda la verdad.

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