Opinión

El fracaso del ‘cordón sanitario’

Sé que arriesgo al escribir esto antes de que se abran las urnas en Francia el domingo 7 de julio San Fermín, pero lo pensaba hace un mes, lo pienso hoy y lo seguiré pensando el lunes próximo: la estrategia del cordón sanitario -todos con el c

Sé que arriesgo al escribir esto antes de que se abran las urnas en Francia el domingo 7 de julio San Fermín, pero lo pensaba hace un mes, lo pienso hoy y lo seguiré pensando el lunes próximo: la estrategia del cordón sanitario -todos con el candidato alternativo para que no gane la ultraderecha- no funciona porque convierte al apestado/a en oscuro objeto de deseo de una ciudadanía harta de promesas vanas.

Una Francia angustiada ante la falta de futuro y, sobre todo, deseosa de orden en el más amplio sentido, se pongan como se pongan los Kilian Mbappe, Dembelé, Thuran, Thierry Henry y demás dioses de esa selección de fútbol Le Bleu multicultural que asombra al mundo desde que Zinedin Zidane y el hoy seleccionador, Didier Deschamps, ganaron el mundial de 1998.

Esa angustia, esa pérdida de identidad de lo francés, ese miedo a salir a la calle en muchas ciudades por miedo a que te atraquen es, precisamente, lo que ha aupado a la categoría de favorito a un desconocido candidato lepenista Jordan Bardella desde el pasado 30 de junio, primera vuelta de las elecciones legislativas.

Desde hace 20 años, por lo menos, la política del país vecino se reduce a un enfrentamiento electoral entre alguien y un Le Pen, al principio Jean Marie padre, y ahora Marine, la hija. Lo cual, se mire por donde se mire, es un fracaso en toda regla de esa V República que se pretendía integradora y multiculturalista, y de la cual los franceses se muestran tan orgullosos.

No sé si Bardella acabará siendo el primer ministro que cohabite con el languideciente presidente, Emmanuel Macron, o si los franceses preferirán al radical de izquierdas Jean Luc Melenchon o a cualquier otro de esa amalgama que es el Frente Popular “antifascista”. Lo que sí sé es que, desde hace 20 años, por lo menos, la política del país vecino se reduce a un enfrentamiento electoral entre alguien y un Le Pen, al principio Jean Marie padre, y ahora Marine, la hija.

Y esto, se analice como se analice, supone un fracaso en toda regla de esa V República que se pretende integradora y multiculturalista, y respecto a la cual los franceses se muestran tan orgullosos. No, no funciona la armonía en la banlieu periférica de las grandes urbes que prometieron los presidentes Mitterrand, Chirac, Sarkozy, Holland -ahora candidato a la desesperada del PS- como antídoto contra los primeros exabruptos de aquel ex militar pied-noir -colono en Argelia- que era Jean Marie Le Pen en la Francia de finales de los 90 y primera década de este siglo.

Una vuelta por París

Hoy ni siquiera hace falta ir a esa periferia de la que les hablo; dense una vuelta por distritos céntricos cómo Saint Denis o las mismas Tullerias, epicentro del París más imperial, para ver qué la suciedad y la inseguridad se ha apoderado de aquella ciudad de la luz que era hasta hace unas décadas santo y seña del país más visitado del mundo.

Y tampoco hace falta ser un fan del ultra Eric Zemour -su Alvise particular-, ni de la teoría racista del gran reemplazo en marcha, para concluir que el problemón que han ido incubando nuestros vecinos del norte con la tercera y cuarta generaciones de nacionales franceses de origen magrebí y subsahariano no se soluciona metiéndolo bajo la alfombra cada cuatro años para exhibir una indignación electoral antifa digna de mejor causa.

¿Hay doce millones de “fascistas” en esa Francia que cuando la oímos cantar La Marsellesa, himno a la libertad, igualdad y fraternidad, a muchos nos entra una sana envidia? Lo que hay es doce millones de cabreados con la deriva a la que está llevando Macron al país, con mentiras, aspavientos, y esos giros de guión que parecen una mala copia de la serie televisiva Barón Noir

¿Hay doce millones de “fascistas” en esa Francia que cuando la oímos cantar La Marsellesa, himno a la libertad, igualdad y fraternidad, a muchos nos entra una sana envidia? Evidentemente no. Lo que hay es doce millones de franceses cabreados con la deriva a la que está llevando Macron al país, con sus aspavientos y esos giros de guión que parecen una mala copia de la serie televisiva Barón Noir.

Esos doce millones representan una mayoría social relativa del 33% del electorado que abarca cualquier franja de edad y que ha votado a la desesperada Reagrupamiento nacional porque lo malo conocido le resulta muy malo y, además, se sienten utilizados por su presidente en su particular venganza contra Le Pen.

Un Maquiavelo de Hacendado

Sí, al adelantar precipitadamente las elecciones legislativas Macron se ha revelado todo un Maquiavelo de Hacendado a quien no le importa usar a sus conciudadanos con la excusa de cortar el paso a Marine Le Pen en las elecciones presidenciales de 2027; como si el votante fuera menor de edad e incapaz de decidir lo que mejor le conviene en cada momento.

Pero le puede salir mal, muy mal, esta jugada al actual inquilino del Palacio de El Elíseo, porque solo hay que escuchar el rotundo rechazo de su ministro de Economía, Bruno Le Maite, a apoyar al radical izquierdista Melenchon, para darse cuenta de que no todos en el partido liberal están dispuesto a seguir a Macron en esta suicida huida hacia ninguna parte que está acabando con la V República.

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