Opinión

Félix Bolaños y el peligro de los carniceros con dos trajes de Hugo Boss

Resulta esperanzador el hecho de que la izquierda haya optado por la propaganda y la agitación como herramientas de pre-campaña. En Madrid, hace dos años, esa estrategia provocó uno de sus más lamentables fracasos en las urnas

Podría decirse que desde el momento del despertar todo es un papel. Socializar es fingir. Es ocultar los infiernos personales y las cursilerías para no desentonar. Para que nadie descubra que eres más memo de lo que aparentas. Eso entra dentro de lo normal. “El mundo todo es máscaras y todo el año es carnaval”, como escribió Larra.

Otra cosa es lo de Félix Bolaños. Eso está varios niveles por encima. Es el hombre para todo de Pedro Sánchez. El 'Ángel Siseñor' del presidente. Nunca un 'no' por respuesta, nunca una mueca de desaprobación ante una consigna. Interpreta al personaje del ejecutor y en su armario guarda disfraces de fontanero, de matarife o de recepcionista de funeraria, según toque.

Teodoro García-Egea fue una versión menos sofisticada de Félix Bolaños. Ejerció de hombre para todo para un líder frágil. “Mi consejero delegado en Génova”, que decía Pablo Casado. El murciano se creyó el papel y actuó con la imprudencia de quienes saben que están ante la mejor oportunidad de su vida. Como suele ocurrir, lo mató el partido, cuya fuerza infravaloró... La noche de su dimisión terminó en LaSexta, confesándose a Ana Pastor, en una de las venganzas más ridículas que se recuerdan. Se refugió donde 'el enemigo' con el propósito de incomodar en su partido. A lo lejos, se escucharon las carcajadas de quienes lo decapitaron.

A Bolaños le ocurrirá lo mismo tarde o temprano porque ése es el destino inevitable de quienes se sientan a la derecha del padre y ejecutan todos sus caprichos en las organizaciones. Son expeditivos cuando se sienten con poder y lacrimógenos cuando los desahucian. Así les ocurrió previamente a Carmen Calvo y a Iván Redondo. En pocos días, pasaron de capitanes a soldados incómodos. Ahora, la otrora prensa amiga los retrata como frikis. Como chalados que prefirieron morir por una idea a hacerlo por un presidente.

Ahí me colé y en tu fiesta me planté

Al ministro de la presidencia le asignaron la tarea de reventar la celebración del 2 de mayo en Madrid. Es decir, la de ejercer de pirómano en el 'territorio enemigo' para el presidente y para tantos otros a los que cualquier objeto de la creación que huela a España les provoca náuseas. Un año antes, Bolaños reveló en esta efeméride que el teléfono de Pedro Sánchez había sido espiado por Pegasus, lo que restó protagonismo al discurso de Isabel Díaz Ayuso. Esta vez, ha sido su intento de colarse en un escenario el que ha ensombrecido la fiesta.

Sobra decir que cumplía órdenes, como en tantas otras ocasiones. Su comportamiento formaba parte de un guion, aunque esta vez no haya generado más daños que los que sufriría cualquiera que encendiera un petardo y se lo dejara explotar en la mano. Siempre hay algún chiflado que en esos casos la emprende contra los fabricantes de mechas cortas, pero generalmente se asume que quien sufre ese percance no tiene muchas luces. Ahora bien, ojalá todas las explosiones que generan estos barreneros monclovitas tuvieran un alcance tan limitado.

Porque Bolaños ha ejercido también de fontanero de la Corte en asuntos de mucha mayor trascendencia, como los relacionados con el poder judicial o Cataluña. También lo hizo en otro que es de menor importancia, pero que resulta igual de significativo. Me refiero a la elección del Consejo de Administración de RTVE. Allí se convocó un concurso de méritos para elegir a los diez vocales del órgano de gobierno de la casa, pero la mayoría de quienes ocupaban las primeras posiciones no le convenía al PSOE. Así que Bolaños y García-Egea agarraron un papel, apuntaron otros nombres -auténticos delfines de los partidos- y sentaron las bases de la actual televisión pública, que es una casa ingobernable.

La gente como Bolaños está para eso: para cumplir órdenes sin hacer preguntas, aunque el resultado de sus actos genere cráteres inmensos en el Estado. Si la explosión genera víctimas, pero la ordena el líder... buena será.

Los número 2

Es normal que estos hechos provoquen desazón en los ciudadanos de buena fe, que son los que acuden a las urnas con cierta esperanza de que sus representantes trabajen por el bien común. No obstante, existe la posibilidad de encontrar consuelo (aunque sea algo) al observar a quienes precedieron a Bolaños, que más pronto que tarde fueron devorados por las meriendas de negros que se organizan en los partidos muy de vez en cuando para depurar responsabilidades. A veces, atribuyendo culpas a quien no las tiene.

También resulta esperanzador el hecho de que la izquierda haya optado por la propaganda y la agitación como herramientas de pre-campaña. Ayer mismo se cumplieron dos años de la victoria del Partido Popular en las elecciones autonómicas madrileñas. Las semanas previas fueron bochornosas, entre atentados de falsa bandera en Vallecas, balas y navajas ensangrentadas. El PSOE y Podemos decidieron bajar al barro... y se ahogaron entre su mugre.

Unas semanas después de ese naufragio, Pedro Sánchez despidió a Iván Redondo (Mr Wonderful) y nombró ministro a Bolaños... y también hombre de los recados, consiglieri, muletilla, polea, recadero, picador y guardapolvo. Su papel es el mismo. Su destino también lo será. Así que polémicas como las del pasado 2 de mayo convendría consultarlas en la hemeroteca cuando pase un tiempo. Adquieren un tono cómico que resulta hasta cruel.

Sobre el perfil psicológico de estos personajes, nada más que decir. Los aduladores de confianza que derivan -primero- en tiranos al servicio de un líder y -después- en llorones existen en todas las organizaciones. Cuando caen, se comportan como el crápula que recibe la extremaunción y pide perdón por sus pecados. Lo hacen porque se ven débiles. Si recobraran milagrosamente su fuerza... y su cargo, volverían a las andadas. Así son Bolaños, Redondo, Óscar López y tantos otros.

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