El sábado se reunieron todos para cenar juntos. Eran tres generaciones deseosas de sentarse a la mesa para celebrar la Navidad. Antes, y como todos los años, escucharon respetuosamente el discurso del Rey, quedito como casi siempre, constreñido por el férreo control que sobre sus actos e intervenciones se realiza desde otra institución del Estado.
Ya sentados alrededor de la mesa, aperitivo, primer y segundo plato transcurrieron plácidos repasando los avatares familiares más lejanos que siempre son recordados en todas las ediciones anuales de la Nochebuena. Una vez que estuvieron regadas con cava las copas largas y llegado el momento del tradicional brindis, el abuelo, Don Juan, propuso hacerlo por “la vuelta de la tranquilidad a España, porque se acaben las disputas y los conflictos, porque podamos vivir en paz y porque mi nieto Juanito apruebe la oposición a Inspector de Hacienda que con tanto esfuerzo lleva dos años preparando”. Y, recordando los relatos tantas veces escuchados a su fallecido padre, expuso sus temores relativos a los enfrentamientos entre españoles que tanto dolor y tanto perjuicio han provocado en España.
Le siguió en eso de alzar la copa su hijo Juan que no pudo resistir la tentación de rememorar ante los presentes las muchas cosas buenas por las que la familia debía estar contenta. Mirando especialmente a sus hijos manifestó: “A vuestro abuelo le han subido la pensión, vuestro tío Andrés ha encontrado trabajo en el Ministerio de Igualdad como asesor, a vuestra tía Angélica le han dado una subvención para que investigue el maltrato dado a los mosquitos, avispas y otras tipologías de insectos, vuestro primo Ander ha sido contratado en Correos, su hermana Marian disfruta por primera vez de un contrato de trabajo fijo, vuestros primos pequeños de Barcelona viven ahora tranquilamente y ya no les exigen aprobar todas las asignaturas para pasar de curso y, además, os van a dar a todos los jóvenes el bono cultural…”.
Le pregunté por su hermana Marian y me dijo que las cosas no son lo que parecen, que la contrataron como fija-discontinua pero que desde que firmó el contrato, hace ya siete meses, solo ha trabajado quince días
Tras escuchar la larga perorata de su padre, Juanito pospuso su primer trago de cava para exponer con calma la contra versión de lo expuesto por su padre. “Mira padre” empezó diciendo para continuar: “Conoces mi alegría porque el abuelo disponga ahora de una mayor pensión, porque el tío Andrés tenga un trabajo superbién pagado y porque a la tía Angélica le subvencionen su trascendente labor investigadora. Es guay que a los mayores os trate bien el Estado. Si hay pasta para hacer eso todo el tiempo, que se haga, pero si no la hay… menudo mogollón nos vais a dejar”. Cambiando ligeramente la expresión de su cara, Juanito prosiguió: “Me fui de fiesta con el primo Ander para celebrar que haya pillado un curro. ¿Sabes que se pasa en Correos horas y horas navegando por Internet por no tener nada que hacer? Le pregunté por su hermana Marian y me dijo que las cosas no son lo que parecen, que la contrataron como fija-discontinua pero que desde que firmó el contrato, hace ya siete meses, solo ha trabajado quince días. Está decepcionada”. Su padre torció algo el gesto sin que Juanito acertara a adivinar si lo hacía al enterarse de lo que él estaba diciendo o si, sabiéndolo, lo hacía porque lo dijese.
En cualquier caso, decidió seguir manifestando: “Padre, se te ha olvidado decir que la tranquilidad de nuestros primos catalanes supone que no pueden estudiar en español, ni siquiera con el pírrico 25% ese y que todos los días tienen que soportan en la calle, en el colegio y en los bares la plasta del rollo separatista sufriendo el choteo de los que con la estelada en la mano presumen de ser los que mandan en España. Sobre lo de que pasen de curso por la jeta ¿tú crees que eso es bueno? Para mí es un merdé. Yo me estoy dejando los huevos intentando ser Inspector de Hacienda y me jode que, al paso que vamos, vaya a dar igual currar que estar todo el día de botellón. ¿Sabes que ahora quieren hacer Inspectores por la cara a los subinspectores? ¡Tócate los cojones! ¡Que se machaquen como me estoy machacando yo!”.
No quiero bonos culturales sino oportunidades para luchar y competir. No quiero ningún regalo sino que me dejen luchar por conseguir lo que deseo
Ya levantados de la mesa, el abuelo de Juanito celebró su ímpetu juvenil afirmando que con una juventud así España tenía futuro, comentario que animó a su nieto a una última intervención en la que Juanito manifestó: “Si abuelo, hay futuro si nos dejan la libertad suficiente para construirlo, si no deciden todo por nosotros. Yo quiero decidir por mí mismo. No quiero bonos culturales sino oportunidades para luchar y competir. No quiero ningún regalo sino que me dejen luchar por conseguir lo que deseo. Quiero obtener un premio mejor si mi esfuerzo es mayor que el de los demás. Quiero poder llegar a más si trabajo más que la peña. Quiero que seamos todos iguales para decidir cuanto y en qué nos vamos a esforzar, no para igualar a los que trabajan y se esfuerzan con los que pasan de hacerlo. Quiero la igualdad de oportunidades, no la del cementerio porque, abuelo, no hay mayor desigualdad que igualar por decreto a los que se lo curran de forma desigual. Quiero que la igualdad se extienda a la Justicia para que no se privilegie a algunos políticos que infringen la Ley. Quiero también que la igualdad se produzca entre vosotros y nosotros, no que vosotros gastéis hoy y nosotros lo paguemos mañana. Abuelo, eso es lo que quiero”.
Sin más incidencias dignas de ser reseñadas, transcurrió con armonía el resto de la entrañable noche familiar hasta que, en la despedida, don Juan le dijo a su hijo: “Juan, Juanito tiene toda la razón y más, los jóvenes españoles se merecen una España mejor que la que les estamos dejando”.
juancarlosmatrix2000
Encantador cuento de Navidad que nos habla de la solidaridad, como no puede ser menos en esta época. La solidaridad en política puede ser interpersonal, interegional e intergeneracional. La primera a estas alturas no la niega nadie. La segunda la niegan, y se hacen pasar por progresistas, los talibanes independentistas de regiones ricas. La tercera curiosamente la pisotean los autodenominados progresistas y la defienden los liberales y muchos conservadores. Nadie se puede considerar progresista siendo tan insolidarios con las generaciones futuras como este gobierno que va a dejar hipotecados a los jóvenes para satisfacer sus gastos clientelistas y electoralistas que no generan ni riqueza ni empleo y que, como hizo ZP, supondrán un enorme coste para los jóvenes en los próximos años.
ma
Pero prosigo porque esto me parece revelador de la mentalidad española, se trata de sufrir en la consecución del objetivo, y no de conseguir competencias que sirvan para algo. En este sentido veíamos hace poco el llamamiento para que hubiera un candidato en una moción de censura con amplia formación , contraponiendola a la que tiene el presidente Sánchez. Pero hombre, si es el primer presidente que habla idiomas, si es el único tras Calvo Sotelo que es capaz de resolver una derivada... Para la mentalidad española es más importante saberse miles de páginas repletas de memeces como las que se aprenden los de derecho o los de sociología, pues no lo es
ma
Y los que fueron jovenes hace 15años, hace 20, hace 30 y a los que las empresas peperas se niegan a contratar por razón de edad?, a esos que los den, como les darán a los actuales a medida que cumplan años y no tengan una familia que les pague unas oposiciones cuya preparación puede requerir un buen puñado de años con un buen, y caro, preparador. Pero vemos aquí la mentalidad española, que el inspector tenga que meterse unos cuantos años aprendiendo miles de páginas y que no promocionen los subinspectores, aunque conozcan la legislación fiscal mejor que ellos. El estado español está repleto de una burocracia de mano muerta que está pidiendo a gritos ser substituida por gente capaz, elegida por métodos modernos, aunque, y que no conlleve el empleo de por vida como ahora
Karl
"La manía de dar al Gobierno el poder de entrometerse en los asuntos privados de las ciudades o de los ciudadanos es probable que cause problemas interminables... y existe un gran peligro de que nuestro pueblo pierda nuestra independencia de pensamiento y acción... y se hunda en la impotencia de [uno] que espera que su gobierno le alimente cuando tiene hambre, le vista cuando está desnudo, prescriba cuándo puede nacer su hijo y cuándo puede morir, y, en fin, que regule cada acto de la humanidad desde la cuna hasta la tumba." ~Mark Twain