Veintidós meses de prisión. Por defraudar a Hacienda 3.872.621 euros entre 2006 y 2009. No, no se trata de otra condena a Bárcenas, El Bigotes o El Yonki del dinero por otro caso de corrupción del PP. No, tampoco es otra condena al viejo régimen andaluz del PSOE, con sus ERE y sus canesús, que no por casualidad ahora parece tan lejano. Es la pena impuesta por un juzgado de Barcelona al futbolista Samuel Eto'o, que dejó de pagar a las arcas públicas esa cantidad que muchos de ustedes no cobrarían en dos vidas.
Esta condena a Eto'o por su etapa en el Barça es parecida a la que en su día recibió Messi que también como azulgrana defraudó a Hacienda, que es defraudarnos a todos, por cierto, o a la que en su día los tribunales le impusieron a Cristiano Ronaldo por los mismos desmanes cuando jugaba en el Real Madrid. O a la que han recibido tantos y tantos futbolistas aquí, en España, pero igualmente más allá de nuestras fronteras.
Ya tenemos dicho aquí que a los futbolistas y a quienes les rodean les perdonamos todas estas corruptelas como si no hubieran existido. Son ídolos defraudadores pero, en realidad, a nadie en el universo futbolístico le importa. Digamos que todos miramos para otro lado y hasta comprendemos que estos pobres jóvenes ganan tanto dinero y están tan mal aconsejados que sus delitos resultan en cierto modo entendibles.
En todos los casos ocurre lo mismo: el futbolista, ahora sí bien aconsejado por grandes abogados, admite los delitos, desembolsa la pasta que en su día no pagó y responsabiliza del problema a algún familiar cercano o representante, muy malvados ellos
La cosa también afecta a los entrenadores como Carlo Ancelotti, señalado el pasado año, sin ir más lejos, tras admitir ante el juez que había evadido impuestos en el ejercicio fiscal de 2014, durante su anterior etapa como técnico madridista. En esos casos tampoco ocurre nada grave, porque los aficionados entienden que las excusas de mal pagadores -nunca mejor dicho- son ciertas y que, en el fondo, lo defraudado es calderilla para los señores del fútbol, que llegado el caso pagarán su deuda.
Pagando, así se arregla la cosa. Porque en todos estos casos, se llame Messi, Cristiano o Eto'o el acusado, invariablemente ocurre lo mismo: el futbolista, ahora sí bien aconsejado por grandes abogados, admite los delitos, desembolsa la pasta que en su día no pagó y responsabiliza del problema a algún familiar cercano o representante, muy malvados ellos. "Reconozco los hechos y voy a pagar, pero que conste que entonces era un niño y que siempre hice lo que mi padre me pedía que hiciera". Es la frase del delantero camerunés de este lunes.
¿Cuántos otros jugadores de fútbol, sean del Barça, el Madrid o cualquier otro club de primera, se han valido de tretas legales para evadir pagar los impuestos que usted y yo sí pagamos?
Ya sabemos que esto no tiene arreglo. Pero se antoja relevante, llegados a este punto, una pregunta: ¿Cuántos otros jugadores de fútbol, sean del Barça, el Madrid o cualquier otro club de primera, se han valido de tretas legales para evadir pagar los impuestos que usted y yo sí pagamos? No es que sea recomendable sembrar la sospecha sobre todos los futbolistas, por supuesto, pero lo cierto es que visto lo visto imaginar esa respuesta es para echarse a temblar. Claro que, volviendo al hilo, en realidad a nadie en el negocio futbolístico le importa esto.
Decía Saramago que se perdona porque se ama y se ama porque se perdona. Es cierto, por supuesto, porque las cegueras en el fútbol son casi peores que las del amor, pero, en todo caso, hay perdones que dan vergüenza ajena.